12 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 4 minutes | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Reforma tributaria estructural 2016 - Columnistas

La ingrata obligación de tributar

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Juan Camilo Serrano Valenzuela

Abogado y asesor tributario

juancserval@gmail.com

 

Mucho se ha venido hablando de la reforma tributaria estructural, sea como compromiso del Gobierno, como la necesidad de recaudar recursos para el posconflicto, como mecanismo para generar seguridad a inversionistas y al Estado sobre sus inversiones y su recaudo, o simplemente como un tema de moda que ofrece buenos argumentos para sostener conversaciones sociales en círculos empresariales angustiados por la cascada impositiva que se avisora.

 

Sin embargo, poco se ha expuesto sobre las causas reales de la insuficiencia de recursos y de la ineficacia de los tributos vigentes en el país, máxime si consideramos que contamos con altísimas tarifas de tributación y muy bajos niveles de recaudación, originada en la evasión, la elusión y la generosidad en la concesión de beneficios tributarios a algunos sectores poderosos, cuyas tarifas son convenientemente bajas, por lo que deben aumentarse las de otros sectores que, cada día, son menos competitivos por la excesiva contribución impositiva.

 

Si bien es cierto que los niveles de recaudación en Colombia son significativamente menores a los requeridos, y más bajos respecto del PIB que otras economías de la región, también lo es que las tarifas superan ampliamente la capacidad generadora de riqueza de nuestros empresarios, por lo que se hace necesario buscar las verdaderas causas de esa desproporción entre los recaudos y las tarifas.

 

En primer lugar, los beneficios tributarios extendidos innecesariamente en el tiempo hace que grandes industrias, cuyas actividades son estimuladas por exenciones tributarias, no ajusten su modelo productivo a una condición general de competencia, y se conformen con obtener sus utilidades de la rebaja de impuestos, por lo que requieren de los beneficios para su subsistencia, y el Estado acepta esa condición.

 

Pero más grave aún es la informalidad de la economía, que impide un adecuado control tributario, y mantiene las tasas de evasión en cifras superiores al 35 %.

 

Buena parte de nuestra economía es informal, y no precisamente originada en las operaciones de pequeños agentes económicos, sino en la complejidad del sistema, que no lo hace accesible aún a grandes actores, por resultar las obligaciones formales peligrosas, de alto riesgo y muy costosos los errores cometidos, aunque lo sean de buena fe.

 

Resulta menor el riesgo de ser descubiertos como actores invisibles, que cometer pequeños yerros en el cumplimiento de obligaciones formales como las de informar, descubrir la periodicidad de las declaraciones, declarar por sistemas electrónicos informáticos, o disentir de posiciones de la doctrina oficial.

 

Muchas medidas podrán aprobarse en la pomposa reforma estructural, que más parece va a ser integral, pues pocas propuestas se oyen sobre ajustes a la estructura, que buscarán mayores controles, cúmulo de obligaciones, aumento de tarifas y limitaciones a los contribuyentes que hoy tributan, pero pocos los resultados en el logro del objetivo de garantizar un sistema tributario sencillo, eficaz, justo y progresivo.

 

Debe buscarse la calentura donde toca, y no solo en las sábanas, pues el sistema está a punto de colapsar por los aportes desafortunados de las dos últimas reformas, que han puesto a los contribuyentes a adivinar qué pueden y qué no pueden depurar, cuándo deben o no deben anticipar los impuestos, cuál sistema les aplica y cuál tarifa, y cuáles obligaciones les aplican y cuándo deben cumplirlas.

 

Más que un sistema tributario, parece un galimatías impositivo, diseñado para hacer más complejo el cumplimiento de las obligaciones, inducir a los pequeños errores con muy gravosas consecuencias, que generan en el contribuyente formal una gran incertidumbre aun cuando su conciencia les indique que el cumplimiento de las obligaciones está rigurosamente ajustado a la ley, y en los informales la convicción de mantener su invisibilidad, que resulta menos angustiante y costosa que una visita implacable que busca correcciones a veces injustas. Preferible es mantenerse invisible, que resulta menos costoso aún si se es descubierto.

 

La evasión tributaria, principal problema de nuestro sistema, no se resuelve penalizando y pagando con impuestos los eximente de responsabilidad penal, sino permitiendo cumplir, de una manera fácil, la ingrata pero necesaria obligación de tributar. 

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