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24 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 6 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

De lamborghinis y de ética

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Juan Camilo Serrano Valenzuela

Abogado y asesor tributario

jcserranov@jcsvabogados.com

 

Mucha indignación, pero no sorpresa, ha causado la detención de funcionarios que, aparentemente, habían venido utilizando su posición privilegiada para obtener beneficios, en este caso económicos, de manera ilegal, contraria a la ética y a los superiores intereses de la institución a la que sirven y al país.

 

Muy oportuna y conveniente, aunque claramente insuficiente, la reacción de un buen número de funcionarios de la Dian, recordándole a la sociedad que, infortunadamente, un pequeño grupo de personas que, de manera indigna, prestan sus servicios a la entidad, manchan injustamente a muchos trabajadores honestos y dedicados.

 

“Soy honesto yo soy Dian”, es lo que con decisión y, en algunos casos, un poco de rabia, repiten los servidores que se sienten afectados por la muy mala imagen que, episodios como el del Lamborghini de hace unas semanas, difundió la prensa nacional afectando a la totalidad de la organización, si se quiere de manera injusta.

 

Sin embargo, el episodio es una oportunidad importante para hacer profundas reflexiones sobre los límites éticos aceptables en el cumplimiento de los objetivos que son perseguidos en cualquier actividad, y en especial en aquellas que implican altos niveles de riesgo de corrupción.

 

No puede estarse dispuesto a cualquier cosa, a ceder los principios éticos y la convicción de actuar de manera correcta y justa, ante la necesidad de obtener resultados específicos, y menos aún si estos privilegiarán intereses particulares, aunque sean, en apariencia, superiores y altruistas.

 

El episodio del Lamborghini y las capturas puntuales de funcionarios corruptos que aprovechan comportamientos indebidos de particulares para su propio beneficio no son más que el resultado de la superficialidad y ligereza con que se conciben la ética, la honorabilidad y la corrección en las conductas.

 

Hemos venido acostumbrándonos, en esta sociedad, a que los resultados obtenidos se sobreponen a lo correcto, y calificamos como éxito un resultado esperado, no importa a qué precio, ni pasando por encima de los principios y de las personas.

 

Obtener correcciones, glosas, pruebas fabricadas que claramente imponen cargas tributarias injustas a los contribuyentes, no es un comportamiento más correcto que alivianar dichas cargas a cambio de beneficios suficientes para disfrutar de lujos y privilegios que no corresponden a la justa remuneración por el cumplimiento del deber.

 

Forzar indebidamente las cargas de los contribuyentes y usuarios se constituye en una conducta tan reprochable, tanto si se invierten los beneficios injustos en lujos y derroches personales, como si se arrebatan a los particulares para lograr felicitaciones, buenas calificaciones o primas especiales.

 

El episodio de los funcionarios capturados en Buenaventura no pasa de ser el epílogo de una gran enfermedad cultural de nuestra sociedad, que se ha venido enquistando en las instituciones del Estado y, muy preocupantemente en el sector privado, que consiste en que los resultados deben lograrse a como dé lugar, dispuestos a todo, con tal de levantar la bandera de un triunfo pírrico obtenido gracias a conductas incorrectas, contrarias a los más elementales principios éticos y morales.

 

Es necesario hacer una profunda, pero rápida reflexión sobre el adecuado comportamiento en el cumplimiento de las responsabilidades, y los límites que deben imponerse.

 

Debe ser objeto de profunda reflexión la aplicación de los límites en la búsqueda de los objetivos, no solo calificando a los demás, sino evaluando el comportamiento individual, pues viola igual los principios éticos quien actúa incorrectamente para obtener objetivos aparentemente altruistas, que quien busca únicamente los propios.

 

Solidario con la gran mayoría de funcionarios de la Dian, con su máxima difundida a través de los medios digitales y redes sociales de “Soy honesto yo soy Dian”, reiterando el llamado a sobreponer el cumplimiento de la ley y el principio de justicia en el desarrollo de la actividad de control tributario que realizan día a día.

 

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