04 de Octubre de 2024 /
Actualizado hace 11 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Los autócratas y sus cómplices

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Matthias Herdegen
Constitucionalista e internacionalista en la Universidad de Bonn (Alemania)

A los ojos de todo el mundo, la narcodictatura que se apoderó de Venezuela no pudo, con todas sus manipulaciones, impedir el claro triunfo de la oposición. La ratificación del autócrata perenne, por parte del Consejo Nacional Electoral y del Tribunal Supremo de Justicia, no engaña a nadie. Solamente confirma que estos órganos hace rato se convirtieron en caricatura de lo que son sus contrapartes en un Estado constitucional. La orden de captura contra el legítimo presidente electo es testimonio de que el dictador ya no se siente tan atornillado en el Palacio de Miraflores, aunque aún parece contar con la lealtad de sus escuderos en las filas militares y en lo que allá llaman “rama judicial”.

Y esto, con apoyo de los sospechosos habituales en Moscú y Teherán y sus alfiles en Managua. Cuenta también con el cómodo aliento de algunos pocos aliados que están jugando con las aspiraciones de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) de establecer un contrapeso frente al mundo occidental. Pero la OEA y la mayoría de los países latinoamericanos niegan toda legitimidad al actual régimen. Además, ya se sabe de fisuras al interior del mismo aparato organizado de poder en Caracas. Se olfatea que muchos satélites del dictador, a pesar de su aparente lealtad, tienen ya en la mira la puerta de salida, aunque quien lo deje detectar, corre serio peligro de muerte.  

La grave y sistemática violación a los derechos humanos puso al gobierno de Caracas en la mira de la Corte Penal Internacional, que, recientemente, indicó que no hay una justicia confiable en Venezuela. Urge ahora que la Fiscalía de la Corte actúe enérgicamente. Una amplia amnistía para los servidores del régimen, anunciada ya por la oposición y que hasta contaría con respaldo de la OEA, podrá alimentar el derrumbe gradual de la dictadura. Se tendrán que estipular excepciones, en particular para crímenes de lesa humanidad. La OEA tendrá que dar pasos enérgicos por encima de su resolución de agosto del 2024, en el espíritu del artículo 9º de su Carta. Esta norma sanciona un golpe contra un Gobierno democráticamente elegido. La persecución a un candidato elegido democráticamente por un régimen deslegitimado presenta una situación análoga. Existen ejemplos de la implementación de la voluntad de pueblo en contra de un presidente derrotado que se aferra al poder. En Gambia, el Ecowas logró la instalación del candidato elegido en el 2016 con una postura firme, incluyendo la amenaza de restaurar la democracia mediante el uso de fuerza militar. La restauración de la democracia en Venezuela será un proceso de algún tiempo, que también depende de las elecciones en EE UU y de la guerra en Ucrania, que tantos recursos del Occidente inmoviliza.

Pocos gobiernos latinoamericanos alimentan la ilusión de que el “diálogo” sirva para manejar la agresividad interna y externa de las autocracias. Pero las autocracias del mundo son cleptocracias sordas a los gritos de mediación y diálogo. El soft power y el appeasement no les impresionan. La ineficacia de estos instrumentos blandos, como expone Anne Applebaum en su beststeller Autocracy Inc., exige una postura más robusta de los países democráticos y liberales. Los gobiernos que llaman al diálogo no son del todo cándidos, o, en palabras de Lenin “idiotas útiles”. Para algunos, el llamado a diálogo sirve para camuflar su complicidad con los autócratas. Está llegando la hora para que ciertos gobiernos vecinos de Venezuela escojan cómo quieren que se les clasifique.

Llegó el momento de empujar una agenda para neutralizar el nefasto impacto que con sus narrativas y accionar polarizantes están dejando estos gobiernos autocráticos, en las libertades y derechos políticos en varias democracias en América Latina.

Y en la otra esquina, los cómplices camuflados y los ayudantes “bien-intencionados” de la dictadura rusa se volvieron tema central en las elecciones regionales en el este de Alemania. La extrema derecha y la extrema izquierda, las dos fuerzas radicales que levantan la voz en contra de un apoyo constante a Ucrania y en pro de un diálogo con el Kremlin, celebraron, hace pocos días, un gran éxito electoral en los Estados Federados de Sajonia y de Turingia. Parece que la formación de gobiernos estables requerirá de una coalición del centro con esos partidos de las extremas derecha e izquierda, que exigen una línea suave de diálogo con Rusia. Esas colectividades deben una importante porción de votos a su crítica postura frente a la migración hacia Alemania, proveniente de Asia y de África.

Así, los resultados electorales en el este de Alemania son buena noticia para los responsables de la guerra en Ucrania. Y son, de paso, un fuerte llamado de atención a todos los que aún confían en el derecho internacional en el mundo y en el Estado de derecho en su propio país.  

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