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03 de Mayo de 2024 /
Actualizado hace 5 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Posverdad y proceso penal

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Whanda Fernández León

Docente Universidad Nacional de Colombia

 

En el contexto de las doctrinas del common law y de la praxis continental europea, la búsqueda de la verdad, forense o material, es una garantía de legitimidad y una finalidad procesal intrínseca, fuente y soporte de las decisiones judiciales. Esa íntima relación entre la historia y el Derecho es la que permite acceder a la teoría de la prueba, comprender la inmutabilidad de “los hechos jurídicamente relevantes” y entender expresiones como “el proceso es prueba”, “la verdad está en los hechos”, “el arte del proceso es el arte de probar”, “una verdad a medias es la más amarga de todas las mentiras”, “la verdad debe ser clara y pura como el agua o deja de ser verdad” y “la verdad verdadera es mítica y metafísicamente inalcanzable”.

 

Por esos lazos con el pasado, en el derecho probatorio contemporáneo, la búsqueda de la verdad pervive como un valor jurídico fundamental. Para Taruffo, “el binomio verdad-justicia es recurrente en el lenguaje común y podría decirse que el inconsciente colectivo asume que los dos términos están estrechamente unidos”. Lamentablemente, hoy la verdad exhibe perniciosas desviaciones. ¿La razón? El mundo atraviesa por la peligrosa era de la posverdad (post truth), vocablo elevado a la categoría de palabra del año” en el Diccionario de Oxford, aceptado oficialmente por la Real Academia Española, en el 2016, y definido como “la distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones, con el fin de influir en la opinión pública y en las actitudes sociales”.

 

Alex Grijelmo, escritor español y doctor en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, considera que la posverdad “es el arte de la manipulación masiva”, al tiempo que afirma que no existe nada más eficaz que una patraña entrelazada con algunas verdades. Para el consultor y licenciado madrileño en Ciencias de la Información José A. Llorente, “significa que lo objetivo y lo racional pierden peso frente a lo emocional o a la voluntad de sostener creencias a pesar de que los hechos demuestren lo contrario”. 

 

En criterio del pensador británico A. C. Grayling, “el mundo de la posverdad amenaza el tejido de la democracia” en todos los ámbitos: político, ético, económico, histórico, académico, social, científico, jurídico, etc., motivo que lo lleva a calificar esta tendencia como “la banalización de la mentira y la arbitraria relativización de la verdad”.

 

Empero, lo que realmente alarma es la notoria propensión de algunas naciones europeas y de EE UU hacia esta práctica deshonesta e ilegal, sobre todo cuando se trata de asuntos de alto impacto mediático en los que se mezclan la sacralidad de la justicia con la escenificación de falacias hábilmente urdidas que se difunden a través de los mass media, las redes sociales, las plataformas y portales noticiosos. Desde esta perspectiva, se consideran paradigmáticos los siguientes casos: (i) El inexplicable triunfo de Donald Trump, que le permitió llegar a la Presidencia de EE UU, pese a la imagen favorable de Hillary Clinton y a su visionaria propuesta de gobierno. (ii) La sorpresiva aprobación de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el 31 de enero del 2020, más conocido como el brexit. Para un gran sector de analistas, estos eventos se dieron por el uso deshonesto de la información, el populismo y la ambigüedad en los mensajes. Si se admitiera que la búsqueda de la verdad no interesa, que basta exacerbar las emociones y escoger la versión que mejor responda a las reacciones de una opinión pública confundida, la posverdad sería una tendencia global de monstruosa perversidad.

 

Es hora de capacitar a los funcionarios sobre cómo deben actuar en el contexto de una sociedad mediática, cuál es la diferencia de roles entre jueces y periodistas, por qué deben desaparecer los juicios paralelos y las sentencias condenatorias complacientes y por qué está prohibido cohonestar sensacionalismos, verdades a medias, trampas dialécticas o noticias falsas.

 

Solo en el mundo del absurdo la verdad colapsa y la mentira sale victoriosa.

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Cristian Ospina

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