Reflexiones de campaña
Julio César Carrillo Guarín
Asesor en Derecho Laboral, Seguridad Social y Civilidad Empresarial
carrilloasesorias@carrillocia.com.co
Llegaron las elecciones. El tiempo de las promesas, la volatilidad de los discursos a través de las redes, la oratoria clásica de la plaza pública y el alistamiento de unos y otros -los de buena fe y los de no tan buena- para convencernos… a nosotros, el electorado -el pueblo-, que atónitos contemplamos eslóganes y vallas, en los que suele ocurrir que el “cambio” es igual a lo de siempre, el “centro” no es tan centro, la visión “humana” resulta inhumana y las coaliciones, yuxtaposiciones disímiles.
Y si bien es el juego de la democracia en un entorno contrastante en el que la corrupción, el narcotráfico y la tendencia a agredir suelen controlar las ideologías, seguimos siendo un país bueno con gente buena por quienes hay que ponernos en modo constructivo para aportar ideas y trabajar oportunidades razonables de inclusión.
En esta perspectiva, desde la orilla de lo jurídico-laboral, lanzo al ruedo de las opiniones diversas y sin ínfulas dogmáticas algunos “tips” para inspirar programas de campaña pensando en las personas:
- Para generar empleo formal, no basta limitarse a aumentar o disminuir indemnizaciones o permitir el pago en dinero de la mitad de las vacaciones o modificar la hora de referencia para liquidar un recargo nocturno, como no bastó -aunque ayudó- el cambio de la liquidación retroactiva del auxilio de cesantía por el sistema de liquidación anual. Es necesario evaluar a profundidad que hoy tenemos un Derecho Laboral Privado urbano para grandes empleadores que no consulta la situación del pequeño empleador y olvida contextos rurales.
- Conviene alinear reglamentariamente la encomiable, pero difusa jurisprudencia en materia de estabilidad reforzada para especiales condiciones de debilidad manifiesta, que puede llegar a extremos que terminan excluyendo a desempleados en situación de discapacidad y, en general, a las personas que se pretende proteger.
- Es necesario examinar con mirada constitucional la forma de organizar la pluralidad anárquica de sindicatos en una misma empresa, con multiafiliaciones y multinegociaciones colectivas, que han terminado por atomizar el ejercicio del derecho de asociación sindical, en perjuicio de su fortalecimiento, trasformando una protección sacratísima en una manipulación que pervierte su bondad con carruseles de fueros, proliferación de cúpulas con bases débiles y empleadores que, lejos de sentirse invitados a construir, miran con temor la avalancha.
- Hay que recuperar la bondad del servicio público de empleo, refundida en el laberinto de su propia normativa. ¿Cuántas familias, establecimientos de comercio o dueños de haciendas y, en suma, cuántos empleadores que cumplen la ley laboral registran sus vacantes en el sistema o cuántos desempleados inscriben sus hojas de vida y resultan vinculados?
- Urge trabajar en una dinamización normativa que permita crear condiciones especiales para trabajos de fin de semana o de temporada, con las cuales se fomenten vinculaciones estables, para que en lugares turísticos o en establecimientos que tienen tal necesidad periódica, se conceda la oportunidad de contratar trabajadores sin recargos ni remuneraciones adicionales, pero respetando los mínimos salariales y prestacionales con afiliación efectiva a la seguridad social.
- Es necesario generar una clara estructura legal que permita precisar la obligación para solicitar la pensión de vejez en el régimen de ahorro individual con solidaridad, a fin de que quienes cumplan condiciones básicas de capital accedan a la pensión en edades que permitan la transición demográfica y la empleabilidad formal de las nuevas generaciones.
En fin, qué bueno que, en medio de las arengas y los debates de campaña, los seres humanos que de verdad quieren liderarnos pensando en ayudar presentaran un panorama de lo jurídico-laboral que, de la mano de las cifras, pretenda sistémicamente masificar el empleo formal con perspectiva integral, en la que lo programático conduzca la ideología y no que, al amparo de la ideología -cualquiera que fuere-, se proyecten medidas efectistas para normas laborales que solo aplican a un “club de privilegiados”, mientras en playas, semáforos, territorios y carreteras -al lado de las vallas y los eslóganes- crece el rebusque y la simple supervivencia como una especie de protesta social contra lo que las campañas no han logrado.
Es cierto que per se la reforma de la ley no cambia la vida y que muchas veces no es necesario legislar, sino hacer cumplir la existente, pero no hay duda de que se requieren afinamientos estructurales con mirada integradora que desarrollen soluciones universales.
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