La política monetaria dura

Salomón Kalmanovitz

Economista e historiador

Con el endurecimiento de su política monetaria, el Banco de la República envió el mensaje de que el país debe ajustarse a una menor capacidad para importar, aunque parte de ese ajuste lo está haciendo la industria y en menor medida la agricultura, al sustituir importaciones por producción local. La Junta tomó una medida impopular, pero necesaria, que debe reducir el nivel de actividad y la inversión en momentos en que aumenta el desempleo. Esta fueron las razones de fondo para que elevara fuertemente su tasa de interés en su reunión de abril, en un monto del 0,5 %, en vez de las movidas graduales del 0,25 %, para así encarecer el crédito que lubrica el consumo de los hogares. Eso fue sentido por el mercado como una sorpresiva ducha helada.

Al mismo tiempo, las minutas de la Reserva Federal de Estados Unidos en su última reunión sugerían que se venían dos alzas de su tasa de interés en lo que resta del 2016, dado el fortalecimiento de su economía, lo cual incidió en revaluar el dólar frente al resto de monedas del mundo. El peso colombiano, que se había apreciado porque el petróleo está rondando los 50 dólares el barril, volvió a devaluarse, al superar el dólar su nivel de 3.050 pesos, donde se mantiene gracias a una venta grande de reservas por parte del Banco de la República que hasta ahora no había intervenido en el mercado de divisas.

Las alzas de precios de los bienes tienen consecuencias, pues se trasmiten a las matrículas de los colegios, los cobros de salud y las tarifas de los servicios públicos. Los economistas llamamos al fenómeno indexación, y su progreso afecta también las expectativas de la gente que así reproducen la inflación cuando toman decisiones de vender y comprar. Según encuestas de opinión, los empresarios e inversionistas creen que en dos años la inflación va a estar por encima del 4 %, que es el tope de la meta de inflación que se ha fijado el Banco de la República, y eso les preocupa. Los trabajadores están descontentos porque el alza del salario mínimo fue del 6,7 % y la inflación a abril superó esa cota, lo que hace que las centrales sindicales demanden un ajuste inmediato de sus salarios.

En el último informe de inflación el Banco de la República aparece el dato de que las exportaciones han caído el 32 % en el primer trimestre del 2016, mientras que las importaciones lo hicieron en menor medida, un 26 %. El resultado es un déficit comercial con el resto del mundo persistente y un déficit en cuenta corriente de 16.000 millones de dólares, algo así como el 6 % de la riqueza que produce Colombia anualmente, una situación peligrosa, en la medida en que el país requiere financiarla en los mercados internacionales. La deuda pública externa colombiana es bastante elevada (41.153 millones de dólares) y la devaluación ha encarecido su servicio, o sea que el Gobierno debe hacer mayores esfuerzos para estar al día con sus pagos. Las calificadoras de riesgo le han puesto al país una nota regular y condicionada a que si no se ajusta, en especial el Gobierno reduciendo su gasto e incrementando los impuestos, se perderá el grado de inversión que otorga privilegios en materia de intereses y condiciones de pago.

El motor de la bonanza de las economías emergentes y de Colombia ha sido el gran desarrollo económico de la China. Si en el 2010 alcanzó a crecer el 12 %, en el 2016 está marcando un 6,7 %, lo que nos informa que ese motor está desfalleciendo y que ahora dependemos de nosotros mismos.