Columnistas
Manifestación global contra la economía mundial: indignados de Wall Street
Juan Manuel Charry Urueña Abogado constitucionalista
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Las recientes protestas en la simbólica calle de la Bolsa de Valores de Nueva York, que se replicaron en otras ciudades de EE UU y del mundo contra el sistema financiero global, bajo el rótulo de indignados de Wall Street, se suman a las anteriores protestas en los países árabes (Bahréin, Egipto, Iraq, Irán, Libia, Marruecos, Siria, Túnez y Yemen) a favor de reformas democráticas, denominadas “la primavera árabe”, que estuvieron precedidas por las protestas en España por una democracia real ya, llamadas por algunos “Movimiento 15-M”. Todas constituyen síntomas de la crisis de los Estados y de las nuevas y profundas tensiones de las sociedades contemporáneas.
En el pasado hubo manifestaciones de gran transcendencia, como las ocurridas en 1989: la protesta de la Plaza de Tiananmen y la que provocó la caída del muro de Berlín; sin embargo, son muy diferentes a las que están ocurriendo.
La primavera árabe consiste, básicamente, en el alzamiento de los ciudadanos contra regímenes autocráticos y dictatoriales, que demandan reformas democráticas y libertades políticas y que se propaga rápidamente por el uso de las redes sociales y el cubrimiento de los medios de comunicación global. Los resultados son disímiles. Libia, con la intervención de EE UU y países de la Unión Europea, con más 15.000 muertos. Egipto, con la caída del gobierno de Mubarak. Túnez, con la caída del gobierno de Ben Ali. Marruecos, con los anuncios de reforma constitucional por parte del rey Mohamed VI. Iraq, con el anuncio del Primer Ministro de que no se presentará a un tercer mandato. Siria, con un conflicto en aumento y la indecisión de la comunidad internacional acerca de su intervención.
La protesta de la Plaza de Tiananmen consistió en la oposición política al régimen comunista por represivo y corrupto, por parte de intelectuales, estudiantes y trabajadores. Los resultados fueron dramáticos, pues la manifestación fue disuelta por la fuerza, causando
un número de muertos incierto, que algunos estiman pudo ascender a más de 2.000, sin obtener cambio alguno por parte del Gobierno chino. Quedaron las elocuentes imágenes de un ciudadano inerme ante una columna de tanques de guerra que trepa a uno de ellos para conversar brevemente con el piloto, que suscitó la ilusión de la civilidad sobre la fuerza.
La caída del muro de Berlín obedeció a la constante presión de los ciudadanos de Alemania Oriental por mayor libertad de circulación y las manifestaciones contra el Gobierno, que condujeron a la renuncia de Erich Honecker y a que posteriormente se anunciara de manera ingenua que las restricciones habían sido retiradas, con lo cual la multitud se lanzó sobre el muro e inició su demolición. No hay resultado más contundente en la historia reciente. Luego, Alemania se reunificó y la Unión Soviética se desintegró.
En síntesis, la primavera árabe es un conjunto de manifestaciones por la democracia y la libertad política de pueblos sometidos a regímenes autocráticos. En cambio, las protestas de 1989 se enmarcan en los estertores de la Guerra Fría y los regímenes socialistas tras la cortina de hierro, en un caso con éxito, con la obvia unificación de un país dividido artificialmente; en el otro, fallido y violentamente disuelto.
Los hechos de Wall Street son distintos. Se trata de manifestaciones, en el país más rico del mundo, por la forma en que se especula y se distribuye la riqueza. Los manifestantes provienen de diferentes países y desbordan los conceptos del Estado nacional. No se trata de móviles propiamente políticos, sino económicos. Demandan empleos y un futuro para las nuevas generaciones. Hasta el momento, no se han presentado hechos de violencia. A pesar del uso de las redes sociales y del cubrimiento de los medios de comunicación global, se ha requerido la presencia física en el lugar simbólico. Desconocemos cuáles serán sus resultados.
Se trata de la primera manifestación global contra la economía mundial. Las soluciones no dependen de un gobierno, de un Estado, no atañen a las democracias políticas, sino a la democratización económica. Se ha puesto en evidencia que el capitalismo global destruye empleos y no está a merced de las políticas de un Estado nacional. Muy por el contrario, los Estados están al vaivén en las turbulencias de los mercados de deuda soberana.
Después de la Segunda Guerra Mundial, quedó en evidencia la necesidad de un orden internacional que evitara otra confrontación de mayores dimensiones; ahora, con el movimiento de indignados de Wall Street, ha quedado en evidencia la necesidad de un orden económico mundial que evite la quiebra de los Estados y las recesiones económicas a causa de las especulaciones financieras.
Agradeceré comentarios.
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