11 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 5 minutes | ISSN: 2805-6396

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EE UU y Unión Europea: determinantes del crecimiento global

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Hernán Avendaño

Hernán Avendaño Cruz

Economista catedrático

 

 

Aun cuando el mundo pareciera ir camino de una recesión en el 2013, hay factores que pueden reducir esa probabilidad.

 

La tendencia a la recesión encuentra sustento en los complejos procesos de adopción de medidas de política económica tanto en la Unión Europea (UE), como en EE UU.

 

En la zona euro persisten los problemas asociados a la crisis de confianza en la deuda soberana. Las decisiones se dan a cuentagotas y solo cuando el desastre parece inminente, razón por la cual los mercados se mantienen en permanente zozobra aumentando su volatilidad. El economista español Xavier Sala i Martin resume muy bien este comportamiento: “Los reformistas europeos solo se mueven a golpe de pánico y como el pánico ha desaparecido desde hace unos meses, los eurócratas han dejado de tener prisa”.

 

A diferencia de lo ocurrido con la crisis mundial del 2008-2009, este comportamiento impidió la adopción de medidas rápidas y oportunas para conjurar la recesión. La austeridad fiscal desacelera más las economías de la UE a la vez que impide la reducción de los niveles de la deuda pública. La demora en la negociación y aprobación de paquetes de apoyo para las economías con mayores dificultades y la negativa de los gobiernos a aceptar públicamente la urgencia de los rescates, prolonga el desánimo.

 

Entre tanto, el desempleo sigue creciendo y la baja actividad relativa del Banco Central Europeo contribuye a la apreciación del euro respecto al dólar. Este hecho, sumado a los problemas de competitividad de las economías europeas, impide que el comercio tenga un efecto positivo mayor.

 

No obstante, hay algunos hechos que permiten prever una moderación de las tendencias recesivas en el 2013. Alemania, que ha mantenido las posiciones más duras frente a la crisis de la deuda, las ha flexibilizado gradualmente y transmite a los mercados su firme intención de defender el euro.

 

Adicionalmente, el solo anuncio de las políticas está contribuyendo a restablecer la confianza en la moneda única y a alejar el fantasma de su quiebra, con todos los efectos negativos que esto podría desencadenar.

 

El resultado se observa, por ejemplo, con las declaraciones de Mario Draghi, gobernador del BCE en julio del 2012, en las que anunció que este organismo haría todo lo que fuera necesario para defender el euro, incluyendo la compra masiva de bonos soberanos de los países con mayores problemas; posteriormente hizo la aclaración de que esa compra se aplicaría en el marco de compromisos de ajuste fiscal por parte de esos gobiernos. Aun cuando no se han realizado compras ni compromisos como los mencionados, las presiones de los mercados sobre esos bonos se redujeron notablemente.

 

En igual sentido han contribuido tanto el acuerdo para poner en funcionamiento un supervisor financiero único para los bancos más grandes a partir del 2014, como las discusiones y documentos de trabajo en torno a posibles acuerdos para complementar la unión monetaria con la unión fiscal y financiera.

 

En el caso de EE UU, hay síntomas de recuperación, como el crecimiento del PIB en el tercer trimestre del 2012, el gradual repunte de los indicadores del mercado de vivienda y la reducción de los indicadores de desempleo, aun cuando en este último caso hay preocupación por el lento descenso.

 

Pero también son evidentes los problemas de incertidumbre que generan las dificultades para la toma de decisiones de política económica. El caso más sonado es el denominado abismo fiscal. Aun cuando su impacto estaba previsto desde el acuerdo de septiembre del 2011 para aumentar el techo fiscal, apenas en la primera semana del 2013 tuvo una solución a medias: el aumento de ingresos será menor al esperado y quedaron pendientes por definir en los próximos meses los temas de recortes de gastos y aumento del techo fiscal.

 

Sin embargo, en el manejo de la política monetaria no solo se mantiene la flexibilidad de los dos últimos años, sino que potencialmente se amplía. A finales del 2012, la Reserva Federal adoptó lo que se ha denominado como la “regla de Evans”.

 

Mientras que el compromiso anterior de la autoridad monetaria era mantener la tasa de interés cerca de cero hasta el 2015, la nueva regla implica que la expansión monetaria se mantiene hasta que se logre bajar la tasa de desempleo al 6,5 % o hasta que la inflación supere el 2,5 % anual.

 

En síntesis, el efecto esperado de las decisiones de política económica en la UE y en EE UU puede prolongar la débil dinámica de la economía mundial, sin ocasionar una nueva recesión, salvo que la resolución del problema fiscal en EE UU tome algún giro inesperado. La mala noticia para las economías en desarrollo será la persistencia de la tendencia de apreciación de la moneda por las políticas monetarias expansivas en ambas regiones.

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