Columnistas
Utilidad y final de los intelectuales pluralistas de izquierda en un Estado marxista
Javier Tamayo Jaramillo Exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia y tratadista |
En el marxismo actual, en especial el denominado “uso alternativo del derecho o nuevo derecho”, el papel de los intelectuales pluralistas de izquierda es fundamental en el camino hacia el poder. Pero como se verá, instalado el régimen totalitario, son los primeros en desaparecer del espectro político y hasta físico.
Veamos el proceso:
En primer lugar, la idea es no disparar una sola bala para acceder al poder. Hay métodos más efectivos, como el de acudir inicialmente, a una serie de personas sinceramente pluralistas y demócratas que, convencidas de las ideas de un socialismo pluralista, como por ejemplo, la Social Democracia, proponen, dentro de las libertades de un Estado de Derecho, una serie de soluciones que siendo socialistas, no riñen con el pluralismo en el cual creen sinceramente. El marxismo los usa dentro del Estado de Derecho vigente, sin que ellos lo perciban, para penetrar poco a poco el poder e ir mellando el pluralismo ideológico. Allanado el camino, los marxistas, con todos los hilos del poder en sus manos, acuden a un referendo previsto en la Carta, pero controlado por ellos, que termina por instalarlos con visos de legitimidad en el poder total, como ha pasado en varios países latinoamericanos. Una vez acomodados, aprietan poco a poco las tuercas de la represión, hasta aniquilar lentamente a la Iglesia, y a los intelectuales que se salgan de la fila en un momento dado, como le sucedió al profesor Miquelena en Venezuela.
En débiles e injustos Estados sociales de Derecho, como el colombiano, los intelectuales pluralistas de izquierda, oficiando de jerarcas religiosos, periodistas, escritores, profesores universitarios y sobre todo, de jueces, creyentes todos ellos, en la democracia y el pluralismo, se imponen la tarea de eliminar al máximo la injusticia reinante, acompañados, sin darse cuenta, de marxistas camuflados que conocen muy bien el método de lucha que significa poner adelante a quienes no generan desconfianza, ya que el pluralismo reinante les permite que otros ejecuten labores de justicia social.
Para que la moneda falsa pueda circular requiere de la buena, diría Ortega y Gasset. Esos irreverentes pero pluralistas periodistas, jueces y profesores de izquierda disfrutan como nadie de sus cómodas posiciones, pues su palabra es como un caviar para un pueblo hambriento. Su palabra los vuelve hasta eróticos y sensuales.
Los magistrados de las altas cortes, por ejemplo, siendo todo menos marxistas, caen en la tentación del creacionismo del derecho de los jueces, y terminan desconociendo el imperio de la ley y la Constitución, es decir, el Estado de derecho, con la idea de hacer verdadera justicia. Ese comportamiento trae dos consecuencias favorables al ascenso incruento del marxismo. Por un lado, desbocados por su afán de prestigio ante los medios de comunicación, sus fallos desestabilizan la división de poderes, al crear una opinión favorable de tal magnitud, que no hay quien se les pueda oponer. Los escasos recursos que se deben repartir en condiciones de igualdad entre todos los menesterosos se destinan al otorgamiento de tutelas que tomadas aisladamente parecen justas, pero que inmersas en el mar de necesitados, conducen a la más infame injusticia. Y con ese desconocimiento del imperio de la ley, cumplen uno de los postulados centrales de Karl Schmitt, padre del nacional socialismo, y ahora, mentor del marxismo, consistente en el aniquilamiento del pluralismo y de la división de poderes.
En segundo lugar, instalan una lucha por el poder político por parte de los jueces contra las otras ramas del poder, como muy bien lo pregona Diego López Medina en su obra El Derecho de los Jueces (2da. Ed. Pág. 267). Y como dice el mismo autor, tras esa lucha de poderes, viene una lucha de clases. Esas luchas entre las ramas del poder generan el caos y la desconfianza en el sistema vigente, caos vital para la lucha marxista, pues todo el que tenga una cuota de poder se siente legitimado para decidir y opinar a su gusto, como lo hace el actual Fiscal, sin tener en cuenta los textos legales, o las funciones constitucionales de otros funcionarios, como lo propone el nuevo derecho. Es la creación de una real torre de Babel que deslegitima el sistema vigente, y arruina los partidos políticos. Para entonces, dentro de la Rama Judicial se han incrustado jueces marxistas, u otros pluralistas de izquierda, convencidos de que con la discreción judicial realizan el verdadero Estado social de derecho.
Y ni qué decir del papel de periodistas y columnistas que, convencidos de sus ideales pluralistas ofician de francotiradores en favor de los débiles y de la libertad de opinión. Ellos modulan la opinión pública en favor de la idea que les interese realizar. Pero, con excepciones, difícilmente tocan a los grupos económicos que remuneran su opinión. Ellos disfrutan en los cocteles, foros académicos, entrevistas y todo aquello que los torna tan atractivos, pero tildando de reaccionarios a quienes no piensen igual.
Y los jerarcas de la Iglesia, defensores de la paz a como dé lugar, bendecirán a los marxistas que se valgan de sus enormes lenguas para comulgar frente a las cámaras, para apoyarlos en su ascenso al poder.
Cuando el marxismo gobierne, estos intelectuales pluralistas serán los primeros en caer como muñecos de plomo. Su pluralismo será un estorbo. Cerrarán las cortes para conformarlas con marxistas confesos o con oportunistas dispuestos al acomodo. Cerrarán los medios de comunicación que no se sometan al partido único. Los intelectuales vistosos del Estado de derecho, ahora serán desechables, o áulicos vergonzantes del régimen.
La falta de espacio solo me deja afirmar que estos intelectuales pluralistas de izquierda deben seguir haciendo su oficio con autenticidad, pero teniendo cuidado de no servir de idiotas útiles a los marxistas de partido único. Están obligados a defender el pluralismo y el Estado de derecho. Entender que ahora la lucha es entre pluralistas y autoritaristas.
6 Ibíd., p. 135.
7 López Medina, Diego. El parlamentarismo en Colombia. En la obra colectiva El sistema parlamentario, el mejor sistema para Colombia. Legis, Bogotá, 2004, p. 227 y ss.
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