14 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 1 hour | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Columnistas

Ni izquierda ni derecha, sino pluralismo o autoritarismo

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Javier Tamayo Jaramillo

Exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia y tratadista

tamajillo@hotmail.com

Las crisis económicas recientes han obligado a los movimientos políticos, sin excepción, a recurrir al pragmatismo económico, para tratar de garantizar en la medida de lo posible, los derechos sociales de la comunidad. En ese sentido, el capitalismo y el socialismo no constituyen más, la summa divitio de la política. Todos los gobiernos sensatos establecen en mayor o menor medida políticas de libre mercado si no quieren fracasar en el logro del Estado de bienestar.

 

Pero el marxismo sigue utilizando el discurso de la lucha de ricos contra pobres, cuando realmente inspirados en Karl Schmitt, lo que pretende es eliminar el pluralismo ideológico y la división de poderes independientes. Ya no habla abiertamente de Marx ni de Schmitt (eso espanta al pueblo). La izquierda extrema, hábil y falazmente, dice defender el Estado social de derecho que garantice libertades y el mínimo vital para todos. De eso habla como instrumento para tomarse el poder, con la ayuda de los idiotas útiles, para luego tratar de realizar el estado social, eliminando todo vestigio de pluralismo y respeto por la Constitución. En consecuencia hoy luchamos bien sea por un Estado autoritario de extrema izquierda o derecha (lo que interesa es un poder monolítico), que aniquile la democracia pluralista y el principio de legalidad protegido por la división de poderes independientes; o luchamos por mantener el Estado social de derecho que garantice la división de poderes independientes, y un pluralismo partidista con matices que van desde el neoliberalismo hasta la social democracia. Ese es el sistema consagrado en la Carta de 1991.

 

Entonces, señores académicos: no escondamos el real discurso. No hagamos más populismo hablando de ricos contra pobres. Que cada quien escoja entre autoritarismo o pluralismo, y sobre esa base, ordenemos la lucha política. El Estado social o de bienestar cabe dentro de las dos corrientes y la alternativa radica ya, en escoger entre democracia pluralista como objetivo permanente (Estado de derecho), o gobierno concentrado en un solo partido encabezado por el poder autoritario de un soberano, que decide y desconoce el mundo normativo.

 

He comenzado por la conclusión, para referirme a una réplica que a un artículo mío titulado “Karl Schmitt, emperador de América Latina”, escribió recientemente en Ámbito Jurídico, el profesor Iván Garzón Vallejo, titulada “Leer a Schmitt (sin prejuicios progresistas)”.

 

En dicho artículo, sostenía yo, que Schmitt ideólogo del nazismo, del poder único del más fuerte, enemigo del Estado social de derecho, de la Constitución escrita –pues la verdadera Constitución es la voluntad del pueblo representado por aclamación, por quien detenta el poder– del principio de legalidad, y del multipartidismo, basaba su doctrina en el concepto amigo-enemigo, hasta el punto de que los amigos políticos debían mantener permanentemente una lucha contra los enemigos hasta “acabarlos” si fuere necesario. Y agregaba que el marxismo actual, sobre todo el latinoamericano, se basaba en la ideología de Schmitt con el fin de consolidar la revolución mediante un Estado de partido único, acudiendo a esa tesis de la lucha amigo-enemigo, y que Venezuela, Argentina y otros países del continente eran buen ejemplo de ello, pues en todo momento buscan crear un enemigo real o imaginario, para en esa forma mantener intacto su poder.

 

El doctor Garzón Vallejo afirma que “no existe ninguna alusión de Schmitt que sugiera, como escribe Tamayo, que hay que ‘acabar con el enemigo”. Admito que Schmitt no acude literalmente a la palabra “acabar”. Pero sus ideas expresan lo mismo aunque con vocablos más fuertes aún. El siguiente párrafo de Schmitt, habla por sí solo:

 

“Al Estado, en cuanto unidad sustancialmente política, le compete el jus belli, o sea la posibilidad real de determinar al enemigo y combatirlo en casos concretos y por la fuerza de una decisión propia. Es por lo tanto indiferente con qué medios técnicos será realizada la guerra, qué organización militar exista, cuántas posibilidades haya de ganar la guerra, a condición de que el pueblo políticamente unificado esté dispuesto a combatir por su existencia e independencia: él determina, por la fuerza de una decisión propia, en qué consiste su independencia y su libertad. (...) el estado como unidad política decisiva ha concentrado en sus manos una atribución inmensa: la posibilidad de hacer la guerra y por consiguiente a menudo de disponer de la vida de los hombres. En efecto, el jus belli contiene una disposición de este tipo; ello implica la doble posibilidad de obtener de los miembros del propio pueblo la disponibilidad a morir y a matar, y la de matar a los hombres que están de parte del enemigo” (negrilla es mía) (Schmitt, El concepto de lo político, 1928, traducido y publicado en 1984, en Buenos Aires, Editorial Folios, por José Arico, pp. 41-42).

 

Sobra cualquier comentario.

 

Ahora, para que no quede duda de que Schmitt es el ideólogo del marxismo latinoamericano, basta buscar en Google, los links titulados “Schmitt en Argentina” y “Schmitt en Venezuela”. Allí podrán leerse una infinita cantidad de artículos que así lo corroboran. Basta citar los siguientes: Dotti, Jorge Eugenio, Carl Schmitt en Argentina, 1999, Editorial Homo Sapiens; Row, Bob; ¿Carl Schmitt gobierna a la Argentina?”, Disponible en: http://gloriamundo.blogspot.com/2010/10/; Boron, Atilio A. González, Sabrina. Al rescate del enemigo: Carl Schmitt y los debates contemporáneos de la teoría del Estado y la democracia, 2003, Clacso (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales). Buenos Aires; Genoud, Diego, Carl Schmitt, el pensador nazi que inspira a los Kirchner artículo publicado el 29/09/2009, Disponible en: http://argendocu.com.ar/dato/ideologia-debate/Carl-Schmitt-el-pensador-nazi-que-inspira-al-Kirchnerismo.htm.

 

Así las cosas, la sociedad colombiana no puede seguir debatiéndose en el falso dilema entre la izquierda y la derecha, sino en la defensa del Estado social de derecho, pluralista, respetuoso del principio de legalidad, y para mi gusto, inspirado en los principios de la social democracia, impidiendo que la Corte Constitucional, inspirada en Schmitt (Sent. C-551/03, Nº 28), siga desconociendo la Carta, como lo ha hecho en innumerables oportunidades, como cuando desconoció el derecho del pueblo a citar un referendo para modificar la Constitución escrita.

 

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