Los desafíos multifacéticos de la transición demográfica

Jorge Arango Velasco
Profesional en Finanzas de la Universidad Externado de Colombia

Para el año 2050, se proyecta que más del 75 % (155 de 204) de los países experimentarán tasas de fertilidad tan reducidas que no podrán sostener el crecimiento de sus poblaciones. Esta tendencia se acentuará hacia el 2100, cuando aproximadamente el 97 % (198 de 204) de los países se encontrarán en esta situación. Se espera que las tasas de mortalidad superen a las de natalidad, lo que conducirá a una disminución gradual de la población mundial. Si quiere saber cuáles son estos seis países le recomendamos seguir leyendo hasta el final del artículo.

La transición demográfica es un fenómeno en el que los niveles de fecundidad y mortalidad de la población disminuyen significativamente, no solo representa un cambio en la estructura demográfica de una sociedad, sino que también desencadena una serie de complejas implicaciones económicas, sociales, políticas y culturales.

Por un lado, la disminución en la tasa de natalidad (como lo que le está ocurriendo a Japón, Corea y Europa) conduce a una población más envejecida, lo que plantea desafíos para los sistemas de pensiones y la atención médica. Con menos personas en la fuerza laboral activa para sostener a una creciente población de jubilados, los sistemas de pensiones pueden enfrentar dificultades financieras. Además, el aumento de la esperanza de vida puede llevar a una mayor demanda de servicios de atención médica y cuidado a largo plazo, lo que ejerce presiones adicionales sobre los sistemas de salud y los recursos disponibles para el cuidado de personas mayores.

Esto se evidencia en el notable aumento de la esperanza de vida al nacer desde 1965 hasta 2020, especialmente destacado en la República de Corea, donde ha ascendido de 58 a 84 años. Asimismo, en América Latina y el Caribe este indicador ha experimentado un crecimiento significativo, pasando de 57 a 74 años.

Por otro lado, la disminución en la tasa de mortalidad (como le está pasando a África) puede resultar en un incremento de la esperanza de vida y una mayor proporción de personas jóvenes y mayores activas en la sociedad, generando una presión sobre el sistema educativo y la generación efectiva de empleos. En África la esperanza de vida pasó de 1965 hasta 2020 de 45 años a 65 años, y seguirá aumentando conforme los servicios médicos sigan mejorando su atención.

Esta mayor longevidad puede tener efectos positivos en términos de capital humano y experiencia laboral disponible, ya que las personas mayores pueden seguir contribuyendo al mercado laboral y aportando su conocimiento y habilidades a la sociedad. Sin embargo, también plantea retos en términos de adaptación de los entornos laborales y sociales para satisfacer las necesidades específicas de una población envejecida.

Para el caso colombiano, el 14,5 % de la población es de adultos mayores e incluso se proyecta que para el 2030 la cifra de personas con más de 60 años esté cercana al 20 % y en el 2060, al 35 %, de acuerdo con Observatorio del Adulto Mayor.

La disminución en las tasas de fecundidad acarrea importantes implicaciones económicas, especialmente en relación con la fuerza laboral y los sistemas de pensiones. En un lapso de apenas 55 años, entre 1965 y 2020, las tasas de fecundidad a nivel mundial en América Latina y el Caribe, así como en la República de Corea, que anteriormente figuraban entre las más altas del mundo, alrededor de 6,1 hijos por mujer, descendieron a niveles considerablemente más bajos. En América Latina y el Caribe el promedio cayó a 2,2 hijos por mujer, situándose por debajo del promedio mundial, mientras que en la República de Corea llegó a niveles entre los más bajos del mundo, con 0,8 hijos por mujer. Muy importante tener en cuenta que demográficamente el valor de reemplazo poblacional está en 2,1 hijos por mujer.

El pronóstico de un significativo crecimiento demográfico en algunos países africanos en las próximas décadas plantea una serie de desafíos y oportunidades para el desarrollo en la región. Se estima que para el año 2100 uno de cada dos niños nacidos en el planeta lo hará en el África subsahariana. Según las proyecciones de las Naciones Unidas, para el año 2050 la población de África rondará los 2.500 millones, lo que representaría más del 25 % de la población mundial. Aunque se espera que el crecimiento demográfico se desacelere a partir de entonces, África seguirá siendo, con gran diferencia, la principal fuente de crecimiento en el mundo. Para finales de siglo se prevé que su proporción de la población mundial se acerque al 40 %. Los países que mayor aporte tendrán al crecimiento demográfico serán República del Congo, Tanzania, Etiopía, Nigeria y Egipto, seguidos de Pakistán y Filipinas.

Además de las implicaciones económicas, la transición demográfica también tiene importantes ramificaciones sociales. Por ejemplo, la disminución de la fecundidad puede liberar a las mujeres de responsabilidades familiares intensivas, lo que les permite participar más plenamente en el mercado laboral, se espera un aumento constante, representando cerca del 73 % en el rango de edad de 25 a 64 años para 2050. Sin embargo, esto también puede plantear rivalidades en términos de igualdad de género y equilibrio entre la vida laboral y personal.

Podría llegarse a pensar que la solución de unos países decreciendo y otros países creciendo podría estar en la inmigración legal y ordenada, sin embargo, existe una "trampa de la población", un fenómeno de gran relevancia en el contexto de la transición demográfica y el desarrollo económico de los países. Este término hace referencia a la situación en la que el crecimiento rápido de la población supera la capacidad de desarrollo económico de un país, lo que puede conducir a un estancamiento en los niveles de vida y al agotamiento de los recursos disponibles, situación a la que se han visto expuestos países con proclives políticas migratorias como Canadá y Australia. Cuando un país experimenta un rápido crecimiento demográfico sin un desarrollo económico correspondiente se enfrenta a una serie de desafíos complejos. Por un lado, el aumento de la población puede ejercer presiones sobre los recursos naturales, como la tierra, el agua y los alimentos, lo que puede llevar a la degradación ambiental y la escasez de recursos básicos para la subsistencia. Además, un crecimiento demográfico descontrolado puede sobrecargar los servicios públicos, como la educación, la salud y la infraestructura, dificultando la provisión de servicios de calidad para todos los ciudadanos.

La inmigración, en este contexto, puede influir tanto en el crecimiento demográfico como en el desarrollo económico de un país. Por un lado, la inmigración puede contribuir al crecimiento de la población y a la diversidad cultural, lo que puede ser beneficioso en términos de dinamismo social y económico. Sin embargo, si la inmigración no se gestiona adecuadamente también puede generar tensiones sociales y económicas, especialmente si los inmigrantes enfrentan discriminación o tienen dificultades para integrarse en la sociedad receptora.

La transición demográfica es un fenómeno complejo que afecta a múltiples aspectos de la sociedad. Si bien presenta desafíos significativos, también ofrece oportunidades para el crecimiento y el desarrollo si se abordan de manera adecuada. La comprensión de estas complejas dinámicas demográficas es crucial para informar políticas y decisiones que promuevan un desarrollo sostenible y equitativo a nivel global. Solo mediante la colaboración y el compromiso a nivel internacional podemos abordar eficazmente los desafíos y aprovechar las oportunidades que presenta la transición demográfica en el siglo XXI, que nos llevará a alcanzar una cúspide de 10.000 millones de habitantes en el año 2050, para luego decrecer y decrecer con el riesgo de desaparecer.

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