14 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 14 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

El ejercicio de la profesión de abogado se transforma

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Adriana Zapata

Doctora en Derecho

 

El ejercicio de la profesión legal no es el que solía ser. De la tradicional práctica individual, hemos llegado a la multinacional del Derecho, en donde fulguran los nombres de firmas norteamericanas e inglesas y de otros no menos importantes jugadores del primer mundo. Y así como nos llegan las noticias de las integraciones entre los conglomerados del sector real y financiero, también asistimos año a año a las movidas entre los grandes despachos que se fusionan, arrojando cifras astronómicas de facturación y de ejércitos de abogados. Por supuesto, siguen existiendo los llamados “sole practitioners”, pero ellos se convierten poco a poco en una minoría.

 

Colombia no es la excepción a esta tendencia global, si bien no tiene la dinámica vertiginosa de otros países, y puede decirse que el abogado independiente y las oficinas de profesionales que comparten gastos son los esquemas aún predominantes. Es, sobre todo, en la última década, en la que irrumpe con fuerza el aterrizaje de firmas procedentes de EE UU, Inglaterra y España, como también que se dan -a modo defensivo- los movimientos estratégicos de los jugadores locales, con fusiones de mediano tamaño, para no hablar de las integraciones en el nivel regional. Con estos arribos, gana el ejercicio local, pues con ellos llegan las mejores prácticas internacionales de la profesión. 

 

¿Por qué ocurre esto? No hay un solo factor que explique totalmente el fenómeno. Para comenzar, una razón plausible es que también el Derecho como disciplina ha ganado complejidad, la cual se explica en la hiperreglamentación de las sociedades modernas, que conduce inexorablemente a la necesidad de especialización. Es solo en nuestra disciplina en la que se pretende que todos debemos saberlo todo, constituyéndose este deber quizá en la mayor de las falacias de la modernidad, que conlleva la grave consecuencia de todos conocida: la ignorancia de la ley no sirve de excusa. Pero los abogados ya sabemos que no podemos dar cuenta de todo el contenido legal, ni siquiera el de una sola jurisdicción, sí que menos el ciudadano.

 

Complementariamente, están las preferencias de los clientes. Nada puede serles más cómodo que encontrar en una sola oficina los expertos en cada disciplina, bien para necesidades diversas, bien en búsqueda de una visión de 360 grados para atender un problema complejo, bajo el conocido concepto del “one stop shop”. No quiero implicar con esto que nuestros tradicionales modelos de ejercicio estén mandados a recoger. Siempre será importante la voz del gran experto para contar con su veredicto, pero insisto en que cada vez será más frecuente encontrarlo en un gran despacho.

 

Otra explicación que muestra la tendencia de la organización de servicios legales en nuestro país se encuentra en el flujo acrecentado de inversiones extranjeras, como también de colombianas en el exterior. Estas incursiones se realizan mediante operaciones de enorme complejidad, en las que lo financiero, administrativo y jurídico se funden en una sola estrategia. Por ende, desde la perspectiva legal son muchos los saberes implicados: Derechos Financiero, Tributario, Cambiario, de las inversiones, contratación estatal, de la Competencia, del medioambiente, en fin. Todos en su conjunto apuntalan el modelo de servicios a través de firmas de práctica completa. Y en la medida en que la infraestructura local y regional esté aún por completarse, más desarrollo tendrá esta forma de organización.

 

Este modelo demanda de los abogados unas destrezas que van más allá de los currículos tradicionales que ofrecen las facultades de Derecho. Para comenzar, competencias para el trabajo en equipo y el desarrollo de habilidades de negociación. Podría pensarse que ellas nos vienen por añadidura al recibir el título, pero nada es más alejado de la realidad. Aún seguimos siendo percibidos como profesionales enfocados en brillar individualmente y a jugar más en el terreno de la solución al problema que en el de precaverlo. Al lado de estas habilidades, otras se muestran igualmente importantes como, por ejemplo, nociones de administración y conocimientos en tecnologías de la información y programación.

 

Nos quedan por fuera de este análisis aspectos de la profesión tan determinantes como la carrera judicial, ella a su turno expuesta a múltiples desafíos, aunque de otro orden, pues allí también los vientos de cambio arrecian, en particular por cuenta de la inteligencia artificial.

 

No resulta fácil imaginar cómo será el ejercicio profesional a la vuelta de una década -seguramente muy distinto al actual, como ya lo es hoy respecto del pasado reciente-, pero esta dificultad no nos exime del deber de reflexionar en beneficio de los abogados del mañana.  

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