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24 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 1 hora | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

¿Cambiarán las facultades de Derecho del futuro? (II)

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Adriana Zapata

 

Doctora en Derecho

 

En la columna anterior (edición 528) me referí a los desafíos que enfrentan las universidades en un mundo en el que la inteligencia artificial (IA) gana protagonismo. Trataré de enfocarme ahora en el papel de las facultades de Derecho de cara a la formación de los abogados para ese nuevo escenario.

 

La IA plantea oportunidades para el estudiante de Derecho, entre ellas, el contar con mejores herramientas para el estudio de las leyes, los casos y la jurisprudencia. Estas se encuentran ya disponibles en bases de datos, revistas digitales, buscadores, la red misma; tantas ayudas antes desconocidas, ahora al alcance de la mano. El corolario es obvio: las escuelas de Derecho están llamadas a hacer inversiones en tecnología en escala mayor, en orden a proveer a sus estudiantes de estos recursos digitales.  

 

La tecnología llama igualmente a la innovación pedagógica a través de las aulas, cursos y comunidades virtuales, los conocidos MOOC, las OVA (objetos virtuales de aprendizaje), métodos que ya existen en algunas facultades, pero que en el futuro aumentarán su protagonismo. De paso, es bueno subrayar que no debemos caer en el error de pensar que con estos apoyos se remplaza al profesor, porque si algo forja al estudiante de Derecho es la presencia y el ejemplo del maestro: la educación no es solo la formación en la disciplina; también es, o mejor aún, sobre todo, templar el carácter del individuo.

 

En la medida en que la IA abre nuevas áreas de actividad para el profesional del Derecho, las facultades también deben comprometerse con la formación de los abogados para que puedan desempeñarse en ellas. Por ejemplo, el Mckinsey Global Institute identifica un área a la que denomina “traducción legal”, actividad que consiste en llevar el contenido tecnológico de las aplicaciones legales al conocimiento, comprensión y operación de quienes las emplean, sean ellos jueces, litigantes o usuarios de la justicia, los abogados o sus clientes. Otro ámbito es el de la defensa de los derechos civiles del ciudadano en la era digital, que lleva a preparar al estudiante para que comprenda estos entornos y proyecte sobre ellos sus conocimientos legales; ni qué mencionar los desafíos éticos que apareja este nuevo mundo, que deja en evidencia la interferencia manifiesta de las tecnologías en el debate democrático. No podemos echar en saco roto la advertencia de Lawrence Lessig, reconocido profesor de la Universidad de Harvard: la inteligencia artificial no es neutral, ni política ni éticamente.

 

El entorno digital y la IA también implican el desarrollo de competencias flexibles que complementen las meramente legales en el estudiante. El aprendizaje le demandará más autodisciplina y autorregulacion, en una palabra: más autonomía, de cara al uso de las herramientas de la tecnología, al trabajo telemático y, en general, a la menor presencialidad. Otra característica que será muy importante desarrollar es la de una mayor habilidad para el trabajo en entornos transdisciplinarios e interdisciplinarios, en los que el abogado y el especialista se suman a grupos de trabajo con integrantes de distintas procedencias, para colaborar en el diseño de soluciones a problemas específicos. Esto es así porque si algo caracteriza a la sociedad de la información es la aplicación de nuevas formas participativas de trabajo y la aplicación de metodologías novedosas para la solución de problemas, como el llamado design thinking. En estos escenarios el abogado aportará su capacidad de análisis, la lógica jurídica que tanto nos caracteriza.

 

Los abogados debemos integrarnos a este nuevo entorno, a fin de atender los requerimientos, que no solo proceden del sector privado y las grandes empresas, sino también de las pymes y del sector público a través del gobierno digital, la defensa del Estado, la función pública, la Rama Judicial con sus innovaciones tecnológicas: todos ellos en la carrera de incorporar las tecnologías en pro del ciudadano.

 

Por todo lo anterior, es necesario que las facultades de Derecho también preparen a los estudiantes en el conocimiento y el dominio de estos fenómenos para identificar los escenarios en los que las libertades del individuo y el Derecho mismo se pongan en entredicho. En conclusión, a las dimensiones tradicionales de la formación en el Derecho se añadirán otras, con el cuidado de no disminuir la importancia que tiene la formación jurídica y la dimensión humanista del abogado.

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