Columnistas
Zika: el momento de exigir opciones dignas y coherentes
Mónica Roa Especialista en uso del Derecho para la promoción del cambio social y en equidad de género |
El virus del Zika, así como ocurrió con la rubeola en las décadas de los cincuenta y los sesenta en EE UU e Inglaterra, está normalizando finalmente el ejercicio del derecho a optar por un aborto en Colombia. En Latinoamérica ha quedado en evidencia que las mujeres colombianas tienen el privilegio de vivir en un país donde la Constitución y la ley les garantizan todas las opciones reproductivas para enfrentar cualquier embarazo: los anticonceptivos, incluida la anticoncepción de emergencia, hacen parte del Plan Obligatorio de Salud, y ante un embarazo las opciones legales son la adopción, la maternidad y el aborto.
Sin embargo, mientras en unos debates se abre la mirada, en otros se profundiza el prejuicio. Aunque las mujeres y las personas en situación de discapacidad comparten una historia de opresión, especialmente en materia de autonomía frente a la toma de decisiones médicas, la crisis del zika ha hecho más evidente una tensión entre los avances de los derechos de estos dos grupos. Los derechos reproductivos no pueden ganar legitimidad frente a la opinión pública a costa de la estigmatización de personas que viven con microcefalia. Por ejemplo, es inaceptable la forma en la que según reporta el New York Times un médico colombiano le informa a su paciente sobre la posibilidad de interrumpir el embarazo diciéndole que “ninguna mujer debería ser obligada a dar a luz un niño que, en pocas palabras, es inútil para la sociedad”.
Activistas del movimiento de personas con diversidad funcional como Rosemarie Garland-Thomson buscan resolver esta tensión, y para ello proponen cambiar la narrativa de la microcefalia para que deje de ser una historia inequívocamente trágica y empiece a entenderse como una condición con matices que en ocasiones puede no ser tan severa y frente a la cual existen opciones para asegurar una vida digna. De esa realidad da testimonio la periodista brasileña Ana Carolina Cáceres, de 24 años, quien afirma ser una mujer plena y feliz que vive con microcefalia, gracias a que ha contado con el apoyo necesario para tener su propio proyecto de vida. Ana Carolina se siente ofendida y atacada cuando la única reacción frente a la crisis del zika parece ser el aborto o el caos. Ella defiende el derecho de cada mujer a decidir, pero insiste en que se ofrezca la información completa.
Cuando se trabaja por el derecho de las mujeres a tomar sus propias decisiones reproductivas de forma autónoma, no se puede privilegiar una decisión sobre otra. En este sentido, es tan importante que se garantice el aborto digno y seguro a las mujeres con zika que así lo decidan, como que se asegure el derecho de las mujeres que quieran llevar a término este embarazo, con la garantía de que sus hijos en situación de discapacidad tendrán acceso a los tratamientos de salud que requieran y a las políticas de inclusión que les permitan ejercer la ciudadanía de manera plena. Y para que las mujeres embarazadas con zika puedan tomar una decisión realmente autónoma, es crucial que la información que se provea sea desestigmatizante, amplia y suficiente.
Frente a cualquiera de estas dos opciones debemos tener absoluta claridad de que el zika es un tema que afecta de forma desproporcionada los derechos de las mujeres pobres. No solo son ellas las más expuestas al mosquito por las labores de recolección y almacenamiento de agua, sino que al no tener dinero para comprar lo que los derechos deberían garantizarles, son quienes realmente sufren la falta de acceso a los derechos reproductivos, y enfrentan las barreras de inclusión para las personas con discapacidad a su cargo.
El editor jefe de la revista The Lancet sostiene que las epidemias pueden ser oportunidades para el cambio social. Tenemos una oportunidad regional para exigir opciones dignas al unísono y con coherencia.
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