15 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 9 hours | ISSN: 2805-6396

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Whistleblowers

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Catalina Botero Marino

Abogada especialista en Derecho Constitucional y Derecho Internacional de los DD HH

@cboteromarino

 

 

“No hay jerarquía en el horror y la brutalidad de las que fui testigo durante las últimas dos décadas -masacres, tortura, asesinatos, desplazamiento de poblaciones-, pero el relato de un niño de ocho años de edad, describiendo en detalle el abuso sexual del que fue objeto por parte de las fuerzas de paz destinadas a protegerlo, es el tipo de cosas que hubiera deseado no tener que leer nunca”. Así comienza la carta a través de la cual Anders Kompass explica su renuncia a la ONU. Renuncia originada en un conjunto de hechos vergonzosos que, entre otras cosas, ilustran la importancia de diseñar marcos institucionales para proteger a los informantes.

 

En el 2014, funcionarios de la ONU elaboraron un reporte reservado sobre los abusos sexuales a los que estaban siendo sometidos niños desplazados en un campo de refugiados en la República Centroafricana por parte de los soldados franceses de las fuerzas de paz.  Durante meses, el reporte circuló de gaveta en gaveta en las oficinas de la ONU, sin que nada pasara. Frente a la impotencia generada por la falta de investigación, Anders Kompass, un respetado y experimentado funcionario de la organización, director de las oficinas de terreno de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, envió el reporte a las autoridades francesas.

 

En ese momento, la ONU se alertó e inició una investigación interna, no contra los soldados involucrados, sino contra Kompass, por el envío del reporte a los fiscales franceses. Ante esta arbitrariedad, otros funcionarios de la ONU, indignados, filtraron la información a la prensa. El diario británico The Guardian publicó la noticia completa: el horror de los abusos cometidos por los soldados, la inacción de la ONU y la injusticia contra Kompass. Solo entonces, gracias al escándalo, el Secretario General de la ONU convocó un panel externo de expertos independientes, para que investigara lo sucedido.

 

Todas las investigaciones llegaron a una conclusión: Kompass había hecho lo correcto, lo que una persona decente hubiera hecho. Sin embargo, en casos como estos, cuando se trata de denunciar violaciones de derechos humanos cometidas por miembros de la propia institución, al parecer hace falta más que decencia para hacer lo correcto. Ante la inexistencia de marcos institucionales adecuados, hace falta mucho coraje, pues el costo puede ser muy alto.

 

El panel externo reprochó duramente a los funcionarios que abrieron la investigación contra Kompass, y a la ONU por la absoluta inacción frente a los crímenes cometidos. Liberado de todo cargo, Kompass renunció. En su carta, cuestionó la gravísima impunidad que existe en la organización y la falta de garantías para que los funcionarios puedan hacer denuncias sobre violaciones de derechos humanos.

 

Si en este caso él no hubiera tenido la valentía de pasar el reporte a los franceses, otros funcionarios el coraje de filtrar la información, y los medios las garantías para publicar, es probable que nunca hubiéramos sabido de soldados franceses obligando a niños hambrientos a hacerles sexo oral a cambio de comida. Sin esta información, los fiscales franceses no podrían actuar.

 

Una vez más, esta historia pone de presente la urgencia de elaborar marcos institucionales que resguarden a quienes descubren violaciones de derechos humanos o actos de corrupción y, claro, la importancia de salvaguardar a la prensa para que pueda hacer su trabajo. Es indispensable impulsar normas que generen incentivos para hacer las denuncias correspondientes y que protejan a los denunciantes contra las represalias directas o indirectas como las intimidaciones o el acoso, los traslados, la interrupción de la carrera, o las gravosas investigaciones. En Colombia, la Secretaría de Transparencia está elaborando una propuesta de protección a informantes de actos de corrupción que debería ser ampliada a denuncias sobre violaciones de derechos humanos. Necesitamos promover estas iniciativas, para que las personas decentes no tengan que convertirse en héroes para poder hacer lo correcto.

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