Ruth Joan Bader Ginsburg
“La nación ha perdido a una jurista de talla histórica”. Presidente Corte Suprema de Estados Unidos
Whanda Fernández León
Docente Universidad Nacional
Nació en Brooklyn en 1933, hija de padres judíos y desde su adolescencia se perfiló como una mujer de méritos excepcionales. Falleció en Washington, el pasado 18 de septiembre, a los 87 años, a causa de un cáncer pancreático que hizo metástasis.
Refieren sus biógrafos que, culminados sus estudios de secundaria en James Madison High School, ingresó becada a la Universidad de Cornell, donde se recibió como licenciada en Derecho. Tiempo después, ya casada con el prestigioso abogado tributarista Martin Ginsburg, se matriculó en la Universidad de Harvard, para continuar su exigente formación académica. Fue una de las nueve mujeres inscritas en la Escuela de Leyes de esta institución, a quienes el decano preguntó por qué creían que debían estar allí ocupando el lugar de un hombre.
Al ser rechazada por los bufetes privados ejerció la profesión por varios años como litigante exitosa, gracias a su dominio de los saberes jurídicos, su dialéctica de gala, su capacidad para argumentar y su estrategia para contrainterrogar, especialmente en procesos por discriminación de género, llegando a intervenir en siete casos de gran relevancia ante la Sala Plena de la Suprema Corte de los Estados Unidos. Alguna vez admitió que esas disertaciones ante los nueve jueces más poderosos del sistema legal de la nación la ponían tensa, pero que pasados dos minutos de iniciado el discurso, el miedo desaparecía.
Hace 40 años, en el Rose Garden de la Casa Blanca, el presidente Jimmy Carter la designó juez de la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia y, en 1993, el presidente Bill Clinton la postuló como magistrada de la máxima entidad judicial norteamericana, nominación que ratificó el Senado con una votación de 96 contra 3, convirtiéndose en la segunda mujer en ocupar tan elevado cargo.
La emblemática magistrada fue vehemente defensora de los derechos de la mujer, las libertades civiles, la justicia y la igualdad. Con frecuencia se le escucharon frases como estas: “Por primera vez en la historia de los Estados Unidos ha sido posible reclamar ante las cortes y el parlamento, la ciudadanía equitativa de hombres y mujeres, como un principio constitucional”, “El Estado no puede cerrar con candado la puerta a la justicia igualitaria”, “Las distinciones legales basadas en sexo son sorprendentemente anacrónicas”. “Qué afortunada fui de estar viva y ser abogada”.
Hija, esposa, madre, litigante, catedrática, escritora, oradora forense y magistrada fueron los roles que le asignó la vida y que ella desempeñó con excelencia. Fue artífice de cientos de sentencias trascendentales y de un número similar de valerosos disensos, todos elaborados con admirable profundidad e impecable estilo.
Muchos pasajes de su vida son realmente fascinantes: su elegante forma de vestir, el uso frecuente de guantes de encaje, su inclinación por los estilizados diseños del modisto Giorgio Armani y su costumbre de llevar sobre la toga negra elaborados cuellos de llamativa tonalidad. Varias veces fue destacada como una de las mujeres mejor vestidas y pese a su edad, jovencitas y niños la convirtieron en su ídolo. Ícono de la cultura Pop, amaba también el cine, el teatro, la ópera y el ballet.
Durante su brillante trayectoria, recibió el Premio Mundial a la Paz y la Libertad, entregado conjuntamente por la Asociación Mundial de Juristas y la Asociación Mundial del Derecho. Fue protagonista de varios textos biográficos, un documental y dos películas.
A los 78 años murió su esposo Martin Ginsburg; antes de expirar le expresó su devoción entregándole esta nota manuscrita: “¡Qué gusto ha sido verte avanzar hasta la cima del mundo jurídico!”.
Loor a una jurista incondicionalmente comprometida con la igualdad y la justicia; que su legado inspire a las nuevas generaciones de mujeres abogadas, para que el decoro, el respeto, la honestidad y la ética sean las virtudes que las guíen en el logro de sus supremos ideales.
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