15 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 12 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Columnistas

Libertad de expresión, discriminación y Derecho Penal

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Catalina Botero Marino

Abogada especialista en Derecho Constitucional y Derecho Internacional de los DD HH

@cboteromarino

 

 

Uno de los diputados de Brasil (Jair Bolsonaro) al votar a favor del impeachment contra Dilma Rousseff, dedicó su voto al General que torturó a la Presidenta. En otras ocasiones ha dicho que sus hijos no tendrían relaciones con personas de otras “razas”, porque son “bien educados” o que preferiría verlos morir en un accidente antes que “convertidos en homosexuales”.

 

Afirmaciones como esta fueron hechas en un famoso programa de televisión, cuyo conductor -sin saberlo el diputado- tiene un hijo transgénero y gay. Durante la pausa del programa, el periodista llamó a su hijo –Luc- y le preguntó si podía contar su historia. Con autorización de su hijo, el periodista destruyó, frente a millones de televidentes, cada uno de los prejuicios de su nefasto invitado. Esta entrevista dio lugar a una importante reflexión social sobre la irracional e injusta discriminación a la que son sometidas millones de personas solo porque tienen una orientación sexual diversa.

 

Luego de la controversia, en una magnifica entrevista, Luc explicó las razones por las cuales no demandaría al diputado por violación de las leyes que sancionan el “discurso discriminatorio”. Para él, lo que hay que lograr es que las voces de quienes son discriminados puedan ser oídas tan alto como las de aquellos que emiten opiniones discriminatorias. Solo de esta manera puede combatirse el prejuicio cultural que origina la discriminación. Yo concuerdo con esta posición.

Las afirmaciones del diputado son alarmantes, especialmente, en un país en el que hay una desigualdad estructural caracterizada por un fuerte racismo y una peligrosa homofobia. En este sentido, las leyes que sancionan la emisión de opiniones discriminatorias reconocen la existencia de un problema real que causa enorme sufrimiento. Estas leyes parten además de la premisa –a mi juicio cierta- de que el lenguaje no es inofensivo.

 

Sin embargo, lo cierto es que no existe evidencia seriamente documentada sobre el éxito de este tipo de leyes para combatir prejuicios y generar mayor igualdad. Lo que sí está documentado, paradójicamente, son múltiples casos en los cuales estas leyes han servido para proteger a quienes discriminan. ¡Ojo!, acá no estamos hablando de todas las leyes antidiscriminación ni de las normas que sancionan la incitación a la violencia, sino de aquellas normas que, como las del Código Penal colombiano, penalizan la emisión de opiniones.

 

En Ecuador, por ejemplo, las leyes que sancionan el discurso discriminatorio no han servido para promover los derechos de las poblaciones protegidas, pero sí para sancionar a los críticos del Presidente. En aplicación de estas leyes, Bonil, un importante caricaturista, fue sancionado por una caricatura sobre un diputado afroecuatoriano. No hay nada discriminatorio en la caricatura, salvo que uno considere que caricaturizar a un asambleísta por su lamentable desempeño es discriminatorio, solo porque es afro.

 

Del otro lado del mundo, en Birmania, dentro de los casi 300 prisioneros políticos liberados recientemente, estaban algunos que, como Htin Lin Oo, habían sido condenados a varios años de cárcel y “labores pesadas” (hard labor) por violar las leyes que sancionan el discurso ofensivo. El delito consistió en cuestionar privilegiadas organizaciones budistas. Estas leyes penales, hechas para defender minorías religiosas, solo han servido para proteger a los poderosos monjes ultranacionalistas de las críticas de una oposición asediada.

 

Los ejemplos del uso de las leyes antidiscriminación para castigar a las minorías son elocuentes. Las leyes que penalizan la opinión simplifican el fenómeno discriminatorio y suelen ser usadas a favor del poder. Por eso, contra las opiniones discriminatorias, es más eficaz la existencia de acciones afirmativas -como la emisión de programas como El Sofá- que promueven la diversidad, que sanciones penales que pueden terminar convirtiendo en mártir a tipos como Bolsonaro.

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