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26 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 6 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

‘La llamada de la tribu’ (II)

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Francisco Barbosa

Ph D en Derecho Público Universidad de Nantes (Francia).

Docente Universidad Externado, @frbarbosa74

 

La llamada de la tribu (Alfaguara, 2018) del escritor peruano Mario Vargas Llosa se constituye en una defensa ideológica de la libertad como elemento central del republicanismo y del modelo democrático.

 

En la columna anterior abordé las perspectivas de Smith, Ortega y Gasset y Hayek. En esta ocasión complementaré mi análisis con lo señalado por Popper, Aron, Berlin y Revel con los que Vargas Llosa complementa esta pléyade de pensadores sobre la libertad.

Karl Popper no solo fue un gran profesor de filosofía de la ciencia, sino un eximio pensador. Autor de uno de los libros más discutidos y leídos de nuestro tiempo, La sociedad abierta y sus enemigos, Popper planteó la idea que solo a través del espíritu crítico se progresa y de que la libertad es el motor de las sociedades.

 

Para Popper, no existen verdades absolutas, estas se construyen por medio de la reflexión individual. Su tesis de la sociedad abierta tiene que ver con que el ser humano piense y se aleje de la postura gregaria y sumisa, tan propia de regímenes totalitarios.

Vargas Llosa lo resume de la siguiente forma: “El Estado, dice Popper, es un mal necesario. Necesario, porque sin él no habría coexistencia ni aquella redistribución de la riqueza que garantiza la justicia y la corrección de los abusos. Pero un mal porque su existencia representa, en todos los casos, aún en los de las democracias libres, un recorte importante a la soberanía individual” (pág. 189).

 

La obra de Popper es una respuesta a la desgracia del totalitarismo nazi alemán que lideró Hitler.

 

Raymond Aron encarnó la resistencia. Estuvo siempre a contrapelo de las discusiones que Sartre, Althusser y Merleau-Ponty plantearon en Francia en los años cincuenta y sesenta. Se opuso como intelectual, a costa de múltiples críticas académicas, al comunismo y su propaganda.

 

Su mayor provocación fue la publicación de un libro intitulado El opio de los intelectuales, en el cual atacó el marxismo sin piedad. Para Aron, recuerda Vargas Llosa, el marxismo es, como lo fue el nazismo, una típica religión secular.

 

Isaiah Berlin es uno de mis pensadores liberales. Sus ideas sobre la libertad han sido capitales. La construcción de la categoría teórica sobre “las verdades contradictorias” es fundamental para entender su pensamiento. Para Berlin, no todos los valores son compatibles, por lo que la idea de una sociedad perfecta es imposible. Un ejemplo que surge en la filosofía política con claridad es la tensión entre libertad e igualdad.

 

Un segundo aporte de este autor fue su construcción de las dos libertades. La negativa y la positiva. La primera tiene relación con la capacidad del individuo de decidir sin interferencias de nadie. Es fruto de la autonomía de la voluntad.

 

La visión positiva implica que el individuo actúa no solamente conforme a sus intenciones, sino a la sociedad que lo rodea; a las necesidades colectivas. La realización de su libertad depende de las condiciones que lo rodean. Vargas Llosa hace dos preguntas que evidencian la teoría: ¿Cómo puede un analfabeto disfrutar de la libertad de prensa? o ¿De qué le sirve la libertad de viajar a quien vive en la miseria? (pág. 257).

 

Un último aspecto por resaltar surge en un magnífico libro El erizo y el zorro. Para Berlin, la fábula que explica su pensamiento parte de la base que el zorro sabe muchas cosas y el erizo sabe una gran cosa. Los erizos tienen “una visión centralizadora, centralizada, un principio ordenador”, mientras que los zorros “tienen pocas certezas, son dispersos y tienen una visión múltiple de la sociedad”.

 

Estas dos formas de pensamiento fueron esenciales para Berlin en su clasificación de los pensadores. Zorros fueron Shakespeare, Aristóteles, Montaigne, Molière, Goethe; erizos, Hegel, Dante, Platón, Proust. Un buen corolario de Berlin se resume en su frase “es aburrido leer a los aliados, a quienes coinciden con nuestros puntos de vista”.

 

Por último, Jean- François Revel es el último autor del libro de Vargas Llosa. Revel fue un gran crítico del comunismo a través de su libro La tentación totalitaria. Defensor de la social-democracia, criticando cómo la idea de democracia no era trabajada con mayor rigor. Siempre creyó que el fin de las democracias se debía a que su existencia se entiende dada y sus defensores son timoratos. La paradoja de su defensa estaba en que justamente el pluralismo que se practica en ellas puede ser el germen de su fin. Aun así, debía correrse ese riesgo, para no caer en el totalitarismo.

 

En fin, es difícil resumir un libro lleno de ideas como el que nos propuso Vargas Llosa, pero, aun así, la propuesta esencial de su lectura es que en medio de un vacío intelectual y una hipermodernidad asfixiante, las ideas tienen que guiarnos para navegar. La apuesta es difícil, pero vale la pena.

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