12 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 8 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Es hora de un acuerdo sobre lo fundamental

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Lorena Garnica de la Espriella

Magistra en Derecho de los Negocios Universidad Francisco de Vitoria (España)

 

Si bien las razones que me atraen a escribir una columna en este medio de comunicación son de índole meramente jurídico, o el análisis normativo de políticas públicas, hoy la realidad de las circunstancias me ha conminado a escribir un texto moderadamente distante de los tradicionales.

 

Sea lo primero aclarar que ninguna forma de violencia es aceptable, incluida, por supuesto, la que proviene del abuso de poder ejercido por las autoridades públicas. Dicho lo anterior, y establecida la repugna por hechos que representen el abuso de autoridad, considero igualmente ignominioso cualquier hecho de violencia que pretenda, so pretexto de reivindicación de solicitudes populares, destruir la sociedad.

 

Mi mayor preocupación radica en el tribalismo que se ha tomado el escenario político y social nacional, la polarización ha hecho que no seamos capaces de hablar entre nosotros y que se considere casi como una deslealtad reprochable el hecho de poder converger en un punto de vista con alguien señalado formalmente por opuesto.

 

La polarización es el proceso por el cual la opinión pública se divide en dos extremos, esas facciones usualmente son intensas y exageradas, y, por lo general, terminan ganando espacio o apoyo dentro de las masas. Como consecuencia de la polarización, las voces moderadas pierden poder e influencia.


La polarización fomenta la política del odio, que justifica unos medios violentos y reprocha otros. Que justifica una bomba que acribilla a 21 estudiantes, pero que repugna el violento abuso de poder de la otra orilla. Un moderado entiende que ambas conductas son inexcusables y las repele por igual.

 

La polarización y su política del odio se especializa en generar antipatía por los argumentos, suele ser incongruente y ampararse al abrigo de las fuerzas del orden cuando su vida se encuentra en peligro, pero aplaude o justifica las estaciones de policía incendiadas con sus integrantes adentro.

 

El peor efecto de la polarización es la desconfianza social, la esperanza se evapora, la posibilidad de llegar a consensos se volatiliza y el temor y el odio toman sus lugares.

 

El informe sobre desarrollo del Banco Mundial del año 2015 anticipaba este fenómeno mundial, queriendo darle urgencia e importancia a las transformaciones de estas motivaciones político-culturales, porque pueden generar[1] cambios indeseados altamente costosos y poco beneficiosos. Este texto propone que es necesario transformar estas actitudes adquiridas (polarización y radicalismo) y, por lo mismo, sutiles y casi imperceptibles para lograr cambios y desarrollo significativos.

 

Los colombianos tenemos que ser capaces de llegar a acuerdos sobre los mínimos que nos permitan crecer como sociedad pacífica y evolucionada: el respeto por las diferencias, la defensa de la iniciativa privada, la distribución equitativa de la riqueza -lo que subsume el entorno favorable para la generación de riqueza- y la garantía de las libertades individuales, de expresión, de culto y económicas. Necesitamos enviarles a las generaciones venideras un mensaje de esperanza, de lo contrario habremos fracasado como sociedad y como seres humanos.

 

Si no somos capaces de consolidar un consenso como sociedad, ¿qué es lo que nos espera?

 

[1] Una reflexión valiosa al respecto se encuentra en World Bank, 2015. World Development Report 2015: Mind, Society, and Behavior. Washington, DC, págs. 13-14.

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