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20 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 12 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Enemigos de la democracia

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Juan Manuel Charry Urueña

Abogado constitucionalista. Presidente del Instituto Libertad y Progreso

jcharry@charrymosquera.com.co; @jmcharry

 

La democracia es una forma de organización del poder público, en la cual todas las personas son iguales, cada ciudadano tiene un voto y cualquiera de ellos puede gobernar o elaborar las leyes de acuerdo con la Constitución. Es un valor y un procedimiento en donde el poder reside en los ciudadanos y se ejerce según reglas preestablecidas.

 

Sus enemigos en el siglo XX fueron el fascismo y el comunismo, el primero desapareció con la Segunda Guerra Mundial, y el segundo, con la desintegración de la URSS, quedando el experimento de China combinado con economía de mercado. En América Latina, las dictaduras militares fueron superadas por los caudillismos socialistas, que produjeron figuras como Hugo Chávez, en Venezuela. La degeneración de la democracia en la antigüedad fue la demagogia y, en la actualidad, el populismo, que no es nada distinto que un discurso de promesas atractivo para incautos que no se pueden cumplir. Su eterna enfermedad, la corrupción, la prevalencia de intereses privados sobre el interés general.

 

En estos años iniciales del siglo XXI, con la difusión de las tecnologías de la información y de las comunicaciones, el fenómeno de la globalización y la preponderancia del progreso económico, los enemigos de la democracia se han transformado. Renació la sociedad del espectáculo, las noticias falsas y la desinformación pululan en las redes sociales y medios de comunicación, afectando seriamente la opinión pública.

 

Según Fernando Savater, la ignorancia y la miseria amenazan las democracias. La ignorancia, por la intransigencia y el profundo arraigo de las creencias; la miseria, por la pobreza y las enormes desigualdades económicas, por la desigualdad en las oportunidades. La democracia implica debate racional, confrontación argumentativa y conclusiones alternativas o transaccionales.

 

En nuestro caso, acechan la revolución cubana, que cambió su estrategia de apoyo a las guerrillas por apoyo a propuestas populistas, la crisis de los partidos aquejados por el clientelismo y la ineficiencia, los personalismos y las empresas electorales de coyuntura. Y también la parcialidad de los medios de comunicación, la polarización política y el planteamiento de una guerra de clases.

 

Nuestro principal problema, la falsa paz, donde subsiste el “conflicto social” y se acude a todas las formas de lucha, donde disidencias y otras guerrillas conviven con el narcotráfico, donde la sicología de la guerra se mantiene y se traslada a otras formas de relación política y económica. La sociedad sigue fracturada, dividida y no existe verdadera reconciliación. La guerra continúa.

 

La oposición y los reinsertados derrotados en las elecciones, en contravención a las reglas de juego, perturban a los elegidos, insisten por distintas vías en sus tesis y propuestas, toleran los disturbios. Qué lejos estamos de una oposición crítica y constructiva, en lugar de revanchas y desquites.

 

La agenda política no puede girar en torno a una paz podrida ni alrededor de la corrupción administrativa, la sociedad debe tener propósitos futuros y realizaciones positivas. No hay estadistas, su lugar fue ocupado por maestros del espectáculo y la provocación, por quienes buscan efectos inmediatos para ganar elecciones a pesar de los altos índices de abstención.

 

Hoy, más que nunca, se requieren acuerdos de todas las fuerzas políticas y sociales sobre la paz y la forma de salir de la crisis ocasionada por la pandemia, así como sobre aspectos fundamentales: el respeto a la democracia y el manejo de la economía. Navegamos en el mismo barco durante una dura tempestad, requerimos remar en la misma dirección, no es momento para oportunismos ni distractores.

 

Vea el video de esta columna en https://youtu.be/qonc1NBSZUw. Agradeceré comentarios: jcharry@charrymosquera.com.co

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