14 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 5 hours | ISSN: 2805-6396

Openx ID [25](728x110)

1/ 5

Noticias gratuitas restantes. Suscríbete y consulta actualidad jurídica al instante.

Opinión / Columnista Impreso

Columnistas

Deliberación, violencia y plebiscito

13747

Catalina Botero Marino

Abogada especialista en Derecho Constitucional y Derecho Internacional de los DD HH

@cboteromarino

 

La violencia en este país no solo ha dejado más de siete millones de víctimas. También ha producido una honda herida en nuestra capacidad deliberativa y ese no es un daño menor. La deliberación es requisito de posibilidad de una democracia sana. Es barrera de contención contra el autoritarismo o el populismo.

 

Es el camino para poder escoger, en libertad e igualdad, nuestro proyecto de vida individual y colectivo.

 

Es, de alguna manera, la “paz” social que también debemos construir.

 

Para que la deliberación resulte posible es necesario desarrollar una serie de virtudes que comienzan por el reconocimiento de que aquel que piensa distinto tiene una posición que merece ser considerada.

 

Pensar distinto no convierte al otro en “enemigo”, simplemente en contendor y la contienda civilizada -la deliberación- es el mejor camino para encontrar las decisiones más justas. Como dice Adela Cortina -en referencia a Habermas- “uno no encuentra lo justo en solitario”. Tampoco lo encuentra hablando en exclusiva con quienes tienen idéntica posición y excluyendo de la discusión a quienes piensan distinto.

 

Pero no basta con reconocer al otro para tener una deliberación democrática. Deliberar exige conocimiento sobre lo que se discute, lealtad con los hechos, vigor en la defensa de las propias razones y humildad para aceptar cuando estas no han sido suficientes. También exige empatía y compasión. No es fácil aprender a deliberar. La deliberación, como cualquier otro ejercicio democrático, se aprende en la medida en que se ejercita. Y la violencia ha sido una muy mala circunstancia para ejercitar la deliberación, porque ha hecho de la sospecha la regla general, y de la incomprensión y la estigmatización, la práctica habitual. La violencia, además, genera mucho dolor y suele desatar profundas emociones que dificultan la deliberación, como el miedo, la rabia o el rencor.

 

Y, sin embargo, acá estamos, en un debate sobre las condiciones de la paz, después de más de 50 años de violencia, en medio de las heridas abiertas, y frente a un vertiginoso caudal de argumentos jurídicos, políticos, morales e, incluso, económicos que no siempre dialogan entre sí. Un debate fundamental, porque el resultado del plebiscito es tan importante para la democracia colombiana como el procedimiento deliberativo que lo antecede. En efecto, una adecuada deliberación no solo conduce a una mejor decisión, sino que le confiere mayor legitimidad y sostenibilidad. Y una deliberación respetuosa, informada y leal conduce, además, a fortalecer la sociedad y la democracia.

 

En ese sentido, el plebiscito no solo puede ser el camino para cimentar la reconciliación. El debate que lo antecede ha sido un termómetro sobre nuestra salud democrática, pero también un ejercicio de ciudadanía pocas veces visto en el pasado. Con excepción de momentos como el proceso social que dio lugar a la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 y al funcionamiento mismo de esta Asamblea, el país ha estado fragmentado, dividido, demediado en monólogos cruzados que aturden y confunden.

 

Es muy temprano para hacer un diagnóstico sobre un debate al que aún le faltan algunos días, pero me parece que hemos podido desafiar el monólogo que nos deparaba la violencia como pronóstico inevitable. Me parece que mucha gente, desde distintos lugares, ha optado por ofrecer argumentos fundados en las virtudes deliberativas y que mucha otra ha respondido con respeto, lealtad y convicción y ha declinado con humildad y, al mismo tiempo, generosidad democrática, cuando sus razones han resultado menos poderosas que las razones del otro. Me parece que pese a los alegatos agresivos o claramente desleales y contraevidentes de algunos o a los perturbadores insultos que aparecen en nichos radicales de las redes sociales, hemos hecho un esfuerzo colectivo por reconocernos, entendernos y hablar, a pesar de nuestras grandes diferencias. Me parece que la deliberación civilizada nos engrandece. Y me parece, pero puedo estar equivocada -y someto mi hipótesis a debate-, que aún antes de la votación, la paz social está comenzando. 

Opina, Comenta

Openx inferior flotante [28](728x90)

Openx entre contenido [29](728x110)

Openx entre contenido [72](300x250)