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26 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 1 hora | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Los 40 años de la Convención de las Naciones Unidas sobre la Compraventa Internacional de Mercaderías

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Adriana Zapata

Doctora en Derecho

 

Mediaban los años treinta cuando en el seno de Unidroit se acometió un proyecto de gran dimensión, consistente en ofrecer a la comunidad mundial un instrumento convencional que unificara las reglas materiales llamadas a regular la transacción más empleada en el mundo para la circulación de bienes: la compraventa, pero en este caso, circunscrita a las operaciones internacionales sobre bienes muebles. Se constituyó así una comisión integrada por juristas de la talla de Henri Capitant, entre otras personalidades.

 

La evolución del comercio internacional respaldaba esa determinación, pues se vivía aún la primera de las olas de la globalización de los mercados, si bien interrumpida por la Primera Guerra Mundial. Como efecto de la Revolución Industrial, las economías mundiales aceptaron que el intercambio de bienes tangibles e insumos era una necesidad compartida, pues los estados no están -ni entonces ni ahora- en capacidad de proveer todos los bienes para el consumo local. Así, terminada la Gran Guerra, la Sociedad o Liga de las Naciones vio la luz para asegurar la concordia mundial, y también la cooperación económica, entre otras de sus ideas de fuerza. Hechos como estos dan cuenta del origen de nuestra convención. Para 1939, Unidroit ya había adoptado un texto, pero el proceso no avanzó por la razón lamentable del advenimiento de la Segunda Guerra Mundial y la disolución de la entidad patrocinadora.

 

En la segunda posguerra mundial los trabajos inconclusos retomaron con vigor, esta vez bajo la égida de la Conferencia de la Haya y de la propia Unidroit, dando lugar, no a una, sino a dos proyectos de convención -que implicaron grandes esfuerzos de concertación entre las familias anglosajona y europea continental, pero que solo lograron pocas ratificaciones-, a saber, las convenciones de 1964, sobre el contrato de compraventa internacional de objetos muebles corporales (promovida por el gobierno de Holanda), y la convención sobre la formación del contrato (elaborada por Unidroit). El pobre resultado en materia de ratificaciones dejó en evidencia la necesidad de contar con un convenio de gran respaldo, por lo que fue la naciente Uncitral la que se encargó de la tarea de retomar los trabajos.

 

A partir de 1968, se adelantaron las sesiones de trabajo guiadas por el mexicano Barrera Graf, para analizar primeramente el contrato y, luego, abordar el estudio de lo relativo a su formación, siguiendo la distribución planteada desde la iniciativa de La Haya. Por fortuna, los caminos se unificaron en 1978, dando lugar a un solo texto convencional, cuya aprobación ocurrió en Viena el 11 de abril de 1980. Lo mejor es enemigo de lo bueno, dice el refrán, y en aras de lograr el mayor número de ratificaciones, algunos aspectos del contrato no fueron abordados, estrategia que no puede menos que calificarse de muy exitosa. Comparto unas cifras para dimensionar su importancia: 93 estados parte; 4.500 sentencias y fallos arbitrales documentados en el Compendio del 2016, sobre jurisprudencia relativa a la Convención, que integra el sistema informativo CLOUT, sobre empleo de los instrumentos de la Uncitral.

 

En vigor desde 1989, este novedoso instrumento fue espíritu de su tiempo. Por eso no incluyó temas de tanta importancia actual como las compras electrónicas. Pero, ¿cómo hacerlo, cuando internet era a la sazón tan solo un instrumento de conexión entre universidades norteamericanas? Por eso, la Convención se ha visto enriquecida con instrumentos complementarios, como la Convención del 2005 sobre la Utilización de Comunicaciones Electrónicas en Contratos Internacionales, además de leyes modelo de amplia aceptación. Pero la institución que es y el referente para el Derecho Internacional Privado de normas materiales que constituye sigue sin contendor que le dé la talla.

 

Enhorabuena a todas las actividades académicas y de los centros de pensamiento del mundo que se han programado para este cuadragésimo aniversario de su adopción.

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