13 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 22 minutes | ISSN: 2805-6396

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El malestar en el campo colombiano

17060

Salomón Kalmanovitz

Economista e historiador

 

 

Sabíamos muy poco sobre la situación económica y social del campo colombiano, porque las elites y sus gobiernos no querían enterarse. Por eso no hubo censo agropecuario por 45 años. Hoy, se comienzan a conocer los primeros resultados del efectuado recientemente y son desoladores.

 

La intensificación del conflicto y la acción de los paramilitares y guerrillas en amplias regiones del país han tenido consecuencias: se ha agudizado la concentración de las tierras, pues el 70 % de las unidades cuentan con menos de cinco hectáreas y el 0,4 % de las unidades apropian más de 41 % de la superficie agropecuaria; la pobreza abarca al 45 % de la población rural, el doble que la proporción urbana; el Estado, con sus servicios de asistencia técnica y crediticia, brilla por su ausencia, aunque su presencia militar debió incrementarse significativamente para el eventual logro de ejercer el monopolio de los medios de violencia; la infraestructura de vías terciarias es lamentable; 11,5 % de la población rural es analfabeta; la población joven está migrando hacia las ciudades y se quedan los viejos y las mujeres cabeza de familia.

 

La producción pecuaria se ha modernizado poco. La ganadería ocupa el 80 % de la superficie disponible, incluyendo tierras fértiles subutilizadas, aunque se ven mejoras en el cruce de razas, en la producción de carne de mejor calidad y en la productividad lechera. Crecen las voces científicas sobre los efectos nocivos de la ganadería sobre el medioambiente, por su emisión de gases de efecto invernadero. Se ha dado un avance sustancial en la avicultura y porcicultura que han abaratado la proteína para consumo popular.

 

En la agricultura hay un retroceso en los cultivos transitorios, en especial de cereales que se importan en su mayoría, como trigo y cebada, mejor producidos en climas fríos, pero también maíz, sorgo y soya, que podríamos producir con ventajas comparativas, como lo hace Brasil. Firmamos muchos tratados de libre comercio, pero no adelantamos la agenda interna de infraestructura y logística, siendo notable la debilidad de Corpoica que debía proveer asistencia técnica. El 90 % de los campesinos no reciben crédito alguno.

 

Han avanzado mucho los cultivos permanentes, que constituyen el 75 % de la superficie cultivada, con evoluciones muy distintas: el café se ha estancado, tanto en área como en productividad, al igual que la caña de azúcar, a pesar de que esta cuenta con alta protección arancelaria y con subsidios enormes para su conversión en etanol; se ha ampliado mucho el cultivo de palma africana, que también cuenta con un mercado cautivo para su mezcla con combustible diésel que subsidiamos todos, pero no se le ve capacidad de competir internacionalmente. La superficie total cultivada alcanza siete millones de hectáreas, más de lo que se suponía, dinamizada por la palma.

 

La palma africana tiene un impacto negativo sobre el medio ambiente, pues crea serios problemas fitosanitarios difíciles de contrarrestar, debe contar con una gran escala de producción que la saca del acceso campesino y, no menos grave, es poco intensiva en trabajo, a diferencia del café, que se puede combinar con otro cultivos y el pancoger, y utiliza mucha mano de obra.

 

El conflicto y su impacto sobre buena parte de la población campesina, en especial el despojo de seis millones de hectáreas, se insinúan en los datos preliminares del Censo Agropecuario. Falta todavía mucha información.

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