Políticas procíclicas
Salomón Kalmanovitz
Economista e historiador
Colombia tiende a aplicar políticas indiferentes al ciclo de los negocios. La razón reside en que todos los últimos gobiernos se han desequilibrado en sus cuentas y presentan déficits crónicos. Es una especie de enfermedad que los economistas llamamos “dependencia fiscal”, que le resta margen de maniobra a las autoridades para actuar según las necesidades.
La enfermedad se agravó con la decisión del partido Centro Democrático de devolver impuestos en la pasada contrarreforma tributaria, lo que obliga a unos recortes duros del gasto público, sin importar la recesión que está causando la guerra comercial de Trump contra China.
El autócrata norteamericano ha presionado indebidamente al banco de la Reserva Federal a bajar sus tasas de interés para compensar los efectos desastrosos que tiene su guerra comercial. De hecho, las tasas de interés de referencia en EE UU estaban en el 2,5 %, que son bastante bajas cuando la economía todavía se muestra robusta y no necesita de estímulo monetario. Deja a la autoridad monetaria sin munición cuando de verdad se necesite, una vez que la economía entre en recesión.
La política monetaria en Colombia no puede siquiera “mimicar” la de la Reserva Federal de haberse comprometido con dos recortes de tasas y, por eso, la junta directiva del Banco de la República decidió mantener inmodificada su tasa del 4,25 % en su pasada reunión. Es que la inflación ha venido subiendo y ya está en el 3,75 %, mientras que la devaluación del peso ha sido fuerte, impactando los precios de los bienes importados, incluyendo alimentos sensibles como el trigo o el concentrado para aves y cerdos que encarecerá la proteína que consumimos.
El Banco de la República espera que la inflación converja hacia el 3 % para reconsiderar la política monetaria contraccionista. Considera también que la economía crecerá con mayor fuerza este año, al 3,2 %, lo cual está por verse, pues hay indicadores contradictorios que señalan su debilitamiento, como es el aumento del desempleo, al 12,8 %, comparado con el 3,7 % norteamericano y la baja confianza de los consumidores. El populismo del Centro Democrático, expresado en el lema “menos impuestos, más salarios”, se expresa en un profundo déficit fiscal, creciente y peligroso endeudamiento externo y mayor desempleo. Recuérdese que el ajuste del salario mínimo del 6 % en diciembre del año pasado fue el doble de la inflación.
El exceso de gasto público se manifiesta directamente en el gasto del país frente al exterior: las importaciones son siempre superiores a las exportaciones y la balanza en cuenta corriente exhibe un déficit preocupante del 4,6 % del PIB, que el Emisor espera sea cubierto con inversión extranjera. Esta es otra razón para no bajar las tasas de interés, pues se pueden espantar los flujos de inversión.
La coyuntura petrolera por el conflicto del medio oriente es favorable para los productores, lo cual fue una consideración para proyectar un mayor crecimiento económico y un gasto público mejor financiado, pero no hay que confiarse de las posibilidades de guerra en esa parte lejana del planeta para garantizar nuestros ingresos externos.
Nuestra incapacidad para aplicar políticas contracíclicas reside en los gobiernos voraces de gasto, pero adversos a financiarlo sanamente con impuestos. De allí se desprende también la dificultad de desarrollar sectores distintos al minero energético y la vulnerabilidad externa que padecemos.
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