La destorcida
Salomón Kalmanovitz
Economista e historiador
El mes de diciembre pasado fue tormentoso para los mercados internacionales. La bolsa de Nueva York tuvo el peor comportamiento desde la crisis financiera del 2008 y la Gran Depresión de 1931. El recorte de impuestos aprobado hace un año levantó los espíritus animales de los inversionistas que treparon los índices bursátiles a niveles nunca vistos hasta que comenzaron a surgir contratiempos. La guerra comercial de Trump contra China que hizo desacelerar su economía y las alzas de tasas de interés programadas por la Reserva Federal desinflaron las expectativas y pincharon la burbuja.
No obstante, los fundamentos de la economía norteamericana están bien: el desempleo está en un nivel muy bajo, los salarios se han recuperado, el crecimiento económico es notable, la inflación está controlada y la Reserva Federal está solo normalizando su política monetaria, pues las tasas de interés estuvieron en terreno negativo por casi una década. Es que el crédito barato alimenta la voracidad de los especuladores para adquirir activos financieros y la tasa de interés deja de señalar el riesgo de las inversiones, que es lo que la caída de las bolsas está advirtiendo.
El factor Trump es una de las causas del desinfle de las expectativas. Su anuncio de que era el “hombre de las tarifas aduaneras” que elevan los costos de producción de la manufactura norteamericana incidieron en la primera baja fuerte de la bolsa. Las empresas tecnológicas que son las estrellas del firmamento empresarial de EE UU comienzan a ver en riesgo el mercado chino, en donde colocan buena parte de su producción. Para Apple, por ejemplo, China absorbe una quinta parte de sus ventas y cuando hizo su advertencia de que no podía vender todos los iPhone que produce, su acción cayó el 10 %, al igual que la gran cadena de los que proveen sus procesadores y materiales. La ralentización de la gran economía oriental le pega también al mercado de materias primas, lo cual es perjudicial para los países en desarrollo y en particular para los petroleros. La economía alemana también parece que entró en recesión.
Otros anuncios disonantes cayeron mal entre los empresarios, como su ataque al presidente de la Reserva Federal, nombrado por él mismo, por comenzar a apretar la política monetaria. Si no respeta la independencia de su banco central, se puede comprometer la estabilidad de precios no solo de EE UU, sino de todo el mundo. El enconado cierre del gobierno federal que buscó el presidente para presionar a los demócratas a que le financien su inútil muro contra México pone de presente que no le importa el daño que le puede hacer al casi millón de funcionarios que están sin sueldo y a la seguridad y normal funcionamiento de la sociedad norteamericana. Las agencias calificadoras de riesgo amenazan con degradar la nota del bono USA, si el cierre del gobierno impide ampliar el cupo de la deuda.
Lo que se venga hacia futuro para EE UU y el mundo es impredecible. Se perciben frenos en la producción industrial y una reducción de precios en el mercado inmobiliario, lo cual podría extenderse por doquier hacia mediados del 2019. Puede suceder que el presidente, que mide su éxito por lo que digan los mercados financieros, abandone sus guerras comerciales y la Reserva Federal suavice el ritmo de aumento de sus tasas de interés, con lo cual las expectativas se vuelvan a tornar positivas. Pero el ciclo expansivo lleva ocho años y generalmente no dura tanto.
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