Columnistas
Cuesta abajo
Salomón Kalmanovitz
Economista e historiador
La reforma tributaria del 2016 se diseñó en contra del consumo y llegó en mal momento, cuando la economía venía perdiendo tracción. En vez de aumentar los impuestos a la renta a los ricos, el Gobierno optó por aumentar el IVA a todos por igual. No ayudó que la inflación se hubiera disparado en el 2016 y la autoridad monetaria hubiera apretado el crédito, tanto de consumo como de inversión. Además, el país no se recupera todavía del impacto causado por el deterioro de los precios de sus productos de exportación, en especial del petróleo. Todos estos factores confluyeron en debilitar la demanda agregada y, por lo tanto, a un crecimiento total que fue de solo del 1,1 % durante el primer trimestre del 2017, frente al correspondiente del 2016.
Los únicos sectores que tuvieron un buen comportamiento fueron el agropecuario (7,7 %), inflado por tanta agua que cayó, y el financiero e inmobiliario (4,4 %), no se sabe de dónde. Este sector es el más grande de la economía, con más de una quinta parte del valor agregado que equivale a los salarios, más los intereses, rentas y utilidades devengados en su interior. Si por un momento supusiéramos que no existe, entonces el crecimiento de la economía hubiera sido de solo el 0,2 %.
Al resto de sectores le fue bastante mal: la construcción entró en terreno negativo (-1,4 %) por primera vez, explicada por una contracción fuerte de la inversión residencial y en oficinas del 7 %, pues las obras civiles ganaron 3,5 %. La minería, que incluye el petróleo, siguió contrayéndose a mayor ritmo (-9,6 %) que en el pasado. El comerció se contrajo 0,5 %, reflejando el debilitamiento de la demanda. La industria creció solo el 0,3 %, consecuencia de la baja demanda, pero también de la recuperación de las importaciones.
Hay que anotar que el peso colombiano, junto con todas las monedas del mundo, se ha revaluado, gracias a la disparatada presidencia de Donald Trump y a su evidente incapacidad para realizar sus reformas económicas. En la misma dirección actúa el endeudamiento externo del Gobierno central, pues la reforma tributaria del 2016 no le alcanza para reducir el déficit fiscal en cuantía suficiente. La consecuencia es que las importaciones se abaratan en Colombia y las exportaciones se encarecen en el exterior. La cuenta corriente del país que se venía corrigiendo de -18.900 millones de dólares, en el 2015 -nivel alarmante- pasó a -9.600 millones de dólares, en el 2016; ahora se proyecta que terminará en -8.700 millones de dólares en el 2017, todavía preocupando a los agentes de los mercados.
El registro de la inflación de abril no fue bueno, frente a lo cual el ministro Mauricio Cárdenas culpó a las autoridades regulatorias que ajustaron las facturas de gasolina, agua y luz hacia arriba, a pesar de la plétora de petróleo y de agua. Los precios del combustible más altos son otro aumento subrepticio de impuestos, y el ministro debió aprobarlo. Hoy, las represas están llenas y el costo de la energía generada por ellas debía haberse reducido sustancialmente.
Lo malo de este suceso es que endurece las expectativas de que la meta de inflación se incumplirá de nuevo este año, algo que tuvo en cuenta la Junta Directiva del Banco de la República en su reunión del 26 de mayo; ella había dado una señal contundente de incentivar la demanda en su última sesión, cuando redujo el 0,5 % su tasa de interés. En esta ocasión, decidió emitir una señal más moderada de su postura monetaria, al bajar 0,25% la tasa.
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