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26 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 2 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Análisis


La administración pública en el 2030

12 de Diciembre de 2018

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Jenny Lindo Diaz

 

Actualmente, la tecnología se introduce en todas las esferas de nuestra vida de manera abrupta.

 

Los modelos tradicionales de educación, trabajo, entre otros, son replanteados por el exponencial desarrollo tecnológico. La era digital, como muchos la denominan, permea todos los sectores de la sociedad, incluyendo la administración pública.

 

Para los ciudadanos, la innovación no es un rasgo característico de la administración pública. Por el contrario, la sensación de ellos es que la administración es lenta, ineficiente y permeada por politiquería. Esa visión debe replantearse.

 

El mundo digital transforma la manera como se relacionan los ciudadanos con la administración pública. En este mundo el ciudadano cuenta con diversos canales de información, lo cual le exige a la administración pública un mejor servicio, así como contar con canales de comunicación que permitan satisfacer la necesidad de los ciudadanos de involucrarse cada día más en la administración del Estado y no ser un convidado de piedra.

 

De acuerdo con una reciente publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), denominada Gobiernos que sirven, la búsqueda de adaptarse trajo consigo que varios gobiernos cambiaran el concepto de “nueva administración pública” por el de “gobernanza pública” o por el de “new public service”.

 

En estas dos nuevas concepciones el papel del ciudadano es activo e involucrado en la gestión de la administración pública. Por tal razón, el Estado cumple el papel de facilitador de oportunidades o relaciones de colaboración, encaminadas a fortalecer el compromiso ciudadano, encontrando, así, los medios adecuados para satisfacer las necesidades de la sociedad y del Estado mismo. Es una relación recíproca que traspasa la visión clásica de la relación Estado - ciudadano.

 

A su vez, desde las actuales realidades digitales surge el concepto de gobernanza digital. Este resulta aplicable a cualquier modelo de gestión pública y puede observarse desde distintos enfoques para (i) mejorar la eficiencia en la prestación de los servicios públicos, (ii) transformar la relación gobierno – ciudadano, (iii) revitalizar la coproducción de servicios públicos y (iv) aumentar la transparencia y los procesos de rendición de cuentas, mediante nuevos y mejores canales de participación ciudadana.

 

Ahora bien, si bien estos cambios implican un giro de 180 grados, también es cierto que requieren periodos de transición oportunos para su implementación. No se trata de eliminar en forma automática todos los elementos clásicos del Estado, sino de adecuar el camino para hacer sencillo y viable el tránsito al mundo digital, a los cambios tecnológicos y a las nuevas formas de administración pública, de tal manera que sea posible aprovechar todas las ventajas que esto implica.

 

En 20 años, ojalá mucho menos, la administración pública que conocemos hoy será totalmente distinta. La tecnología se habrá desarrollado de tal manera que todos los procesos deberán estar automatizados, habrá máquinas con inteligencia artificial que desarrollarán un sinnúmero de actividades operativas, las transacciones se realizarán por medios virtuales, no habrá impresiones en papel, las oficinas de archivo desaparecerán, la mayoría de los funcionarios públicos ya no estarán en oficinas y todas las adquisiciones del Estado se harán en plataformas virtuales. Es decir, se espera que el sector público sea otro.

 

Este cambio de paradigma es real y ya empezó en Colombia. Por solo mencionar algunos, la Superintendencia Financiera y el Banco de la República incursionaron en el blockchain, la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios implementó la plataforma digital ciudadana “Te Resuelvo”, el Ministerio de Comercio Industria y Turismo construyó su ventanilla única Vuce, la Agencia Colombia Compra Eficiente implementó el Secop II, la plataforma en la cual todas las entidades del Estado deben realizar sus compras.

 

Con todo esto, la pregunta que debemos hacernos es ¿cómo vamos a enfrentar la incursión de la tecnología en la vida humana desde la administración pública?

 

Cuatro aspectos son esenciales. Primero, entender que la tecnología no es ajena a lo público, razón por la que el esfuerzo no es solo fomentar la construcción de políticas públicas en temas de tecnología, también debe invertirse en programas de modernización interna de todas las entidades del Estado.

 

Segundo, incentivar la creatividad y fomentar espacios de colaboración al interior de la administración pública con los ciudadanos. La relación Estado - ciudadano se está replanteando. El primero no tiene todos los conocimientos, como tampoco la capacidad para solucionar y regular todo, y es así como se hace necesaria la creatividad del actor ciudadano y la desjerarquización interna en las entidades públicas, generando espacios de trabajo bajo la idea de colaboración y no solo de subordinación.

 

Tercero, los equipos de trabajo de la administración pública moderna deben ser multidisciplinarios. Equipos que, hombro a hombro, logren implementar los cambios que trae el mundo digital y la tecnología de manera efectiva y oportuna.

 

Cuarto, es necesario mitigar las decisiones unilaterales, los poderes exacerbados, los dogmas estatales, los males como la “reunionitis” y el fetiche de inventar más y más procedimientos. Es la era del pensamiento disruptivo.

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