Análisis
Breves reflexiones sobre el ejercicio de la profesión en una firma de abogados
13 de Junio de 2012
Alejandro Linares C. Socio Gerente de la firma Gómez-Pinzón Zuleta Abogados y Presidente de la Cámara de Servicios Legales de la ANDI. |
Pocas veces, reflexionamos sobre lo que implica fundar y desarrollar una empresa de servicios profesionales en Colombia desde el punto de vista de la excelencia en el servicio y de las exigencias que ello conlleva en términos de estrategia, mercadeo, gestión del talento humano, temas financieros y administrativos, tecnología y gestión del conocimiento. Eso sin tener en cuenta el difícil arte de manejar el ego de un profesional del Derecho. Esa realidad de hacer empresa no debería ser ajena al mundo de los abogados.
Tal vez, una de las razones por las cuales los abogados no estamos preparados para los aspectos del negocio de la prestación de servicios profesionales, además de nuestras concepciones erróneas sobre el profesionalismo, es que la educación legal no nos prepara como estudiantes de Derecho para las implicaciones de su práctica profesional.
En los currículos de nuestras facultades, se favorecen siempre cursos sobre interpretación constitucional, argumentación, negociación, Derecho Civil, Derecho Público, Derecho Penal, etc., en desarrollo de habilidades estrictamente jurídicas, pero se deja de lado el entrenamiento en la forma adecuada de promocionar, vender, ejercer y aplicar estos conocimientos a situaciones prácticas.
La elaboración de mandatos de representación, la preparación de propuestas de honorarios, la forma de presentar al cliente las opciones disponibles en el caso propuesto y el manejo adecuado de sus expectativas son elementos que se echan de menos en los contenidos de las asignaturas de la carrera de Derecho. Cursos especializados sobre el manejo gerencial del negocio de la prestación de servicios profesionales podrían promover el estudio de las mejores prácticas en este sentido.
La discusión colectiva
En la práctica del Derecho, la asociación de distintos profesionales para la prestación conjunta del servicio es cada vez más frecuente. Esto se debe a que las relaciones entre las distintas áreas del Derecho son más complejas. Para prestar servicios de alta calidad, que tengan en cuenta los distintos aspectos que pueden incidir en un caso específico, es necesaria la asociación y el trabajo en equipo que combine de manera integral distintas disciplinas jurídicas.
Hemos pasado de pequeñas oficinas de abogados litigantes, con ingresos individuales y gastos compartidos, al gran bufete en cuya cúpula están los socios, cuya función principal es relacionarse con clientes, cobrar honorarios y delegar el trabajo a los asociados, abogados más jóvenes que son empleados de la firma.
Estas oficinas modernas promueven la discusión colectiva de casos, tienen un sistema interno de distribución de negocios, cobran, generalmente, una tarifa horaria y han desarrollado estructuras formales para la gestión del trabajo. Además, tratan de contratar a los mejores estudiantes bilingües y poseen sistemas de formación propios.
Un exitoso trasplante jurídico
Las firmas de abogados de negocios internacionales son el trasplante jurídico más exitoso del mundo jurídico anglosajón. Son el producto e instancia clave de la norteamericanización del campo jurídico. Su paradigma son las grandes firmas norteamericanas, empresas de servicios de alta calidad, administradas de manera profesional. Su práctica es cada vez más global, especializada e interdisciplinaria, donde es fundamental el manejo del inglés jurídico, la formación en una firma anglosajona y el manejo de negocios internacionales.
En Colombia, hemos pasado de la prestación de servicios jurídicos con enfoque tradicional, del mundo de los hombres, con predominio de la familia y los roles diversos, con oficinas en el centro de la ciudad, derivado del modelo europeo y poco dominio del inglés, del lenguaje florido y el vestir atildado, a un número creciente de firmas de alto nivel, con estructuras modernas, donde hay un mercado abierto a mujeres y a nacionales y extranjeros, cuyo dinamismo admite firmas locales independientes, emergentes y exitosas.
Talento humano
Esa nueva realidad requiere que el capital humano, activo más importante de una firma, tenga una estructura interna dedicada a la selección, retención, entrenamiento y desarrollo del talento humano junto con sistemas y procesos sofisticados de evaluación del desempeño y de remuneración y beneficios, que sean compatibles con el plan de carrera del abogado. Además, debe existir la institucionalidad, para que la empresa perdure en el tiempo y ofrezca a los abogados más jóvenes un futuro prometedor. Y a los socios de estos bufetes no solamente se nos exige estar bien preparados, sino saber liderar y gerenciar la empresa.
Los abogados que prestamos servicios a través de firmas no alcanzaremos el verdadero profesionalismo, si no mantenemos una actitud recta en el ejercicio de la profesión y si no manejamos de manera honesta la forma como nos vendemos a nuestros clientes, la manera como construimos el consejo legal y la manera como operamos las oficinas de forma diligente, eficiente y rentable. Un alto porcentaje de las quejas que los clientes presentan contra los abogados se refiere, generalmente, a un mal manejo administrativo de las gestiones, por oposición a errores sustantivos de derecho.
Fijación de honorarios
Nuestras firmas deben fijar sus honorarios con criterio equitativo, justificado y proporcional al servicio prestado, que corresponda a la importancia de remunerar adecuadamente el capital humano y el talento de la firma y a la infraestructura que se utiliza para prestarlos con la mayor calidad.
En este sentido, además del trabajo intelectual del abogado que presta el servicio, es necesario financiar sistemas de archivo y manejo de la información, sistemas actualizados y completos de consulta, instalaciones cómodas para un gran número de abogados, además de los servicios de papelería, mensajería y secretariado que demanda la atención de un número muy grande de clientes, nacionales e internacionales, por un grupo importante de profesionales.
Por esta razón, antes de juzgar el valor de la prestación de un servicio jurídico, es necesario establecer en qué condiciones y con cuáles herramientas y recursos se está prestando. La diferencia en la tarifa cobrada refleja la diferencia en la calidad del servicio.
Desde este punto de vista, los debates sobre si el Derecho es un negocio o una profesión oscurecen el mensaje de que los abogados deben ser, también, buenos hombres de negocios, si quieren ser buenos abogados. La pregunta no es, entonces, si el Derecho es un negocio a través del cual se consigue dinero, sino cómo las demandas éticas de la profesión inciden sobre la forma como los abogados pueden manejar su negocio. El profesionalismo, entendido como la excelencia en la prestación del servicio, es el fin, mientras que la estructura y la visión de negocio son los medios para llegar a esa excelencia.
En lugar de plantear el dilema entre el Derecho como profesión o como negocio, tiene más sentido partir de la base de que el Derecho es un negocio de prestación de servicios profesionales donde ciertas limitaciones derivadas del profesionalismo afectan la forma como los abogados debemos adelantarlo.
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