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Opinión / Ámbito del Lector


El Derecho y su importancia, ¿hacia dónde debemos ir como sociedad?

10 de Marzo de 2022

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Nota:
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José Andrés Prada Gaviria

Abogado, traductor, especialista en Derecho Comercial y especialista en Derecho de la Empresa de la Universidad del Rosario

 

Y la pregunta a realizarse es ¿para qué sirve el Derecho? La importancia del Derecho en el mundo, en el continente, en un país, en una sociedad, en una empresa y en una familia (para ir desde una visión macro a una más cerrada) es indispensable en cada uno de estos ámbitos.

 

La verdad es que no me imagino el desorden que podría llegar a generarse o vivirse sin la existencia del Derecho y sus normas. Trátese de derecho internacional, derecho comercial, derecho civil o derecho de familia, solo por mencionar algunos ejemplos.

 

El hombre desde tiempos milenarios ha estado sometido a un código o normativa. Tal vez, el código más antiguo sea el Código de Hammurabi y a nivel religioso un antecedente normativo: los diez mandamientos que Dios le envió a Moisés. Esto sin pasar por alto la importancia que dejó en el mundo del Derecho, el derecho romano (que sentó las bases de los contratos que aún rigen los negocios entre dos partes).

 

Todos estos ejemplos ponen de manifiesto que el hombre desde tempranas épocas ha tenido siempre la intención y la idea de regular la forma en la que vive y la forma de interactuar con los demás. Esto para poner un orden y buscar un ideal de justicia que nos permita convivir en paz y progresar como sociedad.

 

Sin el aporte de una legislación, nuestras relaciones comerciales y personales con los demás serían bastante difíciles de llevar a cabo y de ejecutar en la práctica. El problema está en que todo lo que tiene que ver con el obrar del hombre muchas veces está cargado de una subjetividad, la cual no podemos negar. Esto lleva a que si bien en la teoría todo tiende a funcionar perfecto, en la práctica esto no es tan cierto.

 

Fenómenos como la burocracia, las influencias del poder, el dinero fácil y la corrupción, hacen que cualquier ordenamiento jurídico no pueda ejecutarse tal como en la teoría debería funcionar.

 

El problema como tal no es de la normativa, sino del aspecto humano que puede hacer que la teoría no funcione como debería funcionar en la práctica. Funcionarios deshonestos y principios contrarios a la buena fe hacen que cualquier orden jurídico colapse.

 

La subjetividad está presente en la forma como el juez puede llegar a percibir un caso específico y fallar de determinada forma, no siempre de una manera justa, y también está presente al momento de redactar las normas (amañadas para unos o favoreciendo a unos pocos).

 

Los organismos de control deberían suplir estas debilidades y corregirlas: llámense Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, etc. Pero en realidad muchas veces sociedades enteras sucumben ante las malas prácticas reiteradas de sus mal llamados ciudadanos.

 

El Derecho es víctima de la humanidad. De los malos manejos, de las prácticas amañadas, de los delincuentes de cuello blanco y de todo aquel enemigo del orden.

 

En materia comercial es bien sabido que la costumbre mercantil (esas prácticas generales, públicas, uniformes y reiteradas de los comerciantes) es fuente de derecho. Es decir que nutren la ley; sin embargo, la misma ley es clara al señalar que nunca deben ser contrarias a derecho, es decir ilícitas. Así que todas aquellas prácticas que implican repartirse dineros y demás usos deshonestos por adjudicarse un contrato, por más comunes que sean, no deberían tener asidero.

 

En nuestro país, hay suficientes normas, pero solo cuando sepamos cumplirlas habremos avanzado como sociedad. Muchas veces la gente del común dice que el Derecho es para los abogados. Pero se equivocan, el Derecho es para todos. Regula nuestras vidas y nuestras acciones.

 

No es un recurso de débiles o de unos pocos, es una ciencia jurídica al servicio de la humanidad. El problema es que al ser una ciencia ejecutada por el hombre tiene sus puntos débiles. Los hombres no son perfectos, tienen un grado de subjetividad y suelen sufrir de otras debilidades (como quererse enriquecer), lo cual genera, por un lado, que a través del Derecho se obtenga el beneficio de lograr algo justo y, por el otro, que el Derecho cumpla el fin para el cual fue creado: servir para regular las acciones o reconocer derechos entre las personas.

 

De aquí se desprende otro tema y es aquel relacionado con los principios. A todos se nos enseña que no debemos robar o matar o hacer daño al otro. Sin embargo, vemos miles de casos todos los días alrededor del mundo. El globo entero se debate día a día entre el bien y el mal.

 

 

La idea es que el Derecho sea parte de la solución y no parte del problema. Que haya juicios justos, decisiones acertadas, sentencias ejemplarizantes y preocupación en que nuestras sociedades tengan los cimientos indicados para no subsumirse en el crimen, el dinero fácil, la corrupción, etc.

 

En gran parte, el problema está en que los Estados modernos basan sus sistemas económicos en economías capitalistas. El dios dinero, todo lo puede, todo lo compra. El ser humano es codicioso, ambicioso por naturaleza. Desafortunadamente, en muchos casos, el problema está en violar el derecho para enriquecerse sin importar cómo obtener ese bien preciado. No hay valor, ni norma que pueda impedirlo.

 

Hay unas sociedades más proclives a esto, pero la verdad es que es casi un uso generalizado. Suena muy político, pero a mi modo de ver la solución es usar el dinero para el bien común como para el bien privado. Más colegios, más empresas, más viviendas. El tema es que todo también sea bien regulado, para evitar el caos que estamos viviendo en nuestras ciudades, donde no cabe la gente y una gran parte de la población vive en un grado de pobreza.

 

No existe una fórmula mágica. Pero el Derecho aún con sus debilidades humanas sigue siendo la mejor opción para regir las conductas humanas y sancionar aquellas que sean indebidas.

 

La base es tener una sociedad bien informada, con buena educación[1] y buenos principios, así como con funcionarios públicos también con una buena formación y buenos principios. Sin perder de vista la confianza[2] entre unos y otros necesaria para “revivir el desarrollo en la región, promover la integración regional y combatir la inestabilidad política, el deterioro de las políticas públicas, la desaceleración del crecimiento económico, la disminución en la inequidad social y el bienestar individual”[3], entre otros.  No sé si es pedir mucho, pero podemos ser la base del cambio. Muchas veces la cura de algo está en reconocer el problema. No somos robots, pero se requiere que como seres humanos aportemos a crear desde nuestro espacio una sociedad más justa.

 

Los conflictos y los problemas no van a desaparecer, pero podremos vivir más sanamente y más tranquilamente si sembramos las semillas del bien en nuestros pueblos y ciudades, logrando así sociedades más justas. Se debe tener un orden para construir a partir de allí. Con justicia de papel no podremos avanzar hacia donde debemos llegar. Tanto nuestros gobernantes como los ciudadanos de a pie deben ser conscientes de ello y remar en la dirección acertada. De lo contrario nos alejaremos cada vez más del lugar indicado al cual debemos llegar como país y como humanidad.

 

[1] Incluyendo una buena Alfabetización Mediática y Digital AMI o MIL (por sus siglas en inglés de Media Information Literacy) en la que se combata la desinformación. Según la Unesco “el analfabetismo digital es la imposibilidad de navegar en Internet, acceder a contenidos multimedia, socializar mediante las redes sociales, crear documentación o discriminar información relevante de la superflua…”. Todo lo anterior teniendo en cuenta las altas tasas de analfabetismo (incluyendo el digital) de nuestro país, en donde de no combatir lo anterior “las desigualdades económicas y sociales se van ahondar y la distancia entre un Norte rico y Sur pobre sin desarrollarse se van a agudizar”.  El Tiempo, “La alfabetización mediática y los marginado de lo digital”, Nicola Stornelli García, ene. 15/22, pág. 2.8.

[2] Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulado “Confianza: la clave para la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe”, la inversión, la iniciativa empresarial y el empleo florecen cuando las empresas, el Gobierno, los trabajadores, los bancos y los consumidores confían unos en otros. Según este informe, “mientras que en los países de la Ocde el 42 por ciento de las personas confían en las otras; en América Latina y el Caribe esa cifra solo llega, en promedio, al 13 por ciento, lo que quiere decir que el restante 87 por ciento no se fía”. El Tiempo, “La falta de confianza obstaculiza la recuperación”, ene. 14/22, pág. 1.2.

[3] El Tiempo, “La falta de confianza obstaculiza la recuperación”, ene. 14/22, pág. 1.2.

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