La innovación en la profesión jurídica
El Derecho es más que una tecnología para dirimir conflictos y planear asuntos humanos.Openx [71](300x120)

30 de Julio de 2025
Nicolás Parra Herrera
Profesor asociado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Utah (EE UU)
Hace varios años escribí en este medio que si un abogado de la antigua Roma entrara en una corte o presenciara un litigio en la actualidad, sabría a grandes rasgos quién es el demandante y el demandado y posiblemente identificaría algunas etiquetas procesales. En pocas palabras, no estaría tan perdido. En contraste, sugerí que si un arquitecto de la antigua Roma entrara hoy a un estudio de arquitectos, difícilmente comprendería lo que está percibiendo. Tal vez debido al apego a las tradiciones, al lenguaje jurídico arcano –a menudo encapsulado en latinazgos–, al precedente o stare decisis (tenía que usar un latinazgo), al principio de legalidad o a tantas otras tecnologías jurídicas que orientan la mirada del profesional hacia el pasado y no hacia el futuro, los abogados tendemos a ser más resistentes al cambio y a la innovación. A pesar de esa pulsión hacia lo que podríamos llamar, echando mano de un neologismo, la “anti-novación”, en los últimos cinco años, creo, la profesión jurídica ha cultivado otra pulsión en dirección opuesta: una pulsión a la innovación. A diferencia de lo que pensé hace unos años, es posible que hoy un abogado de la antigua Roma se sienta perdido al presenciar un proceso judicial en la Tierra de Zoom, en el expediente digital o simplemente le sea imposible reconocer la herramienta más básica que utilizamos los abogados: el correo electrónico.
Como pueden notar, los tres ejemplos que acabo de dar sobre innovación están ligados a la tecnología: las videollamadas, case management, softwares y correos electrónicos. La razón es que asumimos que la innovación jurídica significa implementar tecnologías de punta en el ejercicio profesional, quizás la más nombrada en los últimos meses sea la inteligencia artificial generativa. Con dos colegas, profesores del IE University en España, Pilar Galeote y Antonio Aloisi, decidimos iniciar un estudio empírico para entender mejor qué entienden los abogados por innovación y corroborar si esa intuición es correcta, es decir, si innovación en la profesión jurídica está asociada con la tecnología o con otras variables. Así, encuestamos a 460 abogados de las firmas más grandes de España. Los encuestados ejercen en diversas áreas de práctica como litigio y solución de controversias, derecho tributario y fusiones y adquisiciones, así como en diferentes jerarquías organizacionales que van desde asociados juniors hasta socios directores.
Con el apoyo del LawAhead Center on the Legal Profession, un centro de investigación y de colaboración informativa y educativa entre la academia y el ámbito jurídico profesional, en mayo se publicó un primer informe de nuestra investigación La innovación más allá de la tecnología. El rol fundamental de las habilidades interpersonales en impulsar cambios en la profesión jurídica. En este informe, además de demostrar que la innovación no es un tema exclusivamente de incorporar herramientas tecnológicas en el ejercicio profesional de los abogados, diseñamos los elementos básicos de un modelo de abogacía llamado el modelo TIE para repensar la innovación como la coexistencia de tres dimensiones: manejo y solvencia en herramientas tecnológicas, desarrollo y perfeccionamiento de habilidades interpersonales, y cultivo de pensamiento crítico y ético para articular los objetivos, valores e instrumentos que fundamentan el ejercicio profesional jurídico en el siglo XXI.
Igualmente, descubrimos que, aunque es cierto que los abogados asocian la innovación con la tecnología, esa es solo la mitad de la historia. La otra mitad es que la gran mayoría consideran que innovar también significa implementar y desarrollar habilidades interpersonales como la comunicación –lo que incluye la persuasión, la empatía, la escucha activa–, la negociación y el liderazgo, por mencionar algunas. Por ejemplo, la mayoría de los encuestados vinculan la innovación con el desarrollo de habilidades interpersonales y el dominio tecnológico, superando en un 24 % a quienes solo asocian innovación con tecnología. Así mismo, el 98,6 % de los encuestados consideran que a los abogados les deben exigir el desarrollo de habilidades relacionales –o lo que llamamos en el reporte habilidades “duras” o “nucleares” para disociarlas de las famosas “habilidades blandas”–, como la negociación, el liderazgo y la dinámica de clientes.
Aunque n-grams de Google muestra que la palabra innovación en el uso colectivo y en los motores de búsqueda tuvo un crecimiento vertiginoso desde el año 2000 y la publicación de libros como el de Dyane O’Leary, Legal Innovation & Technology: A Practical Skills Guide for the Modern Lawyer, sugieren que la innovación se ha vuelto un tema de conversación y de investigación, aún falta mucho para entender a qué nos referimos los abogados con innovar y qué asociamos con ese concepto. Quizás detenernos a pensar en innovación nos lleve a la conclusión de que la profesión jurídica debe “volver” al futuro y recuperar cuatro modos relacionales fundamentales de todo abogado: escuchar, persuadir, negociar y liderar. El Derecho es más que una tecnología para dirimir conflictos y planear asuntos humanos y, definitivamente, es más que automatizar procesos e incorporar la tecnología de punta para resolver problemas jurídicos eficientemente. Todo esto es importante pero insuficiente. Quizás innovar es darnos cuenta de lo básico: que el Derecho es también una tecnología para colaborar y comprendernos mejor.
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