Juan Pablo Caballero Rodríguez
Abogado y magíster en Derecho y Gestión Deportiva del Instituto Superior de Derecho y Economía (ISDE, España)

En las grandes ciudades de Colombia ya se están utilizando softwares de análisis de rendimiento deportivo que capturan variables físicas, sicológicas y técnicas de los deportistas. Se colocan sensores en chalecos, relojes e incluso balones. Las mismas aplicaciones miden si el jugador duerme bien, si se alimenta correctamente o si está estresado.

Con esa información, hay clubes en Europa y Sudamérica que ya toman decisiones como:

- No convocar jugadores a partidos.

- Recomendar o rechazar renovaciones de contrato ante los directivos.

- Clasificar a niños de las fuerzas básicas como “con potencial” o “descartables”.

Todo esto ocurre con base en datos, fórmulas y cálculos automáticos que ni los jugadores, ni sus agentes o asesores pueden conocer o cuestionar.

¿Dónde está el problema?

1. Los futbolistas no saben qué datos se están recolectando

Muchos jugadores han firmado contratos con cláusulas genéricas que autorizan la recolección de sus datos “para fines deportivos”. Sin embargo, nunca se les explicó que eso incluye:

- Datos biométricos (ritmo cardíaco, temperatura corporal, niveles de estrés).

- Patrones de comportamiento y sueño.

- Cálculos predictivos sobre el “potencial” de un jugador.

- Recomendaciones automatizadas para fichajes, descartes o renovaciones.

El problema no es la tecnología en sí, sino su uso sin regulación.

2. La IA puede discriminar

Un algoritmo mal entrenado puede descartar jugadores por edad, raza, historial de lesiones o incluso por “comportamientos atípicos”. Lo más grave es que el jugador no tiene derecho a apelar estas decisiones ni a saber cómo se llegó a ellas.

3. Los niños están en la mira

Se comenta que hay escuelas de fútbol que ya usan aplicaciones que “detectan talento” desde edades tempranas. Pero muchos padres no saben que están entregando datos biométricos, de comportamiento y salud mental de sus hijos menores de edad. ¿Quién protege a esos menores?

¿Qué dice la ley colombiana al respecto?

- Ley 1581 de 2012: protege los datos personales, pero no regula algoritmos ni decisiones automatizadas.

- Código del Deporte: no menciona tecnologías predictivas.

- Ministerio del Deporte: no ha emitido circulares, reglamentos ni lineamientos sobre el uso de IA, a pesar de que muchos clubes ya tienen convenios con empresas tecnológicas.

¿Qué riesgos enfrentan los deportistas?

Desprotección jurídica. Un jugador puede ser descartado por un “puntaje bajo”, sin explicación ni derecho a defensa.

Pérdida del consentimiento real. Se están firmando contratos o autorizaciones genéricas que no explican de forma clara cómo se usan los datos, con quién se comparten o para qué fines.

Discriminación algorítmica. Los sistemas pueden incorporar sesgos que excluyen a jugadores por edad, raza, historial médico o variables no deportivas.

Afectación a menores de edad. Niños y adolescentes son evaluados por IA sin lineamientos éticos, sin acompañamiento sicológico ni supervisión legal.

¿Qué debería hacerse con urgencia en Colombia?

- Regulación inmediata del uso de IA en el deporte por parte del Ministerio del Deporte y la Superintendencia de Industria y Comercio.

- Reforma a la Ley del Deporte para incluir derechos digitales y protocolos de tratamiento de datos.

- Inclusión de cláusulas claras en contratos deportivos sobre el uso de IA y los datos recolectados, con explicaciones comprensibles para los futbolistas.

- Garantizar el derecho de revisión, impugnación y apelación frente a decisiones tomadas mediante IA.

- Prohibir el uso de IA predictiva en categorías menores, salvo que existan protocolos éticos claros, comprendidos y estandarizados.

- Capacitación jurídica urgente a clubes, academias y federaciones sobre el uso responsable de la IA y los riesgos asociados.

Conclusión: si no regulamos hoy, la IA empezará a decidir por nosotros

La inteligencia artificial puede ser una gran aliada para optimizar el rendimiento y proteger la salud de los deportistas, pero, sin regulación, se convierte en una amenaza silenciosa: deshumaniza el deporte, vulnera derechos y delega decisiones en sistemas opacos e inapelables.

La tecnología no es el enemigo. La omisión legal, sí.

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