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El síndrome de las compras ‘legaltech’ compulsivas o cómo malgastar plata innecesariamente

La tecnología no es la varita mágica que disipa la inercia de una firma, pero tampoco el villano que amenaza el modelo de negocio.
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28 de Mayo de 2025

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Daniel S. Acevedo Sánchez | Linkedin | Email
Consultor experto en transformación digital – Tax, Finance & Legal

Hace poco una colega y amiga cercana, socia líder de una firma de abogados muy reconocida en el país me confesó, entre resignada y avergonzada, que su presupuesto de innovación, que por demás es bien limitado, se gasta en tecnología que pocos abogados usan, por no decir, ninguno.

Lo triste es que esta misma conversación se repite en todas las firmas de abogados, desde Ciudad de México hasta Buenos Aires. Ahora mismo estamos emocionados invirtiendo en inteligencia artificial (IA), en automatización de contratos, en herramientas para la gestión del conocimiento, en dashboards espectaculares en PowerBI, pero la mayoría de los proyectos, a la final, solo terminan en licencias carísimas, curva de aprendizaje inexistente y una “prueba piloto” que muere antes de nacer. El resultado es un cementerio de aplicaciones con la misma utilidad que un NFT en 2025: cero. Un artículo reciente de Above the Law resume esta paradoja con la frase “comprar, instalar e ignorar”.

El diagnóstico del problema está claro y se compone de cuatro grandes pecados capitales que podemos entender así:

(i) El amor enfermizo a las horas: si tu bono depende de facturar más de 2.000 horas, cualquier cosa que reduzca minutos es vista como sabotaje. Pedirle a un asociado que automatice su due diligence es como pedirle a un taxista bogotano que abrace a Uber: no va a pasar.

(ii) Capacitación estilo PowerPoint: una hora de webinar para “enseñar” una plataforma compleja, pero con cero práctica, cero acompañamiento, cero paciencia. Después culpan a la tecnología, porque “es muy complicada”.

(iii) Fetichismo de la marca: comprar la solución más costosa, o la que usa la “firma grande de verdad” de Nueva York, aunque no resuelva ningún dolor real.

(iv) El rito del papel y la firma autógrafa: todavía existen socios de firmas y empresas que exigen la ritualidad del papel, porque así huela a bodega de papel rancio, “se ve más serio”.

Un sondeo regional de Telefónica Hispanoamérica con abogados de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú, Uruguay y Venezuela reveló datos concretos sobre la digitalización en el mundo jurídico:

- Automatización básica: 5 de cada 10 organizaciones legales en Hispanoamérica ya han automatizado algún proceso mediante soluciones digitales, es decir, la mitad ha dado pasos hacia la digitalización (por ejemplo, reemplazar papel por sistemas electrónicos para gestión de documentos o casos). Sin embargo, esto implica que la otra mitad sigue operando de forma predominantemente manual.

- Planes de transformación digital: el 44 % de los encuestados indicó que su área legal está ejecutando actualmente un plan de transformación digital, mientras el 13 % adicional planea elaborar uno en el próximo año. No obstante, un preocupante 37 % no tiene previsto ningún plan de transformación digital por ahora. Esto refleja que una mayoría reconoce la importancia de transformarse, pero todavía una porción significativa no lo ve como prioridad inmediata.

- Inversión limitada: 7 de cada 10 organizaciones planean invertir en la transformación digital. Pero el 70 % invierte menos del 10 % de su presupuesto anual en tecnología legal. La intención existe, pero los recursos dedicados aún son modestos. Este nivel de inversión puede resultar insuficiente para cambios profundos, indicando quizás que se compran herramientas aisladas, pero no se hace una renovación integral.

- IA en el horizonte: el 53 % de las organizaciones jurídicas hispanoamericanas planean implementar soluciones de IA en los próximos dos años (antes de 2026). La ola de la IA generativa y otras aplicaciones inteligentes ha llegado al radar de las firmas latinas. Sin embargo, habrá que ver si estas implementaciones se concretan y, más importante, si se utilizan efectivamente una vez adquiridas. La historia reciente sugiere cautela: la adopción de herramientas avanzadas ha sido lenta, incluso donde ya están disponibles.

- Capacidades internas y cultura: Solo el 24 % de las organizaciones cuenta con incentivos ligados a la innovación o transformación digital para sus colaboradores, y cerca de la mitad no tiene un equipo o responsable dedicado a impulsar la innovación tecnológica. Esta falta de estructura interna dificulta que la tecnología adquirida se incorpore al día a día: sin líderes o incentivos claros, las nuevas herramientas fácilmente caen en desuso. Además, como ya se mencionó, menos de la mitad del personal ha recibido capacitación formal en uso de nuevas tecnologías, evidenciando una brecha de habilidades digitales.

¿Qué está en juego y cómo romper la maldición?


Lo que está en juego es mucho más que la novedad de tener un “bot” que redacte contratos: se juega la posición de tu firma en un mercado que ya premia la inmediatez. El cliente corporativo de 2025 abre su laptop, mira el reloj y espera resultados casi en tiempo real; si tu firma de abogados necesita una semana para lo que el competidor hace en cuestión de horas gracias a la automatización, ya te imaginarás a quién van a preferir la próxima vez que se necesite algo con urgencia.

Esa brecha de eficiencia no solo erosiona la competitividad externa; también devora la rentabilidad interna. Cada licencia que reposa sin uso es inversión desperdiciada dos veces: primero, por la suscripción que vence puntualmente cada mes; segundo, por los ahorros que jamás se materializan, porque nadie se tomó el trabajo de usar la herramienta; y todo esto mientras los abogados jóvenes, que crecieron revisando contratos en el celular y firmando con el dedo, huyen hacia entornos donde no tengan que pasar la noche copiando-pegando cláusulas como si estuviéramos en 1998. Una firma que no moderniza su stack tecnológico no solo pierde clientes: se convierte en un auténtico repelente de talento.

Romper esa maldición exige cambiar el metrónomo que marca la vida del bufete. Mientras la facturación y la compensación siga atada al número de horas, cualquier avance que ahorre minutos será percibido como enemigo. El primer paso, por incómodo que resulte, es migrar hacia modelos de valor, tarifas fijas, suscripciones, success fees, donde el ingreso dependa del resultado, no del cronómetro.

Con el incentivo realineado, el liderazgo debe mostrar el camino: si el socio no entra a la nueva plataforma, nadie más lo hará. Cuando sea él o ella la quien anuncie que el reporte de tres horas ahora se emite en diez minutos, la narrativa cambia de inmediato. A partir de ahí se necesita disciplina: nombrar embajadores en cada práctica que midan inicios de sesión, documentos generados y hasta publiquen el ranking de adopción de las soluciones: la competencia interna hace milagros que cien correos “recordando usar la herramienta” no consiguen.

Y, finalmente, sensatez técnica: empezar por un dolor concreto (automatizar los NDA, por ejemplo) con herramientas que convivan con el ecosistema existente; si el abogado necesita cinco clics y dos contraseñas para lo que antes hacía en uno, abandonará al segundo intento.

El lunes por la mañana, antes de que el café se enfríe, vale la pena hacerse algunas preguntas incómodas: ¿puedes enumerar cuántas herramienta y licencias tienen hoy contratadas que nadie usa?, ¿tu dashboard en PowerBI tiene un KPI que mida la adopción, no la compra, de la tecnología?, ¿el uso real de cada herramienta pesa en la evaluación de desempeño de socios y asociados?, ¿existe un presupuesto tangible para capacitar a todos, no solo al equipo de tecnología?, ¿serías capaz de mostrarle a un cliente, en un dashboard, la prueba de que tu firma es más rápida y precisa gracias al software? Si la mayoría de tus respuestas oscila entre el silencio y el “aún no”, tu biblioteca digital seguirá acumulando polvo y facturas.

La tecnología no es la varita mágica que disipa la inercia de una firma, pero tampoco el villano que amenaza el modelo de negocio. Es un instrumento potentísimo cuya eficacia depende del sistema en el que aterriza; incentivos, cultura, habilidades.

Cambiar ese sistema es incómodo, sí, pero infinitamente más rentable que seguir llenando vitrinas de software que nadie abre. Al final del día, la gran pregunta no es cuántos dólares has gastado en legaltech, sino cuánta de esa inversión se ha convertido en valor para tu cliente y en tiempo de calidad para tu equipo.

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