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Actualizado hace 37 minutes | ISSN: 2805-6396

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El sueño inalcanzable de la virtualidad en las facultades de Derecho

26 de Febrero de 2015

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Carlos Mario Molina Betancur

Director Ejecutivo

Asociación Colombiana de Facultades de Derecho (Acofade)

 

Hablar de formación jurídica virtual en las facultades de Derecho parece todavía un sueño al que muchos programas apuntan, pero pocos, en realidad, implementan, no por ausencia de recursos, sino, más bien, por falta de comprensión de lo que es el mundo actual de los adolescentes.

 

En efecto, muchas universidades abren semestralmente ofertas de programas en Derecho, los cuales se encuentran, en su mayoría, consignados en plegables y pensum que distribuyen en medios educativos y publicitarios; algunos utilizan pancartas, volantes y llamativos anuncios de prensa o revistas especializadas.

 

Sin embargo, los jóvenes de hoy no leen prensa, ni revistas. Poco se interesan en la publicidad escrita y casi nunca consultan las carteleras de las facultades de Derecho o de las bibliotecas. Los más de 2.000 millones de jóvenes nacidos en el mundo de la virtualidad utilizan, en su mayoría, redes sociales, música, videos y televisión. Es decir, si alguna institución educativa quiere entrar al mundo de los jóvenes para atraerlos a la universidad, lo primero que debe hacer es ir a encontrarlos en el planeta en que ellos viven, denominado comúnmente la red.

 

En caso de ser atraídos, una vez que los jóvenes se acercan a las instituciones para averiguar sobre las carreras profesionales, los planes de estudio y los costos de los estudios, lo que encuentran inicialmente es una carga documental que los hace dudar sobre qué tipo de profesión seguir. Además que muchas instituciones utilizan todavía las filas, las fichas, los formularios, las encuestas, los plegables, las copias y las facturas de pago de inscripción, algo que produce alergia a los incautos aspirantes, quienes, para huir de tan aterrador tormento, buscan instintivamente la aplicación, la foto, la dirección web, el video o la persona que pueda ahorrarles dicho bochorno.

 

Si no encuentran estos escapes modernos, prefieren renunciar y no volver jamás a la institución. Pocas son las universidades que los acogen en las aulas de clase, que los ponen en contacto con los profesores o egresados o les proyectan videos promocionales o banners sobre el programa universitario. Casi ninguna institución tiene blog o Facebook sobre el programa ni experiencias interactivas que se encuentren fácilmente en las descargas web.

 

Herencia documental

En caso de alta motivación, el aspirante que decide inscribirse al programa de Derecho encontrará un sinnúmero de certificados por aportar: documentos personales, atestaciones, recomendaciones, proyecto de vida, hojas de vida, entrevistas, exámenes corporales, pruebas Saber 11 y hasta facturas de servicios públicos de sus padres o familiares.

 

Sin embargo, el cerebro hiperconectado de un adolescente moderno no está adaptado para realizar todos estos procedimientos documentales, generalmente lentos, aburridos e innecesarios, que contradicen, en cierta forma, su naturaleza de seres instantáneos, visuales y multimodales. Para esta generación, lo que no se puede encontrar en internet, en Facebook, copiar en QR (Quick reponse code), gravar o enviar por WhatsApp, en realidad no existe o no es interesante.

 

No muchas instituciones de educación superior utilizan estos medios modernos para realizar los procesos de inscripción académica, algunas llevan a cabo cursos de nivelación y otras prefieren hacer esperar a los ansiosos aspirantes a que llenen todos los requisitos para poderlos citar a clase.

 

La realidad

Una vez en clase, la anhelada virtualidad comienza a mostrar sus promesas. De forma general, los estudiantes deben asistir diariamente a clase, las jornadas de aprendizaje pasivo son extensas y las aulas interactivas, casi inexistentes. Muchas facultades de Derecho no utilizan las nuevas estrategias de aprendizaje ni los espacios virtuales de enseñanza. Por ello, los intrépidos estudiantes se aburren en clase, detestan los libros y se sumergen en las redes virtuales en plena conferencia magistral.

 

La mayoría de las instituciones educativas prohíbe los celulares en clase, los computadores y todo medio electrónico que pueda distraer a los docentes. Estos obedientes aprendices buscan por todos los medios escapar a tan cruel dictadura: envían mensajes detrás de los compañeros, contestan llamadas en voz baja, chatean computadores que parecen libros o utilizan manos libres para quedar conectados permanentemente, enviando señales de auxilio de vez en cuando. Peor aún, muy pocas instituciones enseñan en competencias virtuales o evalúan por medios electrónicos o hacen uso de las teleconferencias, de los juegos o de las aulas inteligentes.

 

Aprendizaje visual

Lo anterior es una de las causas de la alta deserción de los estudiantes en las facultades de Derecho, como también del mal aprendizaje y de la inadecuada manera en que estamos formando los buenos abogados del futuro. Hay que comprender que las competencias cognitivas de los adolescentes modernos han cambiado, que sus cerebros funcionan de otra manera y que, por ello, el desentendimiento entre maestros y aprendices es cada vez más grande.

 

Tal parece que el aprendizaje de los nuevos estudiantes es altamente visual, sus cerebros piensan colectivamente y de forma multilateral e instantánea, no se detienen en discursos largos e incoherentes, sus frases se han reducido a las abreviaciones y a los emoticones, pero además necesitan de grandes descargas de adrenalina, que los mismos videojuegos se han encargado de alimentar.

 

Estudios recientes demuestran que los jóvenes estudiantes de la generación virtual son cerebros mutantes que han modificado considerablemente sus capacidades cognitivas. Estos cerebros han mejorado su capacidad de conexión, absorbiendo información y obteniendo respuesta a una velocidad récord, pero reduciendo considerablemente la capacidad de almacenaje, reflexión y análisis de la información.

 

Además, la capacidad de resistencia y tolerancia parece cada vez más disminuida, sus cerebros responden menos a las emociones, son solitarios y les gusta apartarse de la realidad que los rodea.

Ante esta situación, es necesario dejar de soñar en una educación virtual que nunca se materializa. El Ministerio de Educación sigue reacio a aprobar programas virtuales en Derecho, no con justa razón sostiene que las ofertas virtuales de los programas de Derecho se reducen a la consulta de PDF y a la búsqueda de información en internet, en muchas ocasiones a abrir links o visionar imágenes o videos. Pero la realidad de la virtualidad es otra. El mundo global, altamente informatizado y bidireccional, está llegando a las aulas de todas las universidades del mundo, pero en nuestras facultades de Derecho todavía es un sueño inalcanzable y difícil de realizar.

 

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