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19 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 21 minutos | ISSN: 2805-6396

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Noticias / Tecnología


¡Nada les gusta!: privacidad y covid-19

03 de Junio de 2020

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Lucía Camacho

Abogada y asistente en Fundación Karisma

Interesada en privacidad en línea y libertad de expresión en internet

@LuCamachoG

 

Quienes defendemos la privacidad como un derecho humano que requiere ser protegido especialmente en contextos de emergencia nos convertimos de repente en los villanos de la película, en las personas a las que nada les gusta, que le ven un “pero” a todo: malo si se usa una app para salvar vidas, malo si se usa una página web para que empleadores registren síntomas de los empleados. ¡Qué difícil es tomar decisiones que dejen a todo el mundo contento!, nos dicen las autoridades públicas que procuran cada día hacer frente a la pandemia. 

 

Si bien es cierto que durante los contextos de emergencia, sin importar cuál sea su causa, las autoridades suelen asumir facultades que les permitan actuar rápidamente para desplegar acciones de contención y mitigación, también lo es que las medidas que se implementan deben poder ser sometidas a un escrutinio cuidadoso, y hacerlo no debe posicionar en el extremo de los opositores, los quejosos, los que no queremos salir de esta a quienes advertimos sobre el respeto de los derechos humanos cuando en lo que insistimos es que podemos salir adelante, pero no a cualquier costo.

 

Someter a las medidas asumidas por las autoridades a un cuidadoso escrutinio es necesario porque la limitación a los derechos en contextos de normalidad suele ser puesta a debate en foros democráticos, requiriendo un nivel de discusión detallado sobre el cómo, el por qué y el para qué, y esto es así pues las implicaciones sobre la limitación de los derechos afecta a ciertos grupos de la población más profundamente que a otros, exacerban las relaciones de desigualdad preexistentes en nuestra sociedad y son difíciles de resistir cuando nos posicionamos en un plano de vulnerabilidad como en el que nos sitúa la pandemia. 

 

Desde luego, el escrutinio es importante cuando se trata particularmente del despliegue de una tecnología, pues ni esta ni los datos que recolecta son neutrales, y sus impactos no solo tienen el potencial de vulnerar nuestra privacidad sino el resto de los derechos que apreciamos como valiosos.

 

¿Por qué no usar la tecnología si esta puede ayudarnos a salir más rápido de la crisis?, o ¿por qué no pedirle datos personales a las personas que ya están acostumbradas a la entrega voluntaria de su información en otros ámbitos digitales como las redes sociales? Son dos preguntas con las que recientemente las autoridades públicas nos han cuestionado a quienes defendemos la importancia sobre el respeto de la privacidad como un derecho humano en este contexto de crisis y angustia social.

 

La tecnología es una entre múltiples herramientas que, dependiendo el problema, puede o no contribuir a la respuesta. Saber si la tecnología es la herramienta ideal para paliar la pandemia pasa por preguntar mucho antes cuál es en definitiva su efectividad y cuáles sus limitaciones, y si hay alternativas disponibles que no dependan, como en nuestro caso, del uso de una app para efectuar el rastreo de síntomas y el rastreo del contagio por contacto, pues lo cierto es que el despliegue de la tecnología depende no solo de las características de la herramienta en sí, sino del ambiente en el que se la despliega. Un ambiente, en nuestro caso, de brecha digital en el que muchas personas no tienen un smartphone de última generación en el bolsillo, y que tiene al menos a 20 millones de colombianos viviendo en la total desconexión.

 

¿Y qué tiene que ver la preocupación sobre la efectividad en el uso de la tecnología con las preocupaciones en torno a la privacidad y el ejercicio de los derechos? En la medida en que las autoridades que anuncian el lanzamiento de una nueva app reconozcan con humildad las limitaciones de la tecnología, al tiempo que midan de manera objetiva su real efectividad y nos adviertan e informen al respecto, podrá ser posible valorar qué tan justificado, razonable y necesario resulta ceder en nuestra privacidad a cambio de resultados que pueden en últimas no sumar mucho a la balanza.

 

Una actitud que peca por exceso de optimismo puede llegar a sacrificar la privacidad de las personas a cambio de nada, al tiempo que se sacrifican actitudes valiosas como la confianza de la ciudadanía en la capacidad de las autoridades para atender la crisis y  la salud de cientos de personas que se abandonan a la falsa sensación de seguridad que les provee una app que se les prometió como milagrosa.

 

Que vivamos en el mundo de la “economía de los datos” no justifica la adopción impositiva de soluciones tecnológicas que, además de ser desplegadas de manera acrítica, demandan de las personas la entrega de información tan detallada y sensible que facilita, por ejemplo, las actividades de vigilancia masiva de la población

 

Que se imponga una tecnología que para su uso prescinde de nuestra voluntad mina los procesos de confianza y genera sospecha, pues nunca como ahora se nos había dicho que el ejercicio de nuestros derechos dependería del uso de una aplicación, al tiempo que informamos de dónde venimos, a qué horas, para dónde vamos, a ver a quién y por qué razón.

 

No es que nada nos guste a quienes llamamos la atención sobre el cuidado con que las autoridades públicas deben pensar en las medidas de protección de la salud pública y que deben garantizar también el resto de nuestros derechos. Lograr ambos objetivos al tiempo es una pretensión muy anterior a la crisis del covid-19, que tiene su respuesta en los estándares sobre derechos humanos que obligan a considerar factores de necesidad, legalidad, proporcionalidad y razonabilidad de las medidas. 

 

No hay que inventar la rueda entonces, hay que ponerla a andar. De lo contrario, bajo la premisa del “para qué la privacidad si lo que único que importa es la salud” terminaremos aceptando con el tiempo “para qué los derechos, si con la mera salud basta”. 

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