Columnistas
Tres años de la SAS
17 de Enero de 2012
Francisco Reyes Villamizar Miembro de la Academia Internacional de Derecho Comercial
|
La cifra record de 107.000 sociedades por acciones simplificadas (SAS) constituidas en apenas tres años de vigencia de la Ley 1258 del 2008 demuestra, a las claras, el notorio atraso de la legislación colombiana en materia de sociedades contenida en el Código de Comercio. Hoy, el 92 % de las nuevas sociedades que se inscriben ante las cámaras de comercio son SAS. Esta figura ha permitido un incremento sustancial en el número de empresarios que ha ingresado al sector formal de la economía. Ello se traduce en más oportunidades de empleo, cumplimiento de normas laborales y fiscales, mayor publicidad ante terceros y crecimiento económico.
El veredicto sobre la idoneidad de estas normas respecto a las necesidades del tráfico no deberían darlo quienes han sido artífices de las fracasadas políticas legislativas que antecedieron a la ley sobre la SAS. Los jueces de última instancia en este ámbito son los mismos empresarios que han utilizado masivamente la modalidad asociativa para estructurar sus relaciones de negocios.
De hecho, no han sido solamente los microempresarios quienes se han beneficiado de esta novedosa estructura societaria. También los grandes conglomerados colombianos han acudido a la sociedad simplificada para intentar escaparse de los enormes costos de transacción que representa en Colombia la configuración y el mantenimiento de cualquier grupo de compañías. Por ello, los más importantes grupos empresariales del país han migrado hacia el esquema de las SAS.
Al preguntarse cuáles son las razones que justifican el éxito de este prototipo empresarial, debe resaltarse una que es sobresaliente: la amplia libertad contractual que caracteriza a este tipo de compañía. Por ello se le ha denominado apropiadamente como “sociedad-contrato”. Existe un antecedente importante sobre este particular. En la configuración original de la SAS francesa del 3 de enero de 1994, se tuvo en cuenta el modelo de la sociedad puramente contractual del Código Civil napoleónico de 1804. Paradójicamente, hace doscientos años sí existía la autonomía de la voluntad privada. La SAS intenta recuperar este postulado fundamental. Desde luego que, al lado de esta libertad de estipulación, el sistema de la sociedad simplificada también es exitoso por su régimen de limitación de responsabilidad, la gran flexibilidad en la estructuración de sus órganos internos y la sencillez del proceso constitutivo.
De ahí que resulte inexplicable la actitud de ciertos funcionarios que parecen empeñados en modificar la ley de la SAS para restablecer arcaicos trámites burocráticos en un presunto empeño por hacerle frente a la corrupción rampante que afecta a todos los ámbitos de la actividad nacional. Se equivocan en el remedio. Basta reparar en una circunstancia obvia: el formalismo agobiante en todos los ámbitos del Derecho, lejos de ser una solución, es una de las principales fuentes de corrupción en América Latina.
Por el contrario, el desafío del Gobierno en esta materia debería ser el de suministrarles a los empresarios herramientas modernas e idóneas para afrontar la competencia global, sobre todo si se quiere actuar en el contexto de tratados de libre comercio. Por ello, si se trata de verdaderos retos, uno de los mayores para el año que comienza es el de evitar la contrarreforma improvisada de la SAS, que abriría compuertas para el restablecimiento de las escrituras públicas de constitución y para sus reformas.
En un reciente editorial del periódico Portafolio titulado “El éxito de la SAS”, se denunció la existencia de los “defensores de los viejos esquemas”. Al mismo tiempo, el editorialista puso de presente que “el éxito de las SAS habla por sí solo. Por un lado, es una señal amigable hacia el sector privado que ahora encuentra barreras de entrada más bajas que antes. Por otro, es una herramienta poderosa en la búsqueda de la formalización de miles de negocios”. Ojalá que esos mismos defensores del régimen tradicional no tengan éxito en su empeño de destruir una figura que ha representado enormes beneficios para los empresarios. Son estos mis mayores deseos para el año que comienza.
Opina, Comenta