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Actualizado hace 9 hours | ISSN: 2805-6396

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Mirada Global


Tormenta en Stormont: peligra la paz de Irlanda del Norte

25 de Enero de 2017

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Daniel Raisbeck        

 

Cuando Juan Manuel Santos visitó Reino Unido en noviembre del 2016, se aseguró de pasar por Irlanda del Norte. Mientras el Congreso colombiano se preparaba para aprobar su acuerdo con las Farc (pese al resultado del plebiscito del 2 de octubre), era oportuno un photo op en el país que, durante años, Santos había citado como ejemplo de reconciliación tras una guerra interna.

 

Sin embargo, solo dos meses después de la visita del presidente, tambalea el acuerdo político que ha mantenido el cese de la violencia en Irlanda del Norte desde 1998. El 9 de enero, Martin McGuinness, líder del partido nacionalista de izquierda Sinn Féin y Primer Ministro Diputado desde el 2007, renunció a su cargo. Su dimisión fue una protesta contra la Primera Ministra, Arlene Foster, líder del Partido Unionista Democrático (DUP), agrupación conservadora y pro-Reino Unido, por causa del escandaloso derroche de 490 millones de libras esterlinas en subsidios para empresas que usaran “energía renovable”.

 

La prensa británica ha expresado el peligro que trae la renuncia de McGuinness: “Acuerdo de partición del poder en Irlanda del Norte al borde del colapso”, escribió el diario The Daily Telegraph. “Puede haber problemas futuros en Irlanda de Norte”, afirmó la revista The Spectator. La razón: la salida del dirigente del Sinn Féin del Ejecutivo no solo derrumba a la coalición gobernante; también sacude las bases mismas del Acuerdo de Viernes Santo de 1998, el cual puso fin a las hostilidades de 30 años entre nacionalistas católicos y unionistas protestantes conocidas flemáticamente en Gran Bretaña como Los Problemas (The Troubles).

 

El acuerdo determina que el gobierno norirlandés será compartido entre nacionalistas y unionistas según el “modelo consociativo de la democracia”. Esto significa que el Ejecutivo lo conforman tanto el Primer Ministro como el Primer Ministro Diputado — “uno no puede ejercer su cargo sin el otro”—, quienes necesariamente deben representar a los dos partidos más votados en las elecciones.

 

Por otro lado, miembros de diferentes partidos, tanto unionistas como nacionalistas, conforman el gabinete. Los ministros son seleccionados tras las elecciones de acuerdo con el método D’Hondt de representación proporcional (el Congreso colombiano se elige según una variante de este método). El gobierno norirlandés necesariamente es una coalición.

 

La renuncia de McGuinness, la cual inevitablemente hace caer al gobierno que formó Arlene Foster en enero del 2016, puede tener consecuencias más allá de desencadenar unas nuevas elecciones. Es notorio, de hecho, que la tensión entre Sinn Féin y el DUP estaba creciendo en los últimos años. En el 2016, por ejemplo, el ministro unionista de Comunidades recortó los fondos de un programa de enseñanza del idioma irlandés (gaeilge), enfureciendo a los nacionalistas.  

Como reporta Al Jazeera English, McGuinnes y otros líderes del Sinn Féin afirman que únicamente regresarán al gobierno con sus antiguos socios de coalición si estos ceden en el asunto del idioma y frente a otros “temas de igualdad”, por ejemplo el matrimonio entre parejas homosexuales. Irlanda del Norte, de hecho, decidió no implementar la legislación del Parlamento británico del 2014 que legalizó dichas uniones.      

 

Por su parte, los dirigentes del DUP insisten en que, de ganar unas nuevas elecciones, no permitirán que Sinn Féin les imponga una “agenda republicana”. Inclusive, han mencionado la necesidad de “revisar las estructuras de la coalición obligatoria y de la partición del poder”.

 

Aunque existe una remota posibilidad de que partidos nacionalistas y unionistas distintos a Sinn Féin y al DUP ganen las elecciones y formen una coalición funcional, el escenario más probable es una victoria para los dos partidos históricos. El palacio de gobierno de Stormont en Belfast quedaría sumido en un impasse político permanente.

 

Mientras se convocan las elecciones, las cuales no deben ser inmediatas, Irlanda del Norte está bajo el mando del secretario de Estado para Asuntos de Irlanda del Norte del gobierno británico, James Brokenshire. Pero esto no es una buena noticia para la primera ministra, Theresa May.

 

Como escribe el periodista Pádraig Belton, “el fracaso de las instituciones de partición del poder es positivo para los republicanos disidentes, a quienes nunca les gustó” el acuerdo con los unionistas y preferían tomar el poder con las armas. Por ende, May ha expresado su preocupación acerca de un posible retorno violento de Los Problemas.

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