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Actualizado hace 2 hours | ISSN: 2805-6396

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Especial Tecnología e innovación


Tecnología para la investigación penal

01 de Septiembre de 2016

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Andrés Guzmán Caballero

 

Abogado experto en pruebas técnicas

 

andres@adalid.com

 

Desde tiempos bíblicos, condenar a prisión a personas con tan solo un testimonio es una aberración: en el Libro de Daniel, Susana es acusada de adulterio por dos ancianos jueces que habían querido poseerla, pero ella no quiso quebrantar su deber de fidelidad, cuando estaba pronta a ser ejecutada por los dichos falsos de aquellos. Daniel exige examinar separadamente a cada “testigo”, siendo que estos no pueden acertar en la respuesta a la pregunta de bajo que´ árbol había ocurrido el adulterio, pues mientras que uno responde “bajo una acacia”, el otro dice “bajo una encina”, así los condenados fueron otros.

 

Ahora bien, en tiempos modernos en Georgia, el afroestadounidense Troy Davis murió ejecutado por inyección letal el 21 de septiembre del 2011, condenado por el asesinato del policía Mark MacPhail, en 1989. Troy Davis se declaró inocente de todos los cargos, sin embargo, en agosto de 1991 fue condenado a muerte. Según la fiscalía, el acusado asesinó a MacPhail al salir de una fiesta, pero de los nueve testigos que declararon en contra de Davis en el juicio, siete se retractaron posteriormente y, en agosto del 2009, denunciaron que fueron presionados por la policía para inculpar al joven. Por otra parte, el arma con la que se cometió el asesinato jamás pudo ser hallada, ni se recolectaron huellas dactilares ni rastros de ADN.

 

Este caso nos lleva a reflexionar a que en la era de la información debería considerarse una aberración el condenar personas con base solo en testimonios, más aun cuando existen adelantos tecnológicos como la ubicación de GPS, ADN, cámaras en cada esquina, big data, sistemas de recuperación de información, laboratorios científicos, iconografías e, incluso, el polígrafo, que son, sin duda, herramientas que deben tenerse en cuenta para corroborar los testimonios y así llegar a conclusiones más cercanas a la verdad de las acusaciones.

 

Según Innocent Proyect, fundación estadounidense dedicada a revisar casos usando tecnología de sentenciados que alegaron inocencia, en tan solo un año se probó que 297 presos estaban injustamente condenados en ese país. Queda así claro que entre más tecnología exista en la ciencia forense, mejor servida estará la justicia.

 

Ahora, es importante decir que el mayor reto de la Fiscalía General de la Nación y del país en materia de impunidad es lograr la verdad, la justicia y la reparación. Llevar a los verdaderos delincuentes a prisión y que sus casos sean muy sólidos, reto que solo se puede lograr con tecnología, procedimientos científicos de manejo de evidencia, laboratorios técnicos certificados y la profesionalización definitiva de la Policía Judicial.

 

Grandes avances

 

La tecnología bien usada puede aclarar sin mantos de duda muchos casos, por ejemplo, analizar el ADN como pieza fundamental en el contexto probatorio no es una novedad; es decir, si se encuentra una muestra de pelo, saliva o piel en una escena y se compara con la del sospechoso y se sabe si él fue, pero sin sospechoso es inútil. Sin embargo, en la actualidad, el ADN dejó de ser un simple medio de identificación, convirtiéndose en una forma de perfilación, gracias a un novedoso y fascinante método denominado DNA henotyping.

 

Con el ADN se logra, basado en la misma muestra, conocer la ascendencia geográfica, color natural de pelo y ojos, inclusive detectar algunos rasgos faciales del sospechoso, concluyendo así que podemos hacer retratos genéticos reales. Esta técnica es muy similar a la que cualquiera de nosotros puede usar con el sistema www.23andme.com, donde con tan solo 100 dólares, enviando una muestra de saliva, descifra su genoma con todos los rasgos ya descritos, incluyendo hasta la predicción de enfermedades.

 

En el mundo actual del “gran hermano”, con la tecnología es muy fácil saber si ciertas personas alguna vez se reunieron a “concertarse”. Basta con tener la fecha y hora del presunto mitin, se solicita a la empresa de telefonía la sábana de llamadas, con las celdas en que estaban conectados y se determina con un “análisis link” si están cerca las antenas. Así, se podrá identificar si se está diciendo o no la verdad. Experticias de esta clase fueron las que determinaron, por ejemplo, que Carlos Cárdenas no estaba cerca del sitio donde murió Luis Andrés Colmenares, logrando probar su inocencia y concluyendo que todos los “testigos” que decían haberlo visto mintieron, tal y como posteriormente lo aceptaron, razón por la cual están condenados, en este sonado caso.

 

Ahora bien, los cuerpos de investigación requieren, además, sistemas de verificación y certificación de fotografías digitales, toda vez que las escenas se levantan con cámaras, y para nadie es un secreto lo fácil que resulta editar un pictograma. Así, un app con certificación de GPS, firma electrónica y verificación de autenticidad es necesaria para no dar un retroceso a las cámaras Polaroid y tener plena validez legal de estos medios.

 

Estas son algunas herramientas tecnológicas que están a la mano de los investigadores, fiscales y abogados. Lo lamentable es que no siempre sean consideradas como pruebas principales, tan solo son una evidencia accesoria, aplicada en ciertos casos relevantes. Además, el hecho de que no existan laboratorios certificados, investigadores profesionalizados y procedimientos estandarizados aleja así el proceso penal de la verdad. 

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