Al Margen
Ladrón que roba a ladrón…
13 de Enero de 2014
Los amantes del cine latinoamericano, en especial de las comedias que suelen proyectarse en los teatros colombianos a finales de año, seguramente recordarán esa especie de Ocean’s eleven chicano llamado Ladrón que roba ladrón, en el que Miguel Varoni venía siendo algo así como Brad Pitt, pero versión Pedro el escamoso.
La trama de ese filme, que se estrenó en el 2008 y recaudó poco menos de siete millones de dólares, era bastante “robinhoodesca”: dos ladrones profesionales planean robarle al gurú de los infomerciales todo el dinero que obtuvo de vender productos defectuosos por televisión, para repartirlo entre los compradores estafados. Todo un desafío para el Derecho Penal.
El asunto es que la táctica de los pillos resulta ser tan efectiva, que la envidiaría la propia Superintendencia de Industria y Comercio, cuya gestión ha hecho tan felices a los consumidores nacionales en los últimos meses.
Pero ese tipo de historias, en las que los ladrones pasan por héroes, no son patrimonio exclusivo de la ficción. A finales del año pasado, fue noticia mundial un sujeto español que denunció a un pederasta luego de asaltar su residencia y encontrar tres videos que registraban abusos a menores.
Desde un teléfono público, el ladrón le informó a la policía que había dejado los videos debajo de un carro, con una nota anónima en la que estaba la dirección del presunto abusador. “He tenido la desgracia de que han caído las cintas en mis manos y me veo en la obligación de presentarlas dejando que ustedes hagan su trabajo y puedan meter a ese (...) en la cárcel de por vida”, decía el escrito.
El hecho de que el ladrón hubiera cumplido sagradamente con su deber ciudadano de denunciar la comisión de un delito permitió identificar al pederasta, quien resultó ser un profesor de fútbol de salón que, aprovechándose de esa condición, venía abusado de al menos cuatro niños desde hace varios años. Claro, días antes, el abusador había denunciado en la comisaría el asalto a su residencia, eso sí, sin informar del hurto de una cámara y varias cintas de video.
Bordeando el 2014, también en España, la Guardia Civil desarticuló una banda que se dedicaba a la no muy segura tarea de robarles dinero a los narcotraficantes. Haciéndose pasar por constructores dispuestos a lavar dinero producto del tráfico de drogas, estos delincuentes les ofrecían a los narcos cambiar billetes de 10, 20 y 50 euros por billetes de 200 y 500 euros, para que los traficantes pudieran trasladar los ingresos de su negocio con más facilidad.
Los “comprensivos empresarios” cuadraban la hora, el día y el lugar, y, cuando los narcotraficantes llegaban a la cita, se identificaban como agentes de la policía y les hurtaban el dinero, valiéndose de armas de fuego y spray corrosivo. Por supuesto, el dinero no iba a parar a centros de rehabilitación de adictos a las drogas, sino a las arcas de esta organización criminal (o contracriminal… O “recontracriminal”).
Lo más curioso del asunto es que la Guardia Civil conoció estos hechos tras varias denuncias de hurto con violencia (y por persona disfrazada que simulaba autoridad) presentadas por sujetos relacionados con el narcotráfico que, hasta el sol de hoy, siguen en libertad.
(Fuentes: elmundo.es y publico.es)
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