Con la disolución de la sociedad se torna imposible el desarrollo del objeto social y se hace imperativo para el liquidador adelantar todas las actuaciones tendientes a la inmediata liquidación del ente societario, entre las que se encuentran continuar para concluir las operaciones sociales pendientes al tiempo de la disolución, que excluyen la presencia de un patrimonio de especulación y la búsqueda de utilidades propias del pleno desarrollo del objeto social, recordó la Superintendencia de Sociedades. Así las cosas, a partir de la disolución del ente jurídico no es viable que el mismo continúe desarrollando su objeto social, como sería el caso de seguir comprando combustible líquido derivado del petróleo para facturarlos a sus nuevos propietarios, es decir, a quienes se les adjudicaron acciones en virtud de la distribución de remanentes.