La Ley 256 de 1996 (Ley de Competencia Desleal) establece una serie de conductas consideradas como actos de competencia desleal por ser opuestas a la manera corriente de quienes obran honestamente en el mercado, como son la desviación de la clientela, confusión y engaño, descrédito, comparación, explotación de la reputación ajena e inducción a la ruptura contractual. En cuanto a la desviación de la clientela, la Superintendencia de Industria y Comercio indicó que es necesario acreditar por parte del interesado la existencia de consumidores que tuviesen como propósito adquirir sus productos pero que, como consecuencia de la conducta del competidor, contrario a las sanas costumbres mercantiles o a los usos honestos, hayan modificado su decisión de compra o que el acto tenga la potencialidad de viciar la decisión, variando su preferencia.