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“Debates oscuros y secretos” para escoger al Presidente de la Comisión Europea

27 de Junio de 2014

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Daniel Raisbeck

 

 

La hermética manera en que es electo el Presidente de la Comisión Europea ilustra muy bien el llamado “déficit democrático” de la Unión Europea (UE).

 

La Comisión es la Rama Ejecutiva del gobierno a nivel europeo, y consta de un Presidente y 27 comisarios, cada uno designado por uno de los países miembros.

 

Desde su creación en 1967, la Comisión ha sido el único ente que puede proponer legislación frente al Parlamento Europeo, implementar las decisiones y asegurarse de que los países miembros respeten los tratados vigentes, al recurrir a la Corte de Justicia Europea.

 

Claramente, la Comisión ejerce un grandísimo poder. En comparación, el rol de los 751 eurodiputados se limita a aprobar o rechazar los proyectos de ley que presenta la Comisión, y a aprobar la Comisión presentada cada cinco años por el Consejo Europeo, compuesto por los 27 jefes de Estado.

 

Lo que hace de la UE un gobierno quasi democrático es lo siguiente: en prácticamente toda democracia moderna, la elección del líder del Ejecutivo depende directamente de las elecciones nacionales, ya sea dentro de un sistema parlamentario o presidencial.

 

En Europa, sin embargo, el Presidente de la Comisión ha sido escogido tradicionalmente por los miembros del Consejo Europeo: es decir, por medio de un acuerdo entre los jefes de Estado nacionales y, sobre todo, entre los líderes de las naciones más grandes, empezando por Alemania, Francia y Reino Unido.

 

Por ejemplo, el portugués (y antiguo maoista) José Manuel Durâo Barroso, presidente de la Comisión desde el 2004, sale del poder tras 10 años (fue reelegido en el 2009) sin haber recibido el voto directo de un solo ciudadano.

 

El enorme distanciamiento entre la élite política y el europeo de a pie que genera este sistema ha sido percibido por décadas, y el problema no solo radica de la elección del Presidente de la Comisión.

Según el periodista suizo Markus Somm, la Comisión ejerce simultáneamente las funciones de las ramas ejecutivas, legislativas y judiciales de un gobierno tradicional, y de tal manera viola los principios fundamentales de la división de poderes que formuló el Barón de Montesquieu.

 

Los eurofederalistas que controlan las instituciones europeas no son inmunes a tales críticas. En parte conscientes de su dilema al presentarse ante el mundo como demócratas ejemplares, en parte ansiosos por incrementar su poder, los líderes del Parlamento Europeo ejercieron presión para que, a partir de este año, el Presidente de la Comisión fuera electo como la cabeza de lista del bloque político -socialistas, cristianos demócratas o liberales- que obtuviera la mayoría en el Parlamento Europeo.

 

Sin embargo, no es seguro que vaya a ser exitoso este esfuerzo por convertir a la Comisión en un gabinete federal, un término del eurodiputado inglés Daniel Hannan.

 

Jean-Claude Juncker, ex primer ministro de Luxemburgo (1995-2013) y expresidente del Eurogrupo (de ministros de finanzas de los países miembros) (2005-2013), ganó en teoría las elecciones del 25 de mayo pasado, ya que la coalición demócrata cristiana que lidera obtuvo la mayor votación a través del continente, con 221 parlamentarios electos (29,43 % del voto total).

 

No obstante, David Cameron, primer ministro británico, se opone rotundamente a la elección de Juncker como presidente de la Comisión, porque el abierto y vehemente eurofederalismo del luxemburgués no despierta simpatías entre la mayoría de los votantes de Gran Bretaña, donde el euroescéptico Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) ganó las elecciones europeas con el 27,49 % de la totalidad de los votos.

 

En contra de Juncker también se han declarado Mark Rutte y Fredrik Reinfeldt, primeros ministros de Holanda y Suecia, respectivamente. Sin su apoyo, no será fácil para la canciller alemana, Angela Merkel, materializar el nombramiento de Juncker, tal como es su preferencia.

 

Como candidatas alternativas han sido mencionadas la francesa Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional, y Helle Thorning-Schmidt, primera ministra de Dinamarca.

 

Así Juncker sea elegido presidente de la Comisión, la decisión se basará no en las elecciones, sino en el dominio casi absoluto de Alemania sobre la UE y en su capacidad de imponer su voluntad a puerta cerrada.

 

Esto no desagradará a Juncker, quien declaró que, idealmente, la política económica de la UE debería formularse como resultado de “debates oscuros y secretos”.

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