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Actualizado hace 40 minutes | ISSN: 2805-6396

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Columnistas


San Polígrafo

25 de Junio de 2013

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Julio César Carrillo Guarín

Julio César Carrillo Guarín

Asesor en Derecho Laboral, Seguridad Social y Civilidad Empresarial.

carrillocia@etb.net.co

 

 

Cuando entendemos la ética como un saber práctico que nos permite acometer el diario vivir con altura humana y comprendemos que hay altura humana cuando se respeta la dignidad y se toman decisiones prudentes y justas, surge el compromiso de tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran o trataran a las personas que amamos.

 

Por ello, hay modos de actuar que sin ser ilegales ni delictivos, pueden ser imprudentes o injustos y arrastrar un aroma de indignidad.

 

De ahí que ciertas acciones que quizás son normales y aceptables en algunos contextos, sin embargo, en otros pierden razonabilidad y, al perderla, carecen de fondo ético y por ende, hieren la humanidad.

Es lo que puede pasar con el sancta sanctorum del polígrafo.

 

No ignoro la utilidad de este instrumento en el universo de la investigación forense, ni la autorización concedida a las empresas de vigilancia para “prestar a terceros en forma remunerada el servicio de poligrafía” (Supervigilancia, Res. 2417/08). 

 

Tampoco puedo afirmar que hay normas que lo prohíban. Pero cuando se aplica en el universo de lo laboral y en un entorno de investigación criminal, hay algo que no permite percibir tal aplicación como prudente y justa, especialmente si empieza a considerarse por algunos como un santo milagroso que tiene la única verdad revelada, canonizado en el interior de lo laboral por el facilismo de aquellas estructuras organizacionales afectadas por una racionalidad carente de emoción por lo humano, que lo utilizan como un medio de prueba para todo caso y circunstancia, adoptando sus resultados como dogma de fe.

 

Según los estudiosos de la materia, la poligrafía es una disciplina para la “detección psicofisiológica del engaño”, “una evaluación forense de la credibilidad”. Y cuando una persona en el mundo del trabajo es sometida a la evaluación desde una máquina para detectar engaño u observar si hay credibilidad, aparece para el examinado la percepción desmotivante de no inspirar confianza, se lastiman los equipos de trabajo y se produce el efecto sistémico de desaliento sobre el clima laboral.

 

La misma Sala Penal de la Corte ha enseñado que esta herramienta de detección “encuentra peligros enormes frente a la libertad y a la dignidad del sujeto si se admite la utilización del polígrafo como medio de prueba, pues ese dispositivo... contribuye a afianzar más el fin que los medios, debido al dramático proceso de instrumentalización a que se somete a la persona...” (rad. 26470).

 

Si usted para contraer matrimonio fuera literalmente “sentado” por la familia de su futuro o futura cónyuge y conectado a una máquina para responder preguntas asertivas que indaguen sus verdaderas intenciones sobre el proyecto de amor en ciernes, así haya constatación y posterior verificación dialogada de las respuestas y salga victorioso del ejercicio, no dudo que su corazón tardará tiempo en sanar el resentimiento causado.

 

Ello cuando el resultado ha sido favorable... ¿Pero qué decir cuando, sin aducir razones y después del “examen”, usted simplemente es rechazado para un empleo o retirado –incluso con indemnización–, dejando en el ambiente una especie de hálito perverso de sospecha y dando pie al rumor de que algo turbio ronda su existencia?

 

Sí. Lo sé. No hay posibilidad de practicar el polígrafo a un trabajador o a un aspirante a un empleo, si no imparte su consentimiento. ¿Pero quién, para acceder a un trabajo o para no perderlo, se niega a someterse a él?

 

También comprendo que existen múltiples circunstancias de criminales que pretenden acceder a las organizaciones para abusar de la oportunidad que se les concede, poniendo en peligro la sostenibilidad de la fuente de empleo.

 

Sin embargo, es necesario que quienes se encargan de los procesos de selección o de las investigaciones disciplinarias, inspirados en el respeto por lo digno, incorporen mecanismos efectivos que eviten riesgos latentes para las empresas sin socavar la confianza ni generar humillación.

 

Es necesario acudir a la tecnología para adelantar las investigaciones en red de los antecedentes de la personas, acudir a la evaluación responsable de las referencias personales, aplicar las técnicas de entrevista para evaluar a través de la prueba legítima lo que corresponda para construir verdad.

 

Mal empieza la relación de trabajo si la inducción para que el futuro trabajador ame esa empresa es una visita al templo de San Polígrafo o mal resulta para el clima laboral que la determinación de una falta o la absolución del inculpado pueda depender de lo que la santísima máquina disponga, cuando ni es del todo fiable ni la mismísima Sala Penal de la Corte lo acepta como prueba.

 

No se trata de desestimar una herramienta para justificar alevemente la impunidad o la irresponsabilidad.

 

Así como solemos decir que el afecto se alimenta de pequeños detalles y se pierde por lo mismo, bien vale la pena revisar políticas de esta naturaleza, no para eludir verdad o para oscurecerla, sino para incorporar controles y exigencias razonadas y razonables. Todo ello sin dejar de lado que lo que verdaderamente se requiere es trabajar autonomía, sentido del deber, honestidad, corresponsabilidad, afecto por lo de todos, en forma tal que a la hora de la selección o de la detección de conductas contrarias a la convivencia, sea posible actuar de manera prudente y justa promoviendo la verdad y haciéndola valer sin dañar, sin ultrajar, sin instrumentalizar.

 

¿De qué sirve el imperio de la máquina, si se contamina el espíritu de la buena fe que debe energizar la relación laboral?

 

No importa –dirán algunos–, es un mal necesario... ¿Pero nos gustaría que aplicaran este mal necesario de manera indignante a las personas que están en lo más profundo de nuestro corazón?

Desde esta perspectiva, no dudo que nuestra respuesta sería:

 

¡San Polígrafo: no ruegues por nosotros!

 

Post scriptum: Amigos, los invito a compartir también mis reflexiones en el programa Trabajo, vida y sentido de la emisora on-line La voz del Derecho (archivo programa).

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