Columnistas
“Ciberlaboralidad, a lomo de mula”
A miles de personas ni siquiera les ha llegado la energía eléctrica y, antes que subirse a “la nube”, anhelan acceder a un trabajo digno ‘en cualquiera de sus modalidades.
18 de Julio de 2017
Julio César Carrillo Guarín
Asesor en Derecho Laboral, Seguridad Social y Civilidad Empresarial
carrilloasesorias@carrillocia.com.co
No hay duda de que la velocidad de los avances tecnológicos da paso a formas de interacción que requieren la intervención dinámica de lo jurídico.
La realidad virtual; la transnacionalidad productiva; la robótica; la informática; la lógica del big data, con sus programas bondadosos y maliciosos; las aplicaciones colaborativas (Uber, Booking, Airbnb); la mensajería instantánea (Skype, WhatsApp) y todo el conglomerado de codificaciones y bucles de retroalimentación que traen consigo vehículos autónomos, fábricas sin trabajadores, due diligence sin abogados ni contadores, culto a la información y a la inteligencia artificial y, en fin, el ciberuniverso en el que podemos encontrar desde la ciberjusticia hasta el ciberdelito, constituyen un espacio propicio para la exaltación creativa de lo digno o de lo perverso.
Toda esta realidad -como cuando se pasó de la era de las velas a la de la energía eléctrica- trae como consecuencia el cambio cultural y la mutación imperceptible de oficios y profesiones en muchos escenarios del acontecer humano, con dramáticas pandemias de desempleo, mientras se produce la transición.
El Derecho, entonces, se ve inundado de exigencias que empiezan a generar –para el caso del mundo del trabajo– la necesidad de ajustes normativos e interpretativos, sin perder el norte de la dignidad humana.
Así, los tradicionales elementos del contrato de trabajo (CST, art. 23) están advertidos de su inevitable adaptación a corto plazo.
En efecto, en muchos oficios, el servicio está signado por la ubicuidad virtual: hay un “sitio de trabajo” sin importar el lugar; la remuneración terminará incluyendo componentes en moneda virtual (bitcoines, ether) y la subordinación ya no está siendo respecto de jefes, sino en relación con plataformas y programas para proyectos específicos, donde los verbos rectores no son “imponer” y “exigir”, sino “coordinar” y “realizar” con mediciones precisas.
No está lejos el día en que se hable de la ciberjornada, con causa en el derecho a desconectarse y en la diversidad horaria de empresas con trabajadores en diferentes países; o de la ciberhuelga, con el encriptamiento de archivos controlado por una plataforma a modo de inspector virtual que tendrá la clave para desencriptarlos cuando cese el conflicto; o de la ciberseguridad social, con controles cibernéticos de bienestar y salud en el trabajo e integración de coberturas de manera automática...
Sin embargo, a miles de personas ni siquiera les ha llegado la energía eléctrica y, antes que subirse a “la nube”, anhelan acceder a un trabajo digno “en cualquiera de sus modalidades” (C. P., art. 25).
No hace mucho se decía que habíamos pasado “de la mula al avión”. Ahora, subidos en la nube de la cibernética, la mula sigue, la realidad precaria se mantiene (analfabetismo, desempleo, exclusión). Por ello, es indispensable preservar la búsqueda de lo digno en lo local con las normas que aplican a lo “no virtual”, sin perder la mirada en la ciberlaboralidad como oportunidad para la superación y el discernimiento desde la emoción, que la máquina no aporta. Ello, no con el propósito de mantener a las personas en su situación de hoy, sino para conectarlas a una virtualidad laboral humanamente digna.
¡Para eso es la norma!
En el entretiempo, hay que seguir la tarea. Por ejemplo, recordar que el 1º de junio del 2017 inició la obligación para todo empleador de implementar el Sistema de Seguridad y Salud en el Trabajo (D. 1443/14 y D. 052/17); que el 4 de enero del 2019, las empresas con más de 1.000 trabajadores, y el 4 de enero del 2022, las que tengan menos de 1.000 y más de 50 deberán tener listas las salas amigas de la familia lactante (L. 1823/17); que se requiere generar empleo digno en el campo, no necesariamente dependiente, pero sí con protección social y remuneración adecuada; que el reto es promover comunidades empresariales y proyectos productivos incluyentes con trabajo digno...
En suma, que es indispensable seguir construyendo sobre lo construido para fomentar empleabilidad sin esclavitud, así estemos pasando de la “mula al ciberespacio”.
¡Que se haga la luz!
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