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26 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 56 minutos | ISSN: 2805-6396

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“El conocimiento del derecho sustantivo y procesal no es suficiente para un abogado”

09 de Junio de 2022

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“El conocimiento del derecho sustantivo y procesal no es suficiente para un abogado” (Humberto Pinto)

Existen habilidades y competencias que pueden marcar la diferencia entre un abogado y otro. En la actualidad, el mejor abogado ya no es el que más conocimientos tiene en una de las tantas áreas de Derecho, sino aquel que, además, ha logrado explotar aptitudes que lo diferencian como ser individual. Las soft skills o habilidadades blandas no son ajenas en el mundo jurídico, han cobrado vigencia y se han vuelto una herramienta complementaria y necesaria para alcanzar el éxito. 

 

María del Pilar Galeote, directora de la cátedra José María Cervelló del IE Law School y profesora del Área Jurídica de esa misma institución, es experta en alianzas estratégicas y en negociación jurídica, campo en el que ha desarrollado múltiples competencias que complementan su robusto currículo y la hacen una voz versada en el tema de las habilidades adicionales que deben aprender a explotar los profesionales del Derecho.

 

ÁMBITO JURÍDICO: ¿Cómo definiría las ‘soft skills’?

 

María del Pilar Galeote Muñoz: Lo primero que tengo que decir es que, hoy en día, no me parece del todo adecuado el término “soft” para este tipo de destrezas. Aun así, podría decir que se trata de habilidades y competencias clave para el ejercicio de la abogacía, si queremos lograr resultados sostenibles en el tiempo, el establecimiento y el mantenimiento de las relaciones y la mejora en la imagen de uno mismo como profesional y de la firma a la que se representa. Por eso, soy partidaria del término “core skills”, como más adecuado a lo que significan estas habilidades en el ejercicio de la abogacía hoy.

 

Á. J.: ¿Por qué es importante que los abogados las desarrollen?

 

M. P. G. M.: Sin duda alguna, el conocimiento del derecho sustantivo y procesal es fundamental para el abogado, es una condición necesaria, pero, actualmente, no es suficiente; la condición suficiente solo aparece si el profesional que conoce el Derecho es capaz de cerrar transacciones, ganar juicios, conseguir que el cliente vuelva, etc. Todo eso no se consigue solo sabiendo Derecho. La globalización, la internacionalización de las operaciones, la gran cantidad de profesionales del Derecho que existen, entre otras cosas, exigen que el abogado, en el sentido tradicional, sea capaz de manejar una serie de competencias que hagan que ese Derecho que conoce cree efectos positivos en aquellos con los que se relaciona. Ese valor añadido lo dan las habilidades.

 

Á. J.: ¿Cuáles son las destrezas emocionales que deben fortalecer los profesionales en Derecho en la actualidad?

 

M. P. G. M.: El control emocional es una dimensión de la comunicación que el abogado, sometido a tanta presión, debe cuidar. No obstante, las habilidades y las competencias clave para el abogado del siglo XXI son varias, entre las que destaco: la utilización de la comunicación oral y escrita, el razonamiento jurídico, la resolución de conflictos y la negociación, la innovación creativa y la persuasión.

 

Á. J.: ¿Cree que el talento emocional de los abogados se ha vuelto una habilidad necesaria en la pospandemia o, de alguna forma, condujo a una trasformación de esa destreza?

 

M. P. G. M.: La pandemia nos ha enseñado muchas cosas, entre otras, la importancia de controlar nuestras emociones y manejar el estrés inherente a muchas situaciones. La pospandemia lo ha acentuado, además de hacernos conscientes de lo fundamental que es el saber adaptarnos a las circunstancias y a manejar la comunicación. Y eso no se consigue sabiendo mucho Derecho, sino también si hemos cultivado y adquirido competencias interpersonales que ponen al ser humano, abogado, en el centro de todo.

 

Á. J.: A su juicio, ¿una firma de abogados debería evaluar la inteligencia emocional de sus equipos? En caso afirmativo, ¿cómo hacerlo? 

 

M. P. G. M.: Creo que, más que evaluar, debe preocuparse por cultivar y formar a sus abogados en eso. En el ADN de una firma de abogados deben situarse el ejercicio ético de la profesión, así como la formación de sus miembros en Derecho y en las competencias clave para que el abogado se distinga por ser un profesional humanista, ético y que contribuye a formar una sociedad cada vez más justa y mejor. Las habilidades son el camino para que el abogado ejerza así el Derecho.

 

Á. J.: ¿Cómo puede contribuir la academia para fortalecer las ‘core skills’ de quienes se están formando como abogados? ¿Debería ser una obligación incluir este tipo de formación?

 

M. P. G. M.: Incluyéndolas en el currículum en los diferentes programas jurídicos. En IE Law School, por ejemplo, somos conscientes de eso y, en la actualidad, estas habilidades se encuentran en todos nuestros programas de grado, máster y en executive education. No me gusta hablar de obligaciones, pero las escuelas de Derecho de todo el mundo deben ser conscientes de la importancia de que el joven o más sénior que estudia un programa jurídico sea capaz de tener esta visión del abogado del futuro, como profesional que sabe Derecho de una manera global, de la tecnología más innovadora y que maneja las competencias que le van a permitir diferenciarse del resto.

 

Á. J.: ¿A qué tipo de formación jurídica complementaria debería acudir un abogado para fortalecer sus ‘core skills’?

 

M. P. G. M.: Hoy, existen diferentes programas en estas habilidades. En IE Law School tenemos programas en función de la experiencia del abogado y del contenido en el que quiera entrenarse. Cuando uno busca formación en este tipo de habilidades, hay que ser muy riguroso en la búsqueda, ya que esta preparación es delicada y requiere que la práctica sea la base de lo que se va a aprender. El entrenamiento es la clave y es lo que debe buscarse.

 

Á. J.: ¿Considera que las habilidades blandas se relacionan directamente con la personalidad de un individuo o pueden adquirirse a través de estudios?

 

M. P. G. M.: Como toda habilidad, cada ser humano parte de una línea base. Eso sí, el entrenamiento mejora y lo deseable es que seamos conscientes de lo que puede ser un déficit en cada uno y que, a través de entrenamiento, puede superarse. El entrenamiento y la práctica son la clave del éxito, si queremos convertir una habilidad en una competencia. Se trata de dejar de ser hábiles para convertirnos en algo más: en competentes. Por eso, tampoco el término habilidades es exacto, el término adecuado es “competencias”.

 

Á. J.: ¿El avance de la tecnología obliga a los abogados a fortalecer sus habilidades blandas o, por el contrario, puede entrar a reemplazar ese tipo de talento?

 

M. P. G. M.: Sin duda, el avance de la tecnología, la inteligencia artificial, el big data, etc., impulsan a los abogados a utilizar estas herramientas en el día a día. En el siglo XXI, no podemos entender el ejercicio de la abogacía sin la tecnología, pero el peligro está en olvidarnos de que la tecnología es un medio para el ejercicio de la profesión y llegar a convertirse en lo relevante. En nuestra profesión, siempre nos relacionamos con personas, directa o indirectamente. El uso indiscriminado de la tecnología nos podría llevar a un ejercicio de la profesión carente de ética y valores. No podemos olvidar que la enseñanza y la formación en habilidades es la puerta para el ejercicio ético de la profesión, al hacer del ser humano el foco de su ejercicio.

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