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Lecciones que los empresarios pueden aprender del fútbol
27 de Julio de 2017
José Andrés Pérez R.
Director de FTI Consulting
Después del mayor escándalo en la historia del fútbol, el “Fifagate”, que según un análisis forense entregado en el Congreso Ordinario 67 de la Conmebol, ha llevado ante la justicia a más de medio centenar de dirigentes en todo el mundo por la desviasión para sobornos de casi 130 millones de dólares, la última jugada pública de su estrategia contra la corrupción ha sido el nombramiento de la magistrada colombiana María Claudia Rojas como presidenta del Comité de Ética de la Federacion Internacional de Fútbol Asociado (Fifa). Sobre este comité recaerá gran parte de la batalla de esta organización contra la corrupción, que no solo diezmó su reputación, sino que además la obligó a dar un giro sustancial en su forma de relacionarse y de concretar negocios en torno al fútbol, probablemente el deporte más famoso del planeta.
Los detalles del escándalo siguen siendo revelados por los medios de comunicación al tiempo que se empiezan a conocer las medidas que la entidad ha tomado para evitar que esta historia se repita. En abril del 2017 anunció el cambió de sus estatutos, ha avanzado en el adopción de un nuevo Código de Buen Gobierno, creó una Comisión Ética para investigar todas las irregularidades que han sido detectadas, e implementó la figura del oficial de cumplimiento. Además, su presidente, Gianni Infantino, está comprometido con construir una cultura de ética en la organización.
En pocas palabras, con estas medidas la entidad abordó los tres pilares que se requieren para enfrentar situaciones de fraude y corrupción: prevenir, detectar e investigar. Y esto lo que demuestra es que la estrategia para enfrentar un flagelo de la magnitud del fraude y la corrupción trasciende a la naturaleza de las organizaciones. La lección aprendida desde el fútbol bien aplica a cualquier otro deporte, así como a cualquier tipo de empresa. Al final de cuentas, se trata de poder hacer negocios de manera íntegra y correcta, en un entorno que demanda a diario nuevos esfuerzos.
¿Cómo implementar una estrategia anticorrupción?
Lo primero es evitar a toda costa que a una compañía le ocurra lo mismo que a la Fifa: perder reputación y dinero por escándalos de corrupción. En este sentido, los lineamientos de la alta dirección que se relacionan con el mando y la promoción de una cultura de ética, transparencia y control son fundamentales. Una de las herramientas que se usa para incorporar los lineamientos es el diseño e implementación de códigos de buen gobierno y códigos de ética apropiados para la operación, los riesgos y dimensiones de la compañía, a través de los cuales se sienten bases y principios firmes de transparencia, se promueva el control social, se promocione la denuncia de las faltas relacionadas, se proteja al denunciante y al mismo tiempo se sancionen de manera decidida las conductas antiéticas. Todo lo anterior bajo la premisa mayor y desde el tono de la dirección de la empresa: “cero tolerancia al fraude y a la corrupción”.
Es fácil encontrar en las organizaciones códigos de ética que no suelen tener la fuerza vinculante suficiente o no pueden generar una cultura ética. La Fifa es ejemplo de ello. En la actualidad, está claro que esta organización tenía un sistema anticorrupción, pero su mismo creador admite que nunca funcionó, porque jamás fue implementado.
Para evitar esto es importante tener un código de ética robusto y claro en cuanto a las actuaciones esperadas y las rutas para poder resolver situaciones que se presenten. Además, tener en cuenta que también debe existir un liderazgo ético dentro de la organización, es decir, los líderes deben dar ejemplo del cumplimiento de la regulación y garantizar que el comportamiento ético sea premiado y las transgresiones, castigadas.
Es necesario un entorno ético. Esto implica que desde la visión, misión y valores de la empresa haya un genuino interés de obrar correctamente. El código de ética se debe escribir, pero, además, se debe comunicar. No obstante, es necesario saber qué se va a escribir, es decir, no llegar al extremo de describir un sinnúmero de conductas que lo trivialicen ni llenarlo de ideales filosóficos que lo tornen inaplicable.
Otra de las herramientas que las compañías deben implementar y monitorear de manera permanente –si ya la tienen– es el proceso de debida diligencia que, en palabras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), consiste en la identificación de riesgos reales o potenciales para prevenir las consecuencias adversas que puedan desencadenar decisiones tomadas en relación con esos riesgos. Se trata de saber en profundidad con quién se relaciona la empresa y qué implicaciones tiene o podría tener esa relación. Para llevar a cabo una debida diligencia, debe tenerse en cuenta:
• El alcance de la debida diligencia debe estar en función de una adecuada identificación y segmentación de los riesgos de la empresa para administrarlos de acuerdo con su clasificación de riesgo alto, medio o bajo.
• Esto debe complementarse con el diseño de controles efectivos y el adecuado monitoreo, de acuerdo con la clasificación del riesgo. Puede pasar que una empresa haga una debida diligencia por cumplir con una lista de chequeo, pero no con la disciplina que aconsejan las buenas prácticas en materia de due diligence.
• Involucrar a las áreas de tecnología de las empresas en el desarrollo de aplicaciones que permitan un monitoreo permanente y dinámico de los controles establecidos, para que envíen alertas a los niveles de la compañía que deben adoptar medidas preventivas.
• La debida diligencia debe aplicarse respecto de los empleados clave de la organización para advertir a tiempo indicadores de fraude y corrupción. Esto comprende monitorear con cierta periodicidad, según el análisis del riesgo, la oportunidad que tienen estos empleados de evadir un control.
Paralelo a esto hay otra serie de medidas que ayudan a las compañías en la prevención del fraude y la corrupción y que son, por decirlo de alguna manera, herramientas duras que deben implementarse de manera simultánea con las mencionadas anteriormente. Una de ellas es la investigación. Es por esta razón que Infantino no solo ha mencionado el cambio de cultura, el código de buen gobierno y el cambio de estatutos, sino que ha pasado a conformar una comisión ética que se encargará de la investigación de todos los casos de corrupción que se han encontrado en medio del escándalo.
Tener instancias encargadas de liderar la investigación de casos de fraude y corrupción en la compañía cierra el ciclo para la prevención del fraude, pues de nada sirve tener códigos y lineamientos, fomentar la cultura ética o tener líderes transparentes e íntegros si los empleados ven que ocurren casos de corrupción y nada sucede con los responsables. Muy probablemente sin la investigación del Departamento de Estado de los Estados Unidos, el escándalo de la Fifa no habría existido, Joseph Blatter seguiría como presidente de la federación –ya había sido reelegido hasta el 2019-, y los sobornos y las operaciones de blanqueo seguirían realizándose, con el menoscabo económico para el fútbol como deporte y la degradación social que genera la corrupción.
Hay distintas maneras de abordar la investigación de actos corruptos. Las mejores prácticas anticorrupción recomiendan que se lidere desde la compañía, pero que sean realizadas por expertos externos. Esto precisamente porque el core de las compañías no es investigar fraudes, para lo cual sí existen firmas altamente especializadas, que además pueden representar a la víctima en escenarios más complejos como un proceso judicial derivado de la investigación de una conducta fraudulenta. La investigación por parte de externos garantiza también independencia y transparencia en la ejecución.
La línea ética o “hacer soplar el silbato”
Una de las tácticas más aceptadas para la detección de fraude es la implementación de la línea ética, que está directamente relacionada con la construcción de una cultura de ética y transparencia en la organización. Lo que busca la línea ética es que un empleado sea consciente de que información sobre una conducta que haya conocido debe hacerse a través de un canal confiable y seguro, tanto para él como para la compañía. Este recurso debe ser administrado por terceros, externos a la compañía, y los reportes que allí lleguen deben ser investigados por firmas expertas. La compañía debe implementar todas las medidas de seguridad para proteger al denunciante y dar a conocer los resultados de la investigación como una muestra de transparencia y de la importancia que tiene el comportamiento ético de sus empleados.
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