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Actualizado hace 8 hours | ISSN: 2805-6396

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El ego: el enemigo más fuerte para liderar una firma

18 de Octubre de 2017

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Sylvia Ramírez Rueda

Abogada, Conferenciante internacional de Felicidad y Personal Branding

Felicidad a prueba de oficinas (Planeta, 2017)

@SylviaNetwork

www.sylviaramirez.com.co

 

El título real de este artículo debió ser El Ego, el talón de Aquiles de los abogados grandes, dado que la cuestión de base es la siguiente: antes que estar al día con las últimas reformas legales, los avances más recientes en la ciencia del liderazgo apuntan a que el atributo interno definitivo para liderar una firma de abogados es la humildad.

 

Y ocurre que la humildad es un fenómeno relativamente exótico en nuestra profesión. Sí. Humildad. Que no consiste en tener una disposición incondicional a permitir que otros pasen por encima suyo, sino que, al contrario, se concreta en la virtud de conocerse, de saber cuáles son sus límites y de no necesitar ganar todos los casos, aparecer a diario en las noticias ni estar siempre en lo cierto para saber que usted es un abogado competente. La humildad, entendida como sencillez, puede ser el detonante de su éxito como líder –y de paso del de su oficina– porque le permitirá enfocarse en las cosas que son en realidad importantes.

 

De acuerdo con este planteamiento, más que creer en las reflexiones que encontrará a continuación, de lo que se trata este artículo es de invitarlo a ir tomándose el pulso mientras se adentra en el texto, comenzando por lo que puede que comience a sentir en un par de segundos, al entender una distinción que es clave para dirigir una firma: ego y autoestima son conceptos inversamente proporcionales. A un ego grande, corresponde una autoestima pequeña. A una autoestima grande, corresponde un ego pequeño. Ahí está la nuez de todo.

 

¿Qué tan grande es su ego?

 

El ego, que en apariencia consiste en una tupida red de autoconceptos positivos que construimos alrededor de nosotros mismos para ser capaces de interactuar con otros abogados y sentirnos seguros, es en realidad una armadura que no nos deja mover con agilidad ni decidir con precisión porque es una estructura diseñada para darnos una ilusión de seguridad, no para que interactuemos mejor. De ahí que sea tan urgente comenzar por fortalecer la autoestima, de modo que el ego se vaya desinflando por la naturaleza misma del proceso.

 

Y bien, para hacerse a una autoestima fuerte y flexible no hay un único camino seguro. No obstante, de entre los métodos válidos hay uno que es mi favorito porque favorece la salud emocional de un abogado que, por su profesión, está expuesto a las críticas, a las derrotas y a las glorias (como sabemos, en el caso de un abogado todos estos escenarios pueden llegar a presentarse en un mismo día mediante tres notificaciones de tres providencias distintas o a través de tres llamadas telefónicas sucesivas). El método: hay que cambiar de obsesión.

 

La estrategia consiste en lograr que coincidan en usted los atributos de las personas que son emocionalmente más fuertes, es decir, que usted tenga claro por qué es valioso (de manera que no necesite demostrárselo a nadie); que tenga una gran confianza en sí mismo (en que usted es capaz de afrontar los desafíos que se le presenten) y que usted, desde el punto de vista estético, considere ser una persona que encaja con naturalidad en los círculos sociales y profesionales que frecuenta (los despachos judiciales, las aulas de clase y los clubes sociales, por ejemplo).

 

Por supuesto, el desafío que le planteo es grande, teniendo en cuenta que una de las estrategias más exitosas para domar el ego consiste en liberarse de la necesidad de ganar y que, al tiempo, resulta que a los abogados nos pagan por ganar los casos. Partiendo de esa peculiaridad de la vida del jurista, es muy posible que la salida al problema esté en cambiar de obsesión. ¿Qué tal si pasa de querer ganar a obsesionarse con garantizar la mejor defensa posible de su cliente? Sí, esta puede ser una solución: si usted asume el compromiso personal –y de paso lo transmite a los abogados que trabajan en su oficina– de asegurarse de agotar todas, pero en verdad todas las posibilidades de acción dentro del marco de lo ético, de lo justo y de lo legal, y la sentencia o el resultado final le es desfavorable, su autoestima saldrá ilesa. Traicionarse a sí mismo era el precio que de antemano usted había convenido en que no estaría dispuesto a pagar, así que no terminó pasando nada que no supiera que podría ocurrir. Y usted, en medio de todo, no se siente menos valioso. Este es el resumen de la transacción emocional que ocurre al interior de un abogado que tiene una autoestima grande y un ego pequeño cuando las cosas salen al revés.

 

Bajo la lupa: el ego del líder

 

El ego no siempre es malo. Es más, de no ser por el ego, el líder siempre se mantendría en la dinámica de lo que conoce, nunca tendría ambición, y lo cierto es que a los negocios grandes se accede ambicionando (queriendo) ir más allá de lo conocido. Esta anotación es indispensable por cuanto para liderar una firma en la época actual no hace falta emular al Dalai Lama, sino entender que sus prioridades no pueden seguir siendo las del abogado que protagoniza la mayoría de los chistes de salón: ganar el pleito y quedar en la foto. Esos no pueden continuar siendo sus principales objetivos porque, de ser así, estaría descuidando el rol esencial del líder, que no es otro distinto al de proteger (por encima del de guiar, incluso) a las personas que están a su cargo.

 

Por lo tanto, el ego del líder se mantiene en un saludable equilibrio cuando este entiende que su éxito personal es igual o quizá un poco menos importante que el de las personas que trabajan en su despacho. Hagamos una cuenta sencilla.

 

¿Qué prefiere: no figurar en todos los negocios ganados pero tener el honor de dirigir una escuadra de abogados ganadores? o ¿quedar sonriendo en las fotos de un par de casos ganados pero arrastrar el fardo de ser el director de un grupo de abogados que ni sumados podrían atender un asunto de mínima cuantía? Antes de contestar en modo concluyente a esta pregunta recuerde que la vida útil de un profesional del Derecho es en promedio cincuenta años, y que para atravesar todo ese desierto es mucho más estratégico contar con un equipo prestigioso. La pregunta importante no es cuántos trofeos ha recibido, es –pensando en usted como un líder que trasciende en el tiempo, incluso si trabaja solo en su oficina– cuántas vidas ha logrado impactar para bien a lo largo de su camino.

 

El rédito jurídico del amor

 

Para seguir puliendo su perfil como líder también valdría la pena que repare en un fenómeno que, aunque humanísimo, nos esforzamos en asfixiar o en disimular: el amor. En condiciones normales habita en todas las personas y no se queda afuera en la puerta de la sala de audiencias ni a la salida del ascensor antes de entrar a su firma. El amor hace parte, como el calcio y el hierro, de la estructura de un ser humano. Permítase ser un líder amoroso.

 

Para lograrlo, lo primero es entender que amoroso no significa débil. Significa consciente. El líder inspirador es aquel que es consciente de los miedos y de las capacidades del humano que tiene al frente y que lo acompaña a lidiar los primeros y a explotar las segundas. Por lo tanto, si usted acepta el desafío de ser esta clase de director, el éxito comercial de su firma se incrementará pronto. No es necesario hacer un estudio antropológico muy profundo para caer en cuenta de que cuando el ser humano trabaja en un entorno donde se siente valorado y seguro, trabaja más y mejor. Sobre todo, mejor. Cuando no estamos ocupados defendiéndonos de los socios de la firma, solemos ser más creativos defendiendo los intereses del cliente. Esta es una proyección financiera relativamente sencilla de hacer. El rédito jurídico y económico de liderar desde el amor debería bastarnos para animarnos a fortalecer la autoestima y a reducir hasta un nivel saludable el ego invasor.  

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