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El seguro como instrumento de planificación financiera

El seguro no es solo una herramienta de planificación financiera, sino también es un instrumento de seguridad emocional.

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El seguro como instrumento de planificación financiera

06 de Agosto de 2025

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Nicolás Martínez

Nicolás Martínez Hermida
Asesor financiero Moncar, cofundador y socio AIM Capital

Si usted es de esas personas que escuchan la palabra “seguro” e inmediatamente les entra una pequeña sensación de malestar, de plata “mal gastada”, no se preocupe, no es el único. Sin embargo, creo que es momento de desmitificar ese pensamiento negativo sobre los seguros, porque no son solo mecanismos de protección ante eventos adversos, sino que pueden y deben ser incorporados en una estrategia financiera integral, tanto a nivel personal como empresarial.

Muchas personas y empresas tienen la falsa concepción de que los seguros son un gasto obligatorio e innecesario, y en varias ocasiones deciden no contar con estas herramientas y cargar ellos mismos con el riesgo, sin darse cuenta de lo grave que es tener que sacar del bolsillo propio el dinero para pagar por algún evento que no se aseguró. Este texto pretende exponer la importancia de los seguros, tanto personales como empresariales, enfatizando en el hecho de que los seguros bien seleccionados son herramientas de planificación financiera, que nos ayudan a evitar cualquier tipo de escenarios desafortunados.

Empecemos entonces revisando los tres seguros más comunes que tenemos hoy en día –vida, salud y patrimonio– y su impacto estratégico en las finanzas.

El seguro de vida es una herramienta que protege a los beneficiarios designados ante el fallecimiento del asegurado, entregando una suma asegurada previamente conocida. Se puede entender como un instrumento financiero, ya que cumple dos funciones principales: (i) garantiza la continuidad económica del núcleo familiar o empresarial y (ii) sirve como herramienta de planificación patrimonial y sucesoral. Por ejemplo, este tipo de seguros nos pueden ayudar a cubrir obligaciones crediticias pendientes del asegurado, evitando así una salida inesperada de dinero por parte del bolsillo de la familia o de la empresa.

En segundo lugar, tenemos el seguro de salud, el cual cubre de manera parcial o total (dependiendo el contrato) los costos derivados de atenciones médicas, hospitalarias y farmacéuticas, entre otras. Si lo vemos desde un punto de vista financiero, este seguro nos permite transferirle el riesgo de algún evento de alto costo (emergencias, enfermedades graves) al asegurador, lo cual nos permite proteger nuestros flujos de caja y evita desahorros en nuestras finanzas. Si lo vemos desde un punto de vista empresarial, este tipo de seguros puede formar parte de un plan de beneficios para los empleados (cubriendo de manera parcial el costo mensual para cada colaborador), lo que nos puede ayudar a mejorar la retención y, en general, el bienestar laboral, y que al final se puede traducir en un equipo más motivado y, por ende, mayores ventas.

Por último, tenemos el seguro al patrimonio, el cual es aquel que protege los bienes materiales de una persona o empresa ante riesgos varios, como lo pueden ser robo, incendio, desastre natural, ciberataque o, incluso, pérdida operativa. Básicamente, su función es preservar el valor y utilidad de los activos físicos que sustentan el patrimonio de una persona o familia, o la generación de ingresos de una empresa. Desde un contexto personal, este tipo de seguros protegen nuestro ahorro en caso de algún accidente en nuestros automóviles o viviendas. Así mismo, si lo vemos desde un punto de vista empresarial, el seguro al patrimonio es una herramienta clave para asegurar la continuidad del negocio, lo que también se puede traducir en una ventaja competitiva con respecto a otras empresas del sector.

Aterrizando las ideas un poco más, y con el fin de exponer mejor la importancia de los seguros, desde mi punto de vista, al momento de adquirir un seguro estoy viendo como mi presupuesto y mi flujo de caja se tornan mucho más predecibles. En ese orden de ideas, voy a poder conocerlo con anticipación, saber en qué momento estoy gastando más o menos dinero, y puedo también generar una estrategia de ahorro y principalmente de inversión alrededor de este.

El seguro me va a proteger de tener el riesgo de asumir un gasto inesperado muy alto, gasto que puede echar a perder el dinero que he construido, ahorrado o invertido. Puedo tener, de alguna manera, la tranquilidad de pagar una deuda ajena sin desembolsar un solo peso de mi dinero (seguro de vida); puedo acceder a un servicio médico de urgencia o de tratamiento especial sin asumir un costo que pueda poner en riesgo mi estabilidad financiera y la de mi familia (seguro de salud); e incluso puedo tener la tranquilidad de saber que mi negocio va a poder seguir funcionando a pesar de que sufra algún accidente o desastre natural que pueda afectar mis activos físicos (seguro al patrimonio). Todo esto porque nadie –absolutamente nadie– está exento de cualquier tipo de incidente, accidente o catástrofe.

Quiero dedicarle la última parte de este artículo a una variable que me parece debemos tener en cuenta a la hora de decidir comprar un seguro y que no tiene nada que ver con las finanzas: la parte emocional. Para nadie es un secreto que hay gente con una mayor proclividad a tomar más riesgos que otras (de hecho, me podría quedar hablando acá de modelos de finanzas emocionales, pero lo podemos dejar para otra ocasión), y esto explica muchas cosas del comportamiento, por ejemplo, de la bolsa de valores. Pero también esto explica por qué, a pesar de que hay riesgos claros y latentes en el día a día, todavía hay personas que deciden no asegurarse, por la idea falsa con la que arrancamos este texto: que es un gasto innecesario.

El seguro no es solo una herramienta de planificación financiera (como ya lo expliqué durante el texto), sino también es un instrumento de seguridad emocional. Personalmente, me da mucha tranquilidad el hecho de poder conocer la mayoría de mis gastos a priori (y digo la mayoría, porque todos sabemos que siempre tenemos unos gastos extras mensuales), habiendo pagado uno o varios seguros que me permitan tener una estabilidad emocional ante algún imprevisto. Como diría uno de mis profesores favoritos de mi Maestría en Finanzas: “no todo es plata”. Y claro, al final la función de utilidad de cada persona está compuesta por un factor económico y otro emocional, y estos dos se interrelacionan constantemente.

Por eso, a pesar de que el seguro pueda sonar como algo innecesario, tómese el tiempo de preguntarse cómo se sentiría, no solo financiera, sino emocionalmente, si de la nada le toca descapitalizar su ahorro o su empresa por un riesgo que pudo haber mitigado pagando un valor que, si se compara con el monto total, va a ser siempre muy pequeño. Lo invito a que se haga esa pregunta y reevalúe el hecho de estar o no asegurado, créame que, si no lo está, lo más probable es que cambie de opinión.  

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