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Actualizado hace 8 hours | ISSN: 2805-6396

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Cultura y Derecho


¿Qué tan feroces son los lobos de Wall Street?

14 de Febrero de 2014

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Andrés Mejía Vergnaud

andresmejiav@gmail.com 

@AndresMejiaV

 

 

 

Llegó para los cinéfilos la temporada de abundancia: en los primeros meses del año, tal vez por coincidir con los grandes premios, llega a las salas una buena cantidad de excelentes películas. Regocíjense y corran hacia las salas todos aquellos amantes del cine, pues hay mucho para ver. Muy especialmente, llega precedida por su propia fama la genial obra de Martin Scorsese El lobo de Wall Street, protagonizada por Leonardo di Caprio.

 

Esta película narra la historia verdadera de Jordan Belfort, un corredor de bolsa estadounidense que se hizo famoso en los años noventa por sus gigantescas ganancias, y por su desenfrenado estilo de vida. A manera de fiel confirmación de la vieja sabiduría, el ascenso de Jordan Belfort fue seguido por una vertiginosa caída: terminó en los estrados judiciales, y sólo gracias a un acuerdo de colaboración con el FBI pudo reducir su pena efectiva a 22 meses de prisión, y al pago gradual de 110 millones de dólares a sus víctimas. Incorregible emprendedor, Belfort escribió un libro con sus memorias que se convirtió en base para la película de Scorsese: esto con seguridad lo hará de nuevo millonario, aunque ahora de manera honesta, sin defraudar a nadie.

 

Como verá el lector cuando disfrute de las tres horas que dura esta película (pero que se pasan como si fueran quince minutos), el mayor énfasis está puesto en el lujo y los excesos de la vida de Belfort. Muchos han interpretado esto como un reflejo de lo que, en general, es el mundo de la bolsa de valores. Han resurgido entonces los estereotipos de los corredores de bolsa que ganan grandes sumas de dinero, gastan en automóviles lujosos, restaurantes finos, un vestuario de lujo, y sobre todo en fiestas donde abundan las drogas.

 

¿Qué hay de cierto en esto? Por razones de mi ejercicio profesional, he tenido un contacto cercano con este mercado desde hace casi una década. No puedo evitar entonces la tentación de comentar un poco sobre ese estereotipo.

 

Empecemos por lo que es verdad, aclarando que las generalizaciones son falaces y por ello hablaremos de tendencias. Es verdad que en la cultura bursátil existe una ambición de ganancia rápida que a veces corrompe a algunos jóvenes. Es verdad que muchos de ellos se encandilan con el lujo y los ingresos de los corredores más veteranos, y tratan rápidamente de emularlos. En muchos casos esto les lleva a irresponsabilidades graves, o a una perturbación muy seria de su estructura de vida (familia, salud, etc.).

 

Es verdad también que, en sectores de este mercado, existe la creencia de que la bolsa es un medio para enriquecerse sin tener que hacer nada: es decir, sin tener que hacer las inversiones y esfuerzos que se hacen en otro negocio. Es la mentalidad del especulador puro, que hace lo que sea por una ganancia de corto plazo, y es por eso que el mercado de valores requiere una supervisión y una regulación tan rígidas.

 

Pero no es verdad que Jordan Belfort sea un ejemplar representativo de la vida en el mercado de valores. Por varias razones.

 

Para empezar porque el negocio que lo enriqueció era simple y llanamente un fraude. La fortuna de Belfort se hizo, en su mayor parte, a través de una práctica fraudulenta conocida como “pump and dump”, consistente en inflar artificialmente el precio de un título valor para luego venderlo cuando esté alto. Cuando el título pierde finalmente valor, los compradores de buena fe sufren graves pérdidas. Y la mayoría de los corredores de bolsa, por odiosos y petulantes que puedan parecer a algunos, se dedican a negocios lícitos.

 

En segundo lugar, porque la firma de Belfort se dedicaba principalmente a operar en una especie de mercado que en la terminología se conoce como “over the counter”: es decir, son transacciones de títulos que se hacen por fuera de una bolsa de valores. Allí, sin mayor supervisión ni vigilancia, realmente todo tipo de engaños y fraudes pueden ocurrir. Las firmas conocidas que operan en el mercado negocian casi siempre en las bolsas (aunque muchas tienen su historia, pero de otra naturaleza).

 

Belfort y su historia no pueden tomarse entonces como representación fiel de lo que es todo el mercado de valores. Pero la película sí representa con toda fidelidad lo que fue esta dramática historia de ascenso, fraude y caída.

 

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