Columnistas
¿Colombia como un centro financiero internacional?
17 de Septiembre de 2013
Mauricio Rosillo Rojas Director de la Especialización en Derecho del Mercado de Capitales, PUJ
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En el pasado Congreso de Derecho Financiero realizado en Cartagena a finales del mes pasado, se discutieron diferentes temas relativos a la internacionalización y globalización de los mercados financieros. Un tema que me llamó profundamente la atención fue el de los centros financieros internacionales, en adelante los CFI.
Lo primero que hay que decir es que la creación de un CFI trae grandes beneficios para el país y para la ciudad que asume el rol y liderazgo. Es evidente que un CFI agrega valor a la sociedad y a la economía en la medida que atrae inversión local y extrajera que se focaliza principalmente en innovación y crecimiento. Varios ejemplos se han visto de cómo genera vertiginosos cambios económicos y sociales en las ciudades que se consideran CFI, pero adicionalmente se adquiere una ventaja competitiva inmensa en materia de información, crecimiento, desarrollo, educación y acceso al capital.
Según el índice de Centros Financieros Mundiales, los primeros lugares los ocupan Londres, Nueva York, Hong Kong, Singapur y Zúrich. Solo dos ciudades latinoamericanas están dentro de los cincuenta CFI, São Paulo y Río de Janeiro, en los puestos 44 y 48 respectivamente.
Para crear un CFI lo primero que se requiere es una política pública integral que recoge la voluntad del Estado de impulsarlo y desarrollar los múltiples elementos que se necesitan para que sea exitoso. Es decir, no solamente precisa de una ley que lo cree, sino también de un acuerdo con la sociedad y las ramas del poder público, para que tenga la fuerza y los elementos que garanticen su éxito.
Uno de los aspectos más importantes que se valoran a la hora de establecer un CFI es el ambiente que existe para hacer negocios, lo cual implica estabilidad política, buen comportamiento de los principales aspectos macroeconómicos, buena regulación, instituciones sólidas y competitividad en materia de impuestos.
También se requiere un sector financiero estable y sólido con un desarrollo relativamente superior a los de la región, e infraestructura adecuada del mercado financiero y de valores. En este tema sí que hemos avanzado en los últimos años.
Otro aspecto que se analiza para clasificar un CFI es la calidad del capital humano, que implica que exista buena capacitación y profesionales idóneos en estas materias, flexibilidad para trabajadores extranjeros y hasta la calidad de vida de las personas en las ciudades donde se desarrollan las actividades. Finalmente, los factores reputacionales del centro son vitales para su consolidación y estos involucran asuntos que oscilan entre la diversidad cultural de la ciudad, su competitividad y apertura, entre otros.
Después del análisis de estos elementos, desafortunadamente, la conclusión salta la vista. Estamos lejos de ser un CFI a pesar del esfuerzo de internacionalización del sector financiero colombiano en los años recientes. Aunque gozamos de estabilidad macroeconómica, confianza en el país, un sector financiero sólido y estable, buena regulación financiera y excelente talento humano, son muchos los pasos que nos quedan por delante.
En primer lugar no hay una política pública en ese sentido. Hace unos años se tramitó una ley que consideraba a San Andrés como un CFI, pero fue declarada inconstitucional. Tampoco tenemos estabilidad en las reglas de juego y los incentivos tributarios que se necesitan no solamente se ven difíciles de implementar, sino que en el supuesto de que el Estado las adoptara, carecerían de credibilidad porque este es un país que cambia sus reglas tributarias por lo menos una vez cada dos años.
Ni qué decir de las amenazas de populismo financiero que permanentemente vemos en el Congreso de la República y que pueden acabar con la posibilidad de tener un sector financiero moderno, innovador e incluyente con la sociedad. Y si la decisión indicara que Bogotá fuera el CFI ¿quién invertiría un centavo en una ciudad donde reina el desgobierno, la politiquería y la corrupción? A este entorno tan desalentador, hay que agregar el pequeño detalle de que seguimos siendo un país en guerra.
Mejor dicho, el escenario se ve lejano y por un tiempo tendremos que privarnos de las ventajas y beneficios que debe tener un CFI en el país. Tampoco se ve en Latinoamérica en este momento algún otro candidato que tenga las características necesarias para crearlo. Por lo pronto, debemos seguir solucionando nuestros problemas estructurales y seguir apoyando la expansión del sector financiero local a otras latitudes, que nos pongan en una posición privilegiada y así aspirar a ser actores regionales de esta realidad. No dejemos esta discusión en el congelador, pues la creación de un CFI sería muy positiva para Colombia, o si no pregúntenle a los ingleses, estadounidenses o suizos.
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