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Actualizado hace 19 horas | ISSN: 2805-6396

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Día Internacional de la Mujer


Sí, señora árbitra (lee bien, así se dice)

08 de Marzo de 2021

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Nicolás Lozada Pimiento

Árbitro y secretario de tribunales arbitrales, socio de Rincón Cuéllar & Asociados y profesor universitario

 

Laura Leal Ospina

Abogada asociada de Rincón Cuéllar & Asociados, egresada de la Universidad Externado de Colombia

 

Recientemente, Diana Alexandra Heredia, una inquieta estudiante bumanguesa, exigió, a través de tutela, que en su diploma figurara el título de “abogada” y no de “abogado”. “[S]oy mujer biológicamente y me identifico como tal”[1], explicaba la accionante.

 

El 3 de noviembre del 2020, el juez accedió a su petición y -en protección de los derechos al libre desarrollo de la personalidad, a la dignidad y a la igualdad- le ordenó a la universidad que el título se expidiera con género gramatical femenino.

 

Diploma1

 

 

Esta noticia nos hizo reflexionar sobre una situación recurrente en el mundo del arbitraje y que no deja de causarnos curiosidad: la gran mayoría de mujeres brillantes, exitosas y empoderadas del medio prefieren denominarse a sí mismas, en género masculino, como “árbitro” o “presidente de tribunal”. 

 

Además de que "la señora árbitro" desafina al oído; la expresión puede cuestionarse desde (i) la ortografía, (ii) la historia, (iii) la política y debe reivindicarse (iv) desde los hechos. Veamos por qué.

 

No lo decimos nosotros, lo dice la RAE

 

Comencemos por lo lingüístico. Los sustantivos en español pueden ser masculinos o femeninos y, normalmente, en caso de seres animados existe una forma específica para cada género.

 

Por eso, el Diccionario Panhispánico de Dudas señala que, cuando la forma masculina de los sustantivos que designan profesiones, cargos, títulos o actividades, termina en “o, el femenino se forma sustituyendo la “o”, por una “a”[2].

 

Como lo señala expresamente el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), cuando se refiera a una mujer, el vocablo correcto es árbitra. La razón es bien resumida por la Fundación del Español Urgente (Fundeu)[3]:

 

Texto

 

Incluso, el autocorrector de Word detecta el error de no emplear la palabra “árbitra” cuando se hace referencia una mujer:

 

Texto1

 

Olvidémonos, también, de “la árbitro presidente”. Según la RAE, la forma correcta de referirse a la mujer que preside es “presidenta”, género que llevamos usando casi 600 años en el habla hispana:

 

RAE

 

Así que, señoras y señores, si todavía nos referimos a una mujer como “la árbitro” o “la presidente”, tenemos varios siglos de rezago ortográfico.

 

La historia la escriben los vencedores

 

Y el rezago no es solo gramatical. Es cierto que nos puede parecer un poco extraño escuchar o leer el vocablo árbitra o presidenta, pero esto obedece a que la historia (en su narrativa masculina) nos ha hecho asumirlo así.

 

En la Sentencia C-804 del 2006, la Corte Constitucional puso de presente que, durante siglos, solo los hombres tomaron parte activa de las sociedades y, por ello, el referente predominante era el género masculino. Esta situación se reflejó en la manera como se creaban y definían las palabras y se sentaban las reglas de la gramática[4].

 

De hecho, hasta hace relativamente poco era muy inusual y casi un sacrilegio interactuar con científicas, médicas e ingenieras (recordemos la inquisición medieval a las brujas). Las mujeres, entonces, se vieron forzadas a disfrazarse de hombres para poder asumir otros oficios. El siguiente paso fue hacerlo de la manera más masculina posible.

 

Sin embargo, la incorporación de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad ha cuestionado y replanteado la forma de emplear el lenguaje, lo que incluye feminizar las profesiones y oficios. Y es que, para que la lengua tenga voces femeninas, solo se requiere que existan mujeres que desarrollen una actividad, lo que dista de ser una novedad del nuevo milenio.

 

En los años setenta, con ocasión del nombramiento de Isabel Martínez de Perón como primera presidenta de la Argentina, la Academia Colombiana de la Lengua indicó que la expresión correcta era “presidenta” y no “presidente”[5].

 

A pesar de estos avances, incluso en la actualidad, muchos de los títulos académicos de las mujeres son emitidos con género masculino. Además del caso Diana Heredia en Colombia, es ilustrativo el ejemplo de la otra presidenta argentina: Cristina Fernández de[6] Kirchner. La doctora Fernández, pese a ser expresidenta, aún hoy ostenta el título de “abogado”[7]. Paradójicamente, fue primero presidenta que abogada. 

 

Estadística

 

Por eso, en las últimas décadas se ha buscado el reconocimiento de la mujer por medio del uso adecuado del lenguaje. Por ejemplo, la Unesco, mediante las resoluciones 14.1 de 1987 y 109 de 1989, instó a los Estados a la elaboración de directrices sobre el empleo de un vocabulario que se refiera explícitamente a la mujer. Asimismo, invitó a los Estados a fomentar una política encaminada a evitar el empleo de términos que se refieran explícita o implícitamente a un solo sexo, salvo que se tratara de medidas positivas en favor de la mujer.

 

El comenzar la tercera década del siglo XXI nos exige, por fuerza de nuestra civilización, una actitud diferente a la del pasado. El respeto por la dignidad humana de las mujeres requiere que sean tratadas, en todos los aspectos, con el mismo respeto y consideración que durante tanto tiempo solo se les reconoció a los hombres[8].

 

Las palabras (en femenino) sí importan

 

La paridad de trato en el lenguaje y la inclusión del género femenino van más allá del discurso idiomático. Las palabras que usamos tienen serias implicaciones en la igualdad de género.

 

Utilizar el sustantivo masculino desconoce el papel de la mujer en el ámbito en que se desempeña y promueve el sexismo lingüístico. Como indica Mercedes Bengoechea, esto lleva a que las mujeres queden invisibilizadas en la lengua, lo que, a su vez, puede impedir el desarrollo de su identidad personal y social[9]. Fue precisamente la identidad la que llevó a la abogada Diana Heredia a presentar su tutela.   

 

Llamar a las mujeres árbitra y presidenta es, en fin, una cuestión de feminismo. Feminismo entendido como nada distinto de la lucha por la igualdad entre los hombres y las mujeres en su valor e identidad. 

 

Y si en un medio tan masculino como el futbolístico ya se habla abiertamente de árbitras deportivas[10] y presidentas de asociaciones, ¿qué nos impide hacer lo mismo en el medio abogadil donde tanto pregonamos la igualdad e inclusión?

 

Más allá de las palabras

 

Ahora, reclamar el uso apropiado del lenguaje no implica distraernos de cuestiones igualmente importantes. Por encima del género gramatical, es fundamental que las árbitras sean tratadas en igualdad como los árbitros, entre otras, frente a su participación en tribunales arbitrales.

 

Y la verdad sea dicha, en Colombia, las árbitras tienen un largo trecho por recorrer para conquistar la igualdad. Según un reciente estudio de la Universidad Externado de Colombia sobre arbitraje administrativo, para el año 2019, por cada 107 árbitros nombrados, se nombraron apenas 23 árbitras[11]. La participación de las árbitras queda reducida a una cuarta parte de la de sus homólogos hombres.

 

Por eso, debemos tomar acciones positivas para superar las brechas. Por ejemplo, desde el 2015, se puso en marcha el movimiento Equal Representation in Arbitration Pledge[12], que busca incrementar el número de árbitras designadas en los tribunales arbitrales internacionales. Del mismo modo, desde el 2018, la Cámara de Arbitraje y Mediación de la Cámara de Comercio de Brasil-Canadá realiza procesos separados de nominación de mujeres y hombres para garantizar mayor representatividad de las árbitras[13]. (Por cierto, en portugués, también se dice, en femenino, “as árbitras”).

 

Obras son amores y referirnos correctamente a las árbitras es una pequeña obra de reivindicación femenina.

 

Cuestión de corrección ortografía, histórica y política

 

Ni siquiera en el papel se vale referirse a las mujeres como sus homólogos masculinos. Al igual que con las abogadas, a quienes hasta hace unos pocos lustros nos referíamos como abogados, lo propio sucederá con las árbitras y presidentas muy pronto. Nada lo demuestra mejor que la tutela de Diana Heredia.

 

Y aunque persisten otras situaciones de desigualdad palmaria (comenzando por la participación minoritaria de la mujer en tribunales), el sexismo lingüístico es una forma de menospreciar y minimizar a la mujer. Ciertamente, las mujeres no necesitan que las interpelen como hombres para que les sean respetados sus títulos.

 

Entonces, cuando una mujer en un tribunal arbitral nos haga una pregunta y aunque nos suene extraño, respondamos “sí, señora árbitra”, y cuando esa mujer presida el tribunal, respondamos sin dudar “sí, señora presidenta”. No solo es la forma correcta de referirse a las mujeres que desempeñan estas altas dignidades, sino que, al hacerlo, enaltecemos la creciente contribución de las mujeres a la comunidad arbitral.

 

Hay que empezar por los pequeños gestos del día a día y si incluimos a las mujeres en las palabras, también lo haremos en los hechos.

 

Posdata: Se dice “arbitraje”, no “arbitramento”. Este último es un arcaísmo que hace tiempo desapareció del Diccionario de la Real Academia Española.

 

[1] Tutela obliga a IES a diferenciar, en el título, abogados de abogadas. Recuperado de:

https://www.universidad.edu.co/tutela-obliga-a-ies-a-diferenciar-en-el-titulo-abogados-de-abogadas/

[2] Diccionario Panhispánico de Dudas (2005). Real Academia Española. Recuperado de: https://www.rae.es/dpd/género

[3] Fundación del Español Urgente. Real Academia Española. (2014).  La árbitra, femenino adecuado. Recuperado de: https://www.fundeu.es/recomendacion/la-arbitra-femenino-adecuado/

 

[4] Corte Constitucional de Colombia. (27 de septiembre de 2006) Sentencia C-804 de 2006. [MP Humberto Sierra Porto].

 

[6] El “de” precedido del apellido del hombre es otro ejemplo de anacronismo que está desapareciendo paulatinamente.

[7] Fuente: Imágenes de internet

[8] Corte Constitucional de Colombia. (27 de septiembre de 2006) Sentencia C-804 de 2006. [MP Humberto Sierra Porto].

[9] Bengoechea, M. Sexismo y androcentrismo en el lenguaje público de la empresa. Guía para la revisión del lenguaje desde la perspectiva de género. Recuperado de: https://www.bizkaia.eus/home2/Archivos/DPTO1/Noticias/Pdf/Lenguaje%20Gu%C3%ADa%20lenguaje%20no%20sexista%20castellano.pdf?hash=0cf07faac98a05f211ca5324dac4dee0

[10] Fundación del Español Urgente, fundeu. La árbitra, femenino adecuado. 1º de Agosto de 2019. Disponible en: https://www.fundeu.es/recomendacion/la-arbitra-femenino-adecuado/

 

[11] Investigación “Panorama del arbitraje administrativo: ¡Que las cifras hablen!”. Universidad Externado de Colombia, 2020.

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